Concentración y esfuerzo. Ese es el lema de Víctor Sánchez del Amo, un mensaje que puede interpretarse como la traducción victoriana del tan antiguo y manido “partido a partido” popularizado por el entrenador del Atlético de Madrid, Diego Pablo Simeone. Dos mensajes distintos pero que anclan su significado en dos principios fundamentales: inmediatez y constancia.

Inmediatez en centrar la atención del futbolista exclusivamente en el siguiente partido, y constancia para mantener un rendimiento alto durante las distintas fases de la temporada. Con ese mensaje y esos principios llegó el Dépor a Málaga, enfocado en reencontrar el juego con el que consiguió puntuar en San Sebastián y desdeñando reservar esfuerzos para el crucial partido que disputará contra el Elche el próximo Miércoles.

La variante Juan Domínguez

El Deportivo repitió el sistema de juego de jornadas anteriores, aunque es cierto que Víctor introdujo un par de variantes pensadas específicamente para este partido. No en vano, el estudio del rival y la adaptación del juego de su equipo a las cricustancias particulares de cada adversario es otro de los puntos básicos  del método de Víctor Sánchez. La principal novedad fue que el interior izquierdo fue ocupado por Juan Domínguez. Según Víctor, lo hizo para contener el juego entrelíneas del Málaga; lo cierto es que el resultado del experimento fue positivo. El canterano robó varios balones e interpretó muy bien su papel, sirviendo e apoyo ofensivo y defensivo tanto a Lusinho como a los centrocampistas. 

Planteamiento de resistencia

Una de las claves del partido fue que el Deportivo sobrevivió al feroz comienzo del Málaga. El conjunto andaluz acostumbra a acosar al rival durante el primer cuarto de hora y en esta ocasión, si bien no atacó con la vehemencia acostumbrada, sí que pasó por encima de un Deportivo al que le costó coordinar sus movimientos defensivos. En este tramo el Málaga tuvo la ocasión más peligrosa, un remate al palo de Juanmi aprovechando un error de colocación de la zaga mientras tiraba el fuera de juego.

El Dépor no consiguió enlazar dos pases seguidos hasta que dos errores consecutivos del Málaga en la salida del balón dieron lugar a sendas ocasiones de Lucas y Luisinho que espolearon al conjunto coruñés. A partir de ese momento comenzó a incrementar la posesión del balón, ocupando más territorio al tiempo que ganaba confianza en su juego, hasta el punto de dominar el partido durante buena parte de la primera mitad.

El fuera de juego, un arma de doble filo

El plan del Deportivo para anular el ataque malacitano se basó principalmente en tres puntos: secar las vías de pase entre los tres mediapuntas , utilizar el fuera de juego como arma contra los envíos hacía Amrabat y Juanmi (dos centellas) y obligar al Málaga a practicar un juego directo. Eso explica la ubicación de Juan Domínguez para reforzar el centro del campo. Durante buena parte del partido el plan funcionó y los delanteros malaguistas cayeron una y otra vez en fuera de juego. No obstante, la idea tenía su riesgo y en más de una ocasión el rival supo aprovechar el hueco dejado a la espalda de la defensa para generar ocasiones de peligro.

En cuanto al ataque, el Dépor alternó contragolpes más o menos bien llevados por Cavaleiro y Lucas con un buen número de incorporaciones de Luisinho. El lateral portugés completó un partidazo, cerró su banda, estuvo atento en las coberturas y atacó con veneno a su par. Sus subidas siempre llevaron peligro con sus llegadas hasta la línea de cal y sus centros. Una gran noticia para Víctor, ya que el juego deportivista crecerá si el luso ofrece su mejor vesrión. Sin embargo, una vez más el Dépor pecó de ineficaz, desperdiciando varias ocasiones claras para adelantarse en el marcador. No parece que ese mal tenga fácil solución.

Gran reacción al gol en contra

Amrabat mandó a la lona al conjunto de Víctor con un gran remate desde el borde del área. En ese momento, por la cabeza de muchos deportivstas pasaron las imágenes de los Villarreal, Getafe o Atlético de Madrid, partidos en los que el Deportivo se desmoronaba tras recibir un gol en contra. Sin embargo, en esta ocasión ocurrió como en San Sebastián, y el equipo tuvo una gran reacción. No sólo no se descompuso, sino que atacó con fe y determinación. Apenas había pasado un minuto desde el gol y Bergantiños ya dispuso de la primera oportunidad para marcar.  

El gol llegó de la manera más insospechada: a balón parado, una suerte hasta ahora inutilizada por el Dépor pero que es capital para el nuevo técnico herculino. El tanto de Oriol Riera, además, es el primero del jugador catalán que da puntos al Deportivo. A partir de ahí, el Dépor supo juntarse y sufrir, otro hecho diferencial a anotar en el haber blanquiazul.

El momento Fabricio

No obstante, más allá de tácticas y planteamientos, el factor individual siempre encuentra su momento para ser decisivo. En el caso del Deportivo, este año ese factor tiene nombres y apellidos: Fabricio Agosto. El portero realizó una impresionante parada en el descuento que salvó el empate. 

Como ante la Real Sociedad, el Dépor logró un punto trabajado. Sin realizar un encuentro superlativo, supo ser sólido, no se achantó e incluso dispuso de opciones para llevarse el partido. El partido también valió para acrecentar la sospecha de que el equipo juega más centrado fuera de casa y para levantar la moral del grupo tras la mala imagen mostrada en la derrota ante el Atlético la jornada anterior. Ahora llega el Elche, un auténtico test de estress que determinará la capacidad del Dépor para conseguir la permanencia. Para lograrla, más le vale aprenderse la lección "Victorcholista": partido a partido, concentración y esfuerzo.