Cuando Víctor se la jugaba una vez más y otra vez el Dépor debía ganar sí o sí, e igual que ocurrió en la 'resurrección espejismo' ante el Valencia, el pasado lunes los tres puntos se quedaron en Riazor con la única pero importante diferencia del ambiente de su graderío. Sin embargo, lo vivido en aquella lluviosa noche de fútbol dentro del coliseo blanquiazul significó un nuevo halo de esperanza en Casa Dépor dentro de su nueva aventura hacia la estabilidad definitiva en los factores futbolístico, económico y social.

La tercera víctima de la temporada fue un Elche igual de necesitado que desafortunadamente para sus intereses acabó convirtiéndose en la cabeza de turco del comienzo de una recuperación que dejó mil y una conclusiones.

Fin de semana Académico

Racing de Avellaneda salió campeón y los ahora desperdigados miembros de su Academia de los Pibes marcaron diferencias en sus partidos: Luciano Vietto derrotó con un gol al poderoso Atlético del Cholo, Centurión le dio a los del celeste y el blanco la victoria definitiva por el campeonato nacional de la Argentina... Y el Lucho Fariña no podía ser menos. Tras dejar atrás la lesión muscular arrastrada desde el Dépor - Getafe de hace un mes, el paisano albiceleste se encargó de reaparecer con estilo, echando la puerta abajo y demostrando que es diferente: un poco mejor que el resto.

Dejando en un segundo plano su decepcionante inicio de temporada, el ex de la Academia se encargó de sacar su talento en forma de disparo colocado (e intencionado) a la escuadra literal de Przemysław Tyton para enseñarle a Riazor que lo mostrado en pretemporada no fue fruto de la buena suerte o la casualidad, sino de la capacidad; una que en este Dépor está por encima de la media.

Ahora la duda surge de nuevo. ¿Volverá a convertirse esta gran actuación de Fariña en algo pasajero, algo que ilusione en demasía a la parroquia blanquiazul? ¿O por el contrario es el golpe en la mesa final del mediapunta para reinvindicarse y enseñar de lo que verdaderamente es capaz? 2015 responderá.

Una idea que mejora

De todos es sabida la dificultad que ha tenido Víctor Fernández durante estos meses para encontrar el sistema adecuado de juego, pero si el partido ante el Elche ha dejado alguna conclusión en ese sentido es que el maño parece haber descubierto indicios del estilo que puede tener este Deportivo, esa característica que todos sus equipos han tenido hasta la fecha pero que se resiste en esta aventura coruñesa.

Cierto es que el tema del esquema aún está en proceso de probaturas (el número de centrales, sin ir más lejos), pero en los últimos dos encuentros ante el Málaga y los propios ilicitanos el Dépor ha mostrado un plan de juego continuista y centrado en la tranquilidad a la hora de tener el balón, buscando siempre el pase fácil y evitando cualquier precipitación que implique su pérdida. De hecho, el número de posesiones que ha tenido Fabricio entre estos dos choques ha sido impropia de un portero, todas ellas facilitadas por el defensa de turno que en esos momentos no encontraba ninguna opción para superar la presión rival. A la vez, las individualidades de los futbolistas con más clase de la escuadra blanquiazul (los Fariña, Cavaleiro...) se encargan de marcar la necesaria diferencia revulsiva.

Aunque el proceso de implantación de este plan aún está en fase de pruebas, la noticia de que el Dépor comience a enseñar cosas de estilo propio significa un soplo de aire fresco dentro de un equipo que hasta hoy jugaba con una baraja de cartas diferente en cada partida.

De decisión arriesgada a pilar básico

El hombre que menos protagonismo prometía en verano continúa dándole puntos al Dépor. Ni el propio Fabricio hubiera imaginado este cambio radical de situación en los momentos en los que Germán 'Poroto' Lux era el dueño y señor de los tres palos en el equipo de la ciudad de Hércules, pero el insatisfactorio rendimiento del argentino y el riesgo tomado al mandarle al banquillo han dado unos frutos cada vez más positivos que se muestran jornada sí y jornada también.

Foto: EFE.

El canario ha pasado en dos meses del típico ostracismo de los porteros suplentes a la felicidad absoluta al agenciarse la titularidad, ganada gracias a terceros pero mantenida por méritos propios. El pasado lunes, el ex del Fabril demostró una vez más la acertada decisión que en su momento tomó Víctor Fernández al realizar dos atajadas de nivel. Así, al colosal día del Espanyol se le suma ya la actuación contra el Elche, salvando en un minuto una victoria que en las milésimas de segundo en las utilizadas por los ilicitanos para armar la pierna parecía ya arrebatada.

Por primera vez en muchas temporadas Riazor entonó el "¡Selección!".

¿Indicios de reconciliación?

Después de lo vivido en la anterior jornada con los gritos de "dimisión" mientras el equipo caía derrotado, ríos de tinta se escribieron conjeturando el posible comportamiento de Riazor; y la actitud del público el pasado lunes dejó sensaciones diversas a la vez que confusas. A pesar de las peticiones expresas dirigidas a ese sector basadas en animar los noventa minutos, una vez más una parte de la casa del Dépor pidió a gritos el abandono de Tino Fernández mientras que la otra contestaba con unos pitidos cada vez más generalizados, provocando una mini-guerra dialéctica entre dos bandos. Hasta que marcó el Dépor.

Fariña no solo puso por delante a su equipo en el marcador, sino que logró calmar el ambiente en la grada recordándole lo verdaderamente importante que estaba pasando en ese momento: la lucha del Deportivo por huir del descenso. A partir de ese momento, Riazor se convirtió durante una hora en aquel hogar de la gente comprometida con su equipo, que pregonó los cánticos clásicos de animación tentando sustituir en la medida de lo posible el vacío dejado por la ausencia de los Blues. Y el Dépor ganó.

Los más optimistas pensarán que es el comienzo de la vuelta a la normalidad, y los pesimistas lo calificarán como un hecho aislado, pero que Riazor volviera a ser por unos momentos aquel de antes fue tan o incluso más valioso que la victoria.

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