Existen hombres con la facultad de convertir cada gesto en un acto de estilo. La mirada y los dedos de Tony Soprano fundiéndose a través del humo de un puro, la insolente manera de caminar de James Dean o, en un orden más mundano, la helada precisión de un reverso de Bodiroga o el genial desdén con el que se giraba el tobillo de Djalminha. En el caso de los futbolistas esos pequeños gestos también revelan un detalle fundamental del carácter de quien los ejecuta. Ése es el caso de Haris Medunjanin.

Un debut esperanzador

Al contrario de lo que pueda parecer, no fue en Sevilla sino en Granada donde el Bosnio presentó su zurda al Deportivismo. Aunque sólo jugó la última media hora, fue suficiente para que cada uno de sus pases y lanzamientos a balón parado supusieran el único peligro real sobre la defensa del Granada y, lo más importante, descubrieran un concepto de futbolista, y de fútbol, sobre el que edificar un estilo de juego colectivo. Algo parecido, aunque diferente, sucedió con los primeros disparos de Borja Bastón. Otro jugador al que las circustancias y su excesiva especialización alejaron del triunfo en Riazor. Sin embargo, el partido contra el Sevilla sí que es el paradigma del "Medunjanismo", el lugar dónde realizó su mayor acto de estilo al tiempo que reveló sus debilidades más sospechadas. 

En aquel partido horrible y catártico, Medunjanin golpeó una falta como nadie y luego bajo los brazos como todos. Ambas cosas son un signo de su talante futbolístico; un talento al que le cuesta llevar al césped sus ideas, un centrocampista perfeccionista y autoexigente que abusa del pase perfecto y no maneja eficientemente sus esfuerzos. Un jugador, en fin, que sabe que no está jugando bien y, lo que es peor, ni encuentra ni le enseñan el modo de hacerlo mejor. Además, la dinámica negativa del equipo con sus correspondientes cambios de posición y sistema distan de ser un remedio a estos problemas.

Un entorno complicado

Decía Lillo que Messi era un ejemplo del paradigma sistémico y contextual. "Todos estamos en el contexto y el contexto está en nosotros".  Pues bien, el contexto del Dépor es una tormenta emocional perfecta, en la que el desacoplamiento de una plantilla nueva junto al calvario de lesiones concentrado en los mejores jugadores ofensivos se ha combinado con los malos resultados y la amenaza que un nuevo descenso  supondría a la supervivencia de la entidad. En esta situación, ha subido por las nubes la cotización de la impaciencia y el pesimismo en Riazor. 

Medunjanin y el Dépor son vasos comunicantes por los que pasan tanto la euforia de un gol a la escuadra como el apocalípsis de 90 minutos de infierno ante el Getafe. En cualquier caso conviene la mesura. Más que nada, porque parece que ambos sólo necesitan un par de partidos buenos para desarrollar el contexto idóneo en el que explotar todo su potencial. Málaga y Elche tienen que ser ese trampolín. Y si no, a remar. Saber sufrir también es un rasgo de estilo. Quizás el más genuino y elegante de todos.