Hubo un grupo que, sin saber cómo, se encontró con la dura realidad al darse cuenta de que había exprimido su esencia hasta sencillamente ofrecer una pasta densa y espesa como el escupitajo de un camello. Su cabeza pensante y mediática, Ian Anderson, se había ahogado en su propio barroquismo al mirar atrás y ver que lo mejor que tenía dentro se había esfumado en sus primeros álbums. No es algo reprobable, pues Jethro Tull siempre será un ejemplo de frescura solo por haber parido una serie de obras excéntricamente inspiradas y eficaces sin ni siquiera atravesar la mitad de los 70. Pero una eterna década estaba por llegar, los delirios de grandeza de Anderson harían de los 80 un infierno para los escasos componentes que accedieron a continuar con el proyecto.

En el mundo de la música rock (entendida en su más amplia expresión) popularizada durante el siglo XX, siempre ha existido la misma disyuntiva: repetir o reinventar. Una banda puede apostar a sus valores más seguros y hacer lo que siempre hicieron; véase AC/DC, que escuchando nada más que a sus adentros ha conseguido rendir a lo largo de toda su discografía; pero también están Deep Purple o Black Sabbath para demostrar que dicha premisa no siempre es la más acertada. Habrá que decir en su defensa que no es fácil sonar como una máquina perfectamente engrasada durante 40 años. En la música actual, Jack White es el ejemplo de como reinventarse a cada paso puede ser la clave del éxito, abanderando distintos proyectos después de dar carpetazo a un grupo, The White Stripes, en lo más alto y con un impecable currículum.

Muchas veces, para el aficionado medio, la simple presencia de ciertos jugadores en las alineaciones de sus equipos se escapa de toda explicación práctica; y es innegable: en una liga de clubs asfixiados y amordazados es una situación que está a la orden del día. No es extraño encontrarse con jugadores cuyas prestaciones, por unas razones o por otras, han sido estiradas hasta ceder y dar de si como una prenda de mercadillo. Manuel Pablo se encuentra en esta tesitura: tras 16 años de militancia, no ha dejado de contar para cada uno de los técnicos que han pasado por la casa herculina. Su nombre siempre ha aparecido en la organización táctica del equipo. ¿Todos los entrenadores blanquiazules han sentido en sus carnes la misma debilidad por Manuel Pablo?¿Siempre ha resultado ser uno de los dos laterales más fiables en casi dos décadas de cambiantes plantillas? Puede parecer extraño pero siempre ha tenido minutos; con Jabo, Lotina e incluso con Fernando Vázquez, porque el canario se ha visto beneficiado cada año por una facilona confección de plantilla, mayormente durante aquella época en la que Lendoiro llegaba a Riazor con dulces y curiosos caramelos que, casi siempre, resultaban estar podridos.

En el 98, con solo 20 años, salió de Las Palmas para fichar por un Deportivo en plena expansión tras el relevo generacional que daría por finalizada la gloriosa etapa del “Súper Dépor”. Llegaba como un jugador joven, con proyección y con las condiciones para ser lateral en A Coruña durante muchos años. Poco tardaría en ser uno de los jugadores indiscutibles en las convocatorias de José Antonio Camacho, lo que, junto con sus grandes papeles en la Copa de Europa, lo convertiría en uno de los laterales referentes del panorama internacional. En septiembre del 2001, nada más comenzar la defensa del título liguero, un fortuito encontronazo con Giovannela en Riazor haría que Manuel Pablo rompiese la tibia y el peroné, protagonizando el derbi más triste. Supondría una lesión díficil de la que recuperarse porque, además de la importante carga psicológica añadida en las lesiones graves, la soldadura de dos huesos vitales en una fractura limpia no es algo sencillo . Consiguió volver a los terrenos de juego y ha seguido vistiendo la camiseta del Deportivo hasta el día de hoy; cabía de esperar al tratarse de una persona joven y potente físicamente pero su nivel jamás volvió a ser el mismo.

Al ver sus aptitudes vencidas y su estilo profano, Manuel Pablo sopesa concienzudamente la oferta del presidente para convertirse en el lugarteniente de Víctor Fernández. Descarta que sea de inmediato pero la próxima temporada puede que el canario aporte su experiencia desde las esferas más técnicas. Jack White, maestro de la reinvención en nuestros días, ha demostrado que siempre se puede ofrecer más, que un giro de tuerca es posible. Además de su éxitoso proyecto en solitario con el lanzamiento del disco Lazaretto, lidera una de las bandas más sutiles e innovadoras de la actualidad. La breve discografía de los Raconteurs, se ha colado entre los trabajos más valorados del artista americano, adyacente al White Blue Cells, The Stijl o Elephant. Aunque parezca que todo está dicho, que su presencia en los terrenos de juego es innecesaria, Manuel Pablo puede y debe reinventarse porque, al fin y al cabo, “in rock we trust”.