Fue el encadenamiento definitivo de todo lo que podía salir mal. El miedo del más desconfiado, representado en un campo de fútbol. Sin duda, la derrota frente al máximo rival en el propio feudo es siempre un golpe duro y con consecuencias, como mínimo, anímicas. El 0-2, además de justo, a pesar de comenzar con dominio local en los primeros quince minutos, terminó siendo corto por los últimos instantes en los que los hombres de Víctor Fernández parecían haberse declinado a defender. ¿Cómo de clave fue la expulsión de Alberto Lopo? ¿Cuánto de trascendente el fallo de Oriol Riera? A continuación, el análisis de los aspectos más destacados que nos dejó O Noso Derbi desde el punto de vista del Deportivo de La Coruña.

Lo que pudo ser y no fue

Lo tenía todo para ser una de las figuras del partido, pero no. En los análisis previos al momento de la verdad, el hecho de que Iván Cavaleiro tuviera enfrente a Sergi Gómez en vez de a Hugo Mallo por la lesión de éste constituía uno de los presumibles grandes puntos fuertes del Deportivo en el derbi, pero el portugués no supo aprovechar su superior desborde y velocidad. Cavaleiro, pasado de revoluciones en algunos instantes del encuentro, tuvo uno de esos días que todo jugador de banda odia: regates sin éxito, carreras sin resultados, pases imprecisos... Pudo serlo todo, salir como un héroe. Pero no lo aprovechó.

Si había alguna razón convincente por la que confiar en Cavaleiro, esa residía en las buenas actuaciones que había protagonizado en las últimas semanas. Siempre con peligro, dentro de un nivel relativo, cada vez que tocaba el balón ocurría algo. Sin embargo, Sergi Gómez, el central colocado en el lateral diestro y caracterizado por una nada destacable velocidad, logró neutralizarle y convertir su presumible día de gloria en una pesadilla particular. Su sustitución en el minuto 68 resultó más que justificada, ya que no fue su día en ninguno de los aspectos, de hecho Hélder Costa hizo igual o más que él en sus primeros cinco minutos dentro del campo. No tuvo suerte ni siquiera en lo más sencillo. Su próxima oportunidad, ante el Almería en Andalucía.

Ni uno ni otro

Era una de las grandes dudas de Víctor Fernández, la de la banda derecha: ¿continuidad para Isaac Cuenca tras su gran partido en el Bernabéu o vuelta a la normalidad con José Rodríguez, que retornaba después de dos partidos ausente? El técnico aragonés decidió decantarse por la segunda opción, pero le salió mal. Rodríguez, cedido por el Real Madrid, pasó absolutamente desapercibido los 55 minutos que jugó y su aportación tanto en ataque como en defensa fue casi nula, viéndose superado por un Jonny que le neutralizó de la mejor de las maneras. La presumible solución esperaba en el banquillo de suplentes, y Víctor Fernández no esperó mucho tras el descanso para darle entrada. Si una de las opciones no había funcionado, la otra debía de salir bien.

Pero no. La inclusión de Isaac Cuenca no aportó nada diferente a lo que había ofrecido José Rodríguez, y tras pasar sendos ratos en las dos bandas (se colocó en la izquierda antes de la entrada de Hélder Costa) Riazor se dio cuenta de que el catalán no cambiaría en nada la mala noche a no ser que ocurriera una jugada más que aislada que, tal y como se esperaba, no apareció. De esta manera, la duda sigue vigente para el encuentro frente al Almería. Después de las malas actuaciones de los dos jugadores, ¿por qué jugador optará el entrenador esta vez?

De poca seguridad a ninguna

Alberto Lopo ya tenía detractores, pero desde el sábado seguro que el número aumentó rápido. Su expulsión, demasiado previsible después de la amarilla que vio en la primera parte, terminó de debilitar a una defensa que no tuvo el mejor de sus días, que fue especialmente débil en los contraataques (de hecho el primer gol viene de uno en el primer minuto) y que después de la mencionada expulsión aún se pregunta cómo es posible que su equipo solo hubiera encajado dos goles.

Y es que después del tanto de Larrivey, cada ataque del Celta convertía el partido en lo más parecido a una pachanga de amigos. Tres contra otros tres, tres contra dos... Las preguntas de las que difícilmente se encontrará una respuesta son varias. ¿Por qué Víctor mantuvo a Lopo en el campo tras el descanso? Con 0-1 se comprendía el afán atrevido por la búsqueda del empate, ¿pero por qué después del 0-2 no se completó la línea de la defensa con otro hombre para evitar una humillación que milagrosamente no ocurrió? Y por último, teniendo en cuenta las dos preguntas anteriores, ¿por qué Insua no jugó ni un minuto?

¿Qué pensar de Riera?

¿Vale la pena un delantero trabajador y activo que frente a la portería no haya terminado de tener éxito? La pregunta de si Oriol Riera es el delantero de aporte diferencial que necesitaba el Dépor aparece en cada vez más bocas. Desde que debutó en el Ciutat de Valencia hace ya varias jornadas, el catalán ha demostrado que no es el típico delantero islote que espera a recibir balones, todo lo contrario: se retrasa hasta zona de tres cuartos, incluso medio campo, para ser una opción más de pase; baja balones aéreos... Sin embargo, su evidente falta de acierto en el gol (cero dianas desde el debut), propone un lado negativo al papel de Riera. Ante el Celta, este defecto apareció en sus máximas facultades.

El tremendo fallo que protagonizó después del rechace de Sergio en la jugada más peligrosa de los deportivistas fue, como dice el más que utilizado tópico, un jarro de agua fría que marcó el resto de su partido. Aún analizándolo en frío parece imposible que esa pelota no terminara dentro de la portería. El propio Oriol Riera, según las informaciones de diversos periodistas, acabó tocado moralmente tras esa acción en la que pudo cambiar radicalmente el devenir del partido.

Pero desde la medianoche del sábado, el objetivo de ganar al Almería debe ser la principal prioridad y el gran motivo de trabajo de él y de sus compañeros. En Andalucía, Riera tendrá una nueva oportunidad para estrenarse definitivamente como goleador ante un rival directo por evitar el descenso a Segunda División, para al menos redimirse lo más posible de su mala suerte en el derbi.

34.000 en uno

Todo el mundo esperaba algo de él, tal vez demasiado. Lucas, gran protagonista del partido en términos sentimentales, no fue capaz de salvar al Dépor de la derrota; pero no será porque no lo haya intentado. El coruñés mostró una motivación fuera de lo común en algunas jugadas del partido, como en la que cogió el balón en la divisoria e hizo una carrera por la banda derecha hasta forzar un saque de esquina. Además, consciente de que podía arreglar el desalisado, intentó de todo para marcar, pero sus disparon acabaron o desviados o en los guantes de Sergio Álvarez.

Suele utilizarse mucho la expresión del jugador número 12 para referirse a una hinchada, por lo de que su apoyo ayuda tanto como un futbolista extra en el terreno de juego, pero en este caso es muy posible que los deseos y frustraciones que ésta sufrió durante los noventa minutos estuvieran representadas en Lucas. El jugador de la afición estaba ahí abajo, intentándolo todo, y sufriendo a cada fallo y a cada gol rival. El propio Lucas, más que reconocido hincha del Dépor, admitió la superioridad del Celta con total deportividad, como la amplia mayoría de los 34.000 blanquiazules presentes en Riazor.

Tras la marcha del histórico número 21 el deportivismo necesitaba un ídolo, una figura en la que depositar toda su confianza, y a pesar de llevar poco más de medio año en el club Lucas está recorriendo el camino para convertirse en él. Dos millones y medio de euros son muy baratos por un jugador que además de aportar futbolísticamente aporte en estos sentidos. Ya dijo Tino Fernández antes del mercado que la entidad podía dedicar algo de dinero en traspasos. ¿Por qué no un esfuerzo económico en mantener a Lucas?