El Deportivo sucumbió ante un Barcelona especialmente inspirado en el que volvieron a destacar ls inquebrantables máximas de su fútbol: presión asfixiante y una rapidez endialada en el movimiento de la pelota. El castigo pudo ser excesivo para los coruñeses, que sin desarticularse como bloque, cedió cuatro tantos después de un encuentro que no dio lugar a equívoco desde su planteamiento inicial. La pelota se vistió de granate y azul, por lo que poco pudieron hacer los locales ante el exigente ritmo que los barcelonistas imprimieron en cada uno de sus pases, desmarques, centros y remates.

Víctor Fernández se propuso frenar la continuidad del juego en el Barça, para ello ha decidido apostar por una linea de cinco centrocampistas e impedir que el balón llegue limpio al punzante tridente de los de Luis Enrique. Bergantiños y Juan Domínguez, siguiendo la línea de los últimos encuentros, formaron junto con Medunjanin, dejando los flancos para Cavaleiro y el exculé Isaac Cuenca. De nuevo ha quedado sin alinear el polaco Wilk, que en los últimos partidos no ha maravillado al técnico aragonés, tras su gran rendimiento en el ecuador de la primera vuelta. La punta fue para Oriol Riera, mientras que la defensa estuvo poblada de los cuatro habituales.

Soberbio en el planteamiento y la ejecución, el Barça salió enchufado y convencido a un renovado Riazor. Luis Enrique consiguió refrescar la plantilla con las rotaciones ante el Elche en el encuentro copero de esta semana. Las citas importantes están aquí, la lucha por la Liga y la Champions se debaten en estos meses de fatigoso calendario, dos partidos por semana y los errores cada vez pesan más. Es en encuentros menos exigentes donde los campeones acostumbran a perder puntos, incapaces de mantener la concentración y la exigencia física.

Tras un par de jugadas, en las que el Barcelona ofreció algún respiro, el Deportivo volvió a encontrarse a merced del endiablado ritmo de juego de la máquina barcelonista. Medunjanin y Juan Domínguez no estuvieron a la altura en rapidez física ni mental de las luces de un mediocampo cómodo y serio en el que Iniesta volvió a brillar, manteniendo ese ángel y magia en casi todas sus actuaciones, en la fluidez de sus movimientos y regates. Pocos minutos le bastaron al manchego para colarse hasta la cocina deportivista por medio de una jugada marca de la casa, en la que Juanfran sucumbio ante sus impecables driblings. Supondría el preludio del primer tanto visitante porque en la siguiente jugada sería Messi el que remate con dulzura un grandísimo centro de Rakitic para perforar la red de Fabricio.

El argentino crea y refrenda sus propias ideas, las origina y las finaliza. En el mundo del fútbol no es habitual encontrar un personaje que se erija como director y ejecutor de una orquesta que vio en A Coruña cómo las malas sensaciones se esfumaban tras una actuación individual en el planteamiento pero coral en la ejecución. El balón fluyó y, mediante presión extrema, las recuperaciones fueron instantáneas para llevar la pelota a los últimos metros del campo. Antaño, la mirada de los centrocampistas del Barcelona acostumbraba a dirigirse hacia los laterales, explotando la amplitud del campo; sin embargo, en esta etapa de Luis Enrique, buscan desesperadamente a la delantera para llegar al área rival con la mayor presteza posible. Prueba irrefutable fue la jugada de Neymar, tras profundo cambio de orientación, que posibilitó a Messi una ejecución impecable en el segundo tanto al superar al cancerbero local en medio metro cuadrado.

Los pocos argumentos ofensivos del Deportivo nacieron de las botas de Cavaleiro que, con su juego eléctrico, consiguió superar con maestría a más de un rival. El portugués dejó en evidencia a Piqué con un sombrero al borde del área que no consiguió materializar al disparar desviado con la zurda. Por lo que fue la frescura del internacional sub-21 la que motivó las escasas aspiraciones de los herculinos de cara a la puerta rival; aunque Víctor Fernández no tuvo más remedio dar entrada a José Rodríguez por el inspirado portugués, tras presentar unos problemas en el abductor. El de Zaragoza se vio obligado apostar por un Medunjanin apático y agarrotado hasta en lo que más le gusta: las jugadas a balón parado. El bosnio desbarató las pocas opciones cerca del área, a excepción de un remate de Sidnei hacia el área pequeña que Mascherano consiguió desbaratar con solvencia.

Tras el descanso, el Barcelona se presentó aletargado y el Deportivo lo aprovechó generando la mayor parte de sus ocasiones. José Rodríguez demostró que debía estar en el campo al presionar con ahínco y ofrecer grandes alternativas a sus compañeros. Se ofreció, robó y recorrió una gran cantidad de metros con las que el Dépor consiguió estirarse durante unos minutos y mantener con garantias la posesión del balón. Las bandas se dilaron facilitando las internadas de Luinisho y Cuenca. El exbarcelonista se echó el equipo a la espalda y se perfiló como baluarte en ataque pero no encontró socio alguno con el que materializar las pretensiones coruñesas. La intensidad fue diluyendose poco a poco hasta que Messi convirtió por tercera vez dejando a los de Víctor Fernández malheridos y en la estacada.

Lucas regresa

La parte positiva, el regreso de Lucas Pérez. El coruñés parece dejar atrás su problemas físicos y viste por primera vez la zamarra blanquiazul desde el mes de octubre. El presidente ya dijo que tenía una lesión extraña en la rodilla cuya recuperación se materializó a un ritmo paquidérmico. Lo primordial era evitar el quirófano, por lo que los responsables sanitarios del Deportivo tuvieron calma y llevaron a cabo un restablecimiento seguro. Disfrutó de apenas diez minutos, pero Lucas volvió a sentirse arropado por la afición de su tierra y el calor de un club referencia desde su infancia. Tuvo la oportunidad de coger ritmo y desentumecerse de la escasa continuidad que ha podido tener pero el partido remató por completo al introducir Sidnei la pelota en su propia portería tras un despeje de Lopo en el área pequeña.