Obviando una vez más lo que ocurrió en la grada y en los aledaños, últimamente el Dépor no ofrece más que sufrimiento y disgustos a la gente que le sigue. El domingo fue un día más de esos que el deportivismo quiere olvidar más pronto que tarde pero, con todo, en el césped se libró un partido que acabaría con empate sin goles, pero sí con cosas que analizar.

Un debut esperanzador

Había llegado un momento en el que Diogo Salomão era ya considerado como un cero a la izquierda en lo que a aportación se refiere. Aún convaleciente de la lesión de rodilla que sufrió hace justo un año contra el Hércules en Riazor, el portugués había vuelto por cuarto año consecutivo a Coruña con la intención de estar listo "por noviembre, más o menos". Pero llegó, luego diciembre, seguido de enero y febrero, y 'Salo' aún no había jugado más que en unos minutos escasos de la vuelta de Copa contra el Málaga, en los que por cierto no lo hizo nada mal cada vez que tenía el balón. Teóricamente recuperado desde enero, semana más semana menos, lo que aún no había conseguido el portugués era la confianza de Víctor Fernández; pero el domingo demostró que aún tiene tiempo y razones para decir algo en lo que queda de temporada.

'Salo' entró por Luis Fariña al cuarto de hora de la segunda mitad, provocando la alegría y el aplauso unánime de la afición que tanto le quiere, y más tarde una sensación de ilusión que supo a gloria. El luso le recordó a Riazor su verticalidad, explosividad y rápidez, además de ganas de hacer algo en esta temporada de una vez por todas. La media hora que estuvo en el césped sirvió para convertir su banda izquierda en el carril principal de ataque del Deportivo, en el que se gestó la mayoría de ocasiones de la segunda mitad de encuentro.

Ahora, ¿servirá esta actuación para convencer definitivamente al mismo Víctor Fernández que pasó de él durante semanas y, como mínimo, hacerle formar parte de las convocatorias? Quedan diez partidos por jugarse, y un elemento con motivación y revulsivo como es Salomão tiene todas las papeletas para ser positivo.

El cambio de Álex por Juan

Fue un auténtico antes y después, la sustitución de Álex Bergantiños. El coruñés, tal y como viene haciendo desde hace dos meses, volvió a ser una figura importante en el centro del campo del Dépor haciendo su trabajo de siempre e incluso participando en labores creativas (el pase que dejó a Cavaleiro solo ante Casilla fue obra suya, por ejemplo). Sin embargo, cuando Víctor Fernández decidió sacarle del campo para dar entrada a Juan Domínguez acabaron las posibilidades de ataque del Dépor. Irónico, al tratarse el de Pontedeume de un centrocampista más ofensivo, pero cierto.

'Juando' anduvo desaparecido en los minutos que disputó, tocando un par de balones tan solo para dárselos al compañero que estaba más cerca, y sin resolver las dudas puestas sobre él por parte de algunos sectores de la afición. Lo que es indudable es que no logró hacer bien las tareas que le correspondían, pero ¿fue debido a un fallo de planteamiento del entrenador con respecto a lo que estaba pasando en el césped o simplemente fue una mala actuación individual? Juzguen.

"¡La portería está allí!"

Llega un punto en el que escribir de la evidente falta de gol del Dépor es hasta repetitivo, pero lo exagerado de este problema obliga a ahondar en el tema semana tras semana. Ante el Espanyol, los de Víctor Fernández volvieron a dejar escapar una victoria que, en caso de haber tenido solo un poco más de acierto en jugadas que futbolistas de Primera División no deben fallar, hubiera dejado en una posición relativamente tranquila al equipo coruñés. Desde luego, que tras 28 jornadas de Liga solo se hayan anotado 23 dianas (bastante menos del gol por partido) y aún así se esté fuera del descenso es un hecho digno de estudio.

Decir que el domingo el Deportivo fue una apisonadora y una fábrica de ocasiones sería mentir, pero no lo sería comentar que protagonizó dos jugadas que en circunstancias normales deberían haber acabado dentro de la portería: la de Oriol Riera (que con toda probabilidad debió acabar en penalti, por cierto) y sobre todo la de Iván Cavaleiro, que tuvo un tiempo de auténtico lujo para hacer cualquier finalización frente a Kiko Casilla, pero que terminó por no lograr darle al balón. Que el pichichi del equipo sea Lucas Pérez con cuatro goles (uno de penalti) habiendo jugado menos de una vuelta no hace sino insistir en la evidencia: el Dépor, como se suele decir, no le marca ni al arcoiris. Lo curioso del asunto es que hay equipos en la zona baja con aún menos gol. Dice mucho del nivel de esta competición.

Un punto tan positivo como frustrante

Pero la realidad de las consecuencias del partido sí que da que hablar. ¿Qué prima, la sensación de haber subido un puesto y haber aumentado la distancia con el descenso en un punto o la clásica de los dos puntos perdidos? ¿Sabe mejor el empate después de haber visto ante tus propios ojos que se pudo escapar en la increíble ocasión del espanyolista Javi López? Es todo cuestión de gustos, pero como se comentó al principio la realidad es una y solo una.

Y la realidad también dice que en estos quince días de parón liguero el Dépor tendrá que buscar fórmulas nuevas que le permitan salir a los partidos no solo con ganas de vencer, sino también con convencimiento de que se puede lograr. Los choques frente a Getafe en Madrid y Córdoba en Riazor son, como dice el tópico, auténticas finales que marcarán el camino de los coruñeses, y todo lo que no sean victorias provocarán una ansiedad excesiva que a día de hoy es lo peor que puede ocurrir en el Deportivo. Sobra decir lo que supondría un tercer descenso. El evitarlo está en manos de estos hombres.

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