Rondaba el final de octubre y el deportivismo celebraba la imponente victoria conseguida frente a un Valencia por aquel entonces invicto a la vez que rezaba por que el cambio radical de rendimiento no fuera flor de un día, pero la siguiente jornada ante el Espanyol y el milagroso empate conseguido devolvieron a los blanquiazules a la realidad. Es un guión de hace exactamente dos meses, pero que cuadra perfectamente con lo vivido esta semana.

Tras el importante triunfo contra el Elche de Fran Escribá (eso sí, con una autoridad bastante menor) los más optimistas visualizaban nuevamente en la lejanía un giro de 180 grados dentro de la actitud del Dépor, y una vez más otro rival se encargó de trasladar a los de Víctor Fernández a los terrenos a los que pertenecen: los de los mortales y, por qué no decirlo, los de los mediocres. Desde luego, la actuación demostrada el domingo en El Madrigal no invita a otras conclusiones algo más positivas.

Opuestos

Aunque en el momento del visionado del partido no se notara ni un ápice, el Dépor se enfrentó en El Madrigal a un equipo que en estos momentos está disputando su segunda temporada en Primera después de sufrir un descenso de categoría. Desde luego, la diferencia entre el Villarreal y el Deportivo a la hora de afrontar sendas vueltas a la Liga BBVA es tan radicalmente diferente que da que pensar. El Submarino Amarillo, como el Dépor, logró volver a la máxima categoría del fútbol español inmediatamente después de caer relegado a Segunda; pero, ¿por qué sus trayectorias siguientes a esta hazaña son tan poco similares? Si los de Castellón utilizaron algún tipo de fórmula secreta, la buena organización (algo que los coruñeses no tuvieron) presentaría un papel importante.

Así, mientras los amarillos logran clasificarse para competiciones europeas en su regreso, los deportivistas sufren un segundo descenso y un camino que en caso de no mejorar puede llevar a otro; con una diferencia de nivel de plantilla tan grande que resulta absurda (así, mientras en Coruña se suspira por un Cavaleiro, en Vila-Real gozan de Gio Dos Santos) y una planificación de fútbol base envidiada en todo el país que continúa dando perlas como Trigueros o Moi Gómez; por no comentar las diferencias del aspecto económico de uno y otro fruto de las muy distintas gestiones del pasado reciente y no tan reciente.

Desde luego el domingo no solo se presenció un encuentro entre un conjunto de nivel europeo y otro de medio-bajo, sino una muestra de lo que ocurre al afrontar los mismos problemas de diferentes maneras.

¿Y Juando?

En un jugador de su tipo se puede achacar una mala actuación simplemente a un día aciago, pero cuando este lleva ocurriendo ya varias jornadas es evidente que pasa algo más. En Vila-Real Juan Domínguez volvió a estar desaparecido durante todo el tiempo que estuvo jugando, sin aportar nada en ataque ni defensa; igual que ocurrió contra el Málaga en Copa, el Getafe en Liga... Y lo que es peor de todo, hace perder al equipo una figura de organización importantísima. ¿Qué es lo que le está pasando?

Es una evidencia que el Juan Domínguez de hace tres, dos y un año está a años luz en rendimiento al de ahora, cuando el de Pontedeume debería estar en teoría más aclimatado a la Primera que en la última temporada. Con este mal rendimiento, por si fuera poco, todas las opciones que ha probado Víctor Fernández han resultado decepcionantes y dejan un mediocampo irregular. ¿Se recurrirá al mercado de invierno, o por el contrario se seguirá trabajando en las posibilidades actuales?

El caso Wilk

Si la falta de una idea de juego y de estabilidad deportiva puede personificarse en alguien, ese sería Cezary Wilk. El polaco ha pasado ya varias veces por las dos situaciones deportivas en las que se puede encontrar un jugador, siendo en verano y principio de temporada un cero a la izquierda y a partir del encuentro del Valencia una pieza fundamental. Sin embargo, el ex del Wisla Crackovia y del Korona Kielce afronta ahora dos choques seguidos partiendo desde el banquillo. ¿Qué es lo que ocurre con Wilk?

El inigualable trabajo físico y defensivo que sin dudas ha realizado siempre que ha gozado de oportunidades cuenta más como un pro para su continuidad que como un contra, pero la repentina confianza de Víctor Fernández en Álex Bergantiños ante Elche y Málaga le ha relegado de nuevo a un papel secundario que de ninguna manera se merece. Las preguntas son: ¿ha hecho Wilk algún demérito que haya provocado su suplencia, o es Bergantiños el que de alguna forma se lo ha ganado? Tomando como base lo visto en el césped, desde luego, no se puede responder a estas preguntas con garantía de acierto.

La incógnita que se presenta ahora es si el técnico maño continuará con el experimento del canterano para afrontar su tercer ultimátum de la temporada o si por otro lado apostará por el curro del de Polonia para detener a los Mikel Rico y Beñat. El 3 de enero lo veremos.

Erre que erre

Cuando un nombre como el de Fabricio aparece como el más destacado semana sí y semana también hasta el punto de encontrar dificultades para buscar adjetivos que no se hayan utilizado ya, es porque está haciendo algo realmente importante en el Dépor. En este caso, El Madrigal fue el espectador de la enésima mañana de gloria del ex fabrilista, que se las hizo pasar canutas a Vietto, Jonathan Dos Santos y Uche durante todo el partido. Y a pesar de recibir tres goles (porque al ser literalmente asediado algunos tienen que caer), su papel fue vital para evitar una goleada de escándalo como las que el Dépor ya sufrió ante el Real Madrid y el Sevilla.

Este apartado del análisis podría ser bastante más largo si así fuera propuesto, pero se repetirían tantos elogios y reconocimientos ya utilizados que no haría más que caer en la redundancia. Pero hay una cosa que sí debe ser repetida hasta la saciedad, que a la vez es buena y mala porque refleja el pobre rendimiento actual del conjunto: Fabricio es el Dépor.

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