Dentro de la situación de una Liga desigualada hasta niveles insultantes, equipos recién ascendidos como el Deportivo ya cuentan las visitas al Bernabéu y el Camp Nou como derrotas. Sin embargo, la imagen dada en esos partidos es un aspecto que va independiente al resultado, y si en la ida (la del famoso 2-8 de Riazor) el Dépor demostró ser un muñeco de trapo, en Chamartín dio un golpe en la mesa que por razones de la diferencia de calidad no terminó en nada productivo, pero sí positivo anímicamente por la gran cantidad de problemas generados a los hombres de Carlo Ancelotti, esos que en la uña de un dedo tienen más capacidad que 15 equipos de Primera División. A continuación, las claves de una derrota que refuerza al Deportivo.

El último bastión de la bonanza

Su presencia en el césped tuvo más significación sentimental que futbolística, pero todos estarán de acuerdo en que el mérito de Manuel Pablo es inconmensurable. Con 39 primaveras recién cumplidas todo el mundo pensaba que las bajas de Sidnei e Insua le asegurarían la titularidad a Borja López, hasta que Víctor Fernández decidió darle un voto de confianza en la rueda de prensa previa al partido al veteranísimo lateral, que esta vez se colocó en el centro de la defensa. Su actuación, teniendo en cuenta las circunstancias, fue el reflejo de sus otros diez compañeros; llena de dignidad y del sacrificio tan típico de su juego.

Sufrió en algunos tramos, como cabía esperar debido a su alta edad y la magnitud del rival, pero Manuel Pablo supo mantenerse y aportar al equipo de cualquier forma posible: persiguiendo a madridistas bajo sus posibilidades físicas, despejando balones... Pero sobre todo ejerciendo de capitán, trasladando órdenes al resto de defensores y actuando como 'representante oficial' del equipo ante el árbitro, los medios de comunicación...

Son tiempos que ya empiezan a quedar lejanos, aquellos en los que el Deportivo era siempre un candidato a ganar la Liga o la Copa, pero la presencia del canario en el Santiago Bernabéu hizo recordar por algunos momentos a la gran época de los herculinos. Manuel Pablo, uno de los exponentes inconfundibles del gran Dépor (que anunció su retirada del fútbol hace menos de una semana), revivió gracias a su titularidad y la buenísima imagen del equipo la inolvidable etapa de alegrías y de bonanza de Arsenio y Jabo Irureta. Algo que, a pesar de la derrota, muchos deportivistas agradecerán. Seguro que más de uno desempolvó sus viejas cintas de vídeo de la final de Copa del 95, del Dépor - Espanyol y el Centenariazo tras el partido.

El Cuenca esperado

El deportivismo ha tardado vuelta y un poco más en ver al Isaac Cuenca por el que suspiraba en verano del 14, el que destacaba en el Barcelona y echó la puerta abajo de Guardiola para meterse en sus planes, pero como suele decirse, más vale tarde que nunca. El de Reus, criticado por su individualismo sin resultado, completó un partido redondo en el Bernabéu en el que solo le faltó el gol: ayudó al equipo en el ataque siendo uno de los mejores exponentes ofensivos, contribuyó a la creación de juego... En definitiva, el jugador que todos esperaban ver apareció al fin.

Pudo ser por la motivación extra de un partido como el que era, por un cambio de actitud, alguna charla con sus compañeros o Víctor Fernández... Pero fuera como fuera, es evidente que el cambio a mejor del Dépor le ha afectado directamente a él. En sus tres últimos partidos ha dejado de parecer ansioso y de fabricarse él solo sus jugadas para contribuir y convertirse en una pieza más del nuevo y exitoso engranaje del técnico. La próxima prueba de fuego vendrá en el derbi, donde se verá si esta tendencia continuará o se estancará.

Derrota, pero con cara y cruz

Se puede perder 2-8 y se puede perder 2-0. Caer siendo humillado y caer con dignidad y buena imagen. Esa es la gran diferencia que define el cambio radical de rendimiento y forma del que ha disfrutado el Dépor en los meses entre un partido y otro. En el Bernabéu, los de Víctor Fernández parecían conscientes en todo momento de que con atrevimiento y ganas podían hacerle mucho daño a un Real Madrid que llegaba mermado psicológicamente, y en un tramo de la primera parte y la gran mayoría de la segunda su juego se centró en atacar a los blancos a la mínima, pero siempre con cautela y previniendo las efectivas contras lideradas por la BBC (para los nuevos: el tridente de ataque Bale, Benzema y Cristiano).

La derrota cayó igual, como cabía esperar, pero la sensación de la afición no fue la misma que la de hace varios meses, eso está claro. Los blanquiazules lograron poner entre la espada y la pared a un equipo netamente superior (siendo generosos en el adjetivo) que solo ganó por las individualidades de sus afamadas estrellas, y ese es un precedente que debería servir para fortalecer aún más a Víctor Fernández y la idea de fútbol que por fin ha empezado a salir a la luz tras una primera vuelta vagando por el desierto. El optimismo por la salvación continúa.

Y ahora, el derbi

Los del Celta son los dos primeros partidos que todo deportivista mira en el calendario nada más salir a la luz, y es por algo. Cada derbi, sea en Riazor o en Balaídos, evoca fútbol puro; y si los dos equipos llegan en estados de forma tan buenos como los que gozan ahora el espectáculo está asegurado, después de sendas buenas imágenes contra los grandes equipos de Madrid, aunque los resultados de los dos choques fueran distintos.

Muchas son las preguntas, dudas y consecuencias que se resolverán el sábado 21 a las 23:50 dentro del seno del Deportivo. Todas ellas, referentes a la ruta a seguir en las próximas jornadas: ¿en caso de derrota, seguirá habiendo margen de maniobra para afrontar compromisos venideros con tranquilidad? ¿O acercará nuevamente a los herculinos a la zona de descenso? Y en caso de victoria, ¿será fiel al rendimiento y la filosofía de juego mostrada en las últimas tres semanas?

Pase lo que pase, y recurriendo a los tópicos que se suelen utilizar en estos casos, los derbis nunca son tres puntos más. Son inyecciones de adrenalina si acaban en victoria, y golpes en la cara si resultan ser una derrota. Son ambiente, tensión y sobre todo fútbol. Riazor vivirá una fiesta dentro de una semana, y en Coruña se reclama ser su protagonista. Se verá.