Hay días del todo insospechados en los que, sin esperarlo, ocurren cosas inimaginables, acontecimientos para la historia que simplemente pasan. Y en el Camp Nou pueden comenzar a presumir un poco de eso porque, bajo el manto de la excepcionalidad, esta tarde el Deportivo dio la vuelta a un partido que, desde el comienzo, se antojaba inabordable. Tras la nula oposición que los de Víctor Sánchez del Amo ofrecieron durante la primera hora de encuentro, Messi introdujo el esférico en la puerta de Fabricio hasta en dos ocasiones. El pundonor de los coruñeses, que parecía no medrar bajo ninguna circunstancia, decidió presentarse esta tarde en Barcelona – por medio de un inesperado golazo de Lucas – para que Salomão, a diez minutos del final, brindase a los suyos el ansiado punto que necesitaban para salvar la categoría.

No mordió el Deportivo durante los primeros compases, parecía que no estaba decidido a hacerlo, arrojando su temporada a la suerte de otros equipos con mayores prisas. Los de Luis Enrique, a medio gas, plagados de suplentes – incluso el chico de la fiesta – y con la mirada puesta en las dos finales que le esperan frente Athletic y Juve, no salió a otra cosa que a deleitar a su afición con el ansiado título liguero, además de la despedida de un jugador que, en este país, brilló por encima de cualquier otro. Xavi Hernández, tras 17 años en el club de su vida, dejará de vestir la elástica blaugrana.

El desaliento de Bergantiños y la rabia de Lucas no consiguieron aducir la imprudencia de Víctor al no alinear ni un solo delantero centro

Siempre será feroz el Barcelona, aún con el freno de mano puesto, por lo que el esférico se tiñó de blaugrana y rodó con laxitud frente a las barbas de un Deportivo que esperaba no tener que despertarse de la siesta para sacar adelante la temporada. Poco tardó en inaugurarse el marcador, pues a los cinco minutos Messi se adelantaba a Lopo en un remate de cabeza tras letal contragolpe azul y grana. De manera casi simultánea, el Eibar se adelantaba ante el Córdoba para poner en el candelero a un Deportivo que comenzaba a rascarse la cabeza. El desaliento de Bergantiños y la rabia de Lucas no consiguieron aducir la imprudencia de Víctor al no alinear ni un solo delantero centro en una formación orientada a una posesión que ni los propios jugadores consiguieron vislumbrar.

Se conciben los descansos como período de autocrítica y reflexión, de retroceder un paso y abordar la situación con el fin de acometer lo que toda una ciudad ansía con fervor y orgullo. Pero no pareció ser momento idóneo para alientos y charlas rejuvenecedoras, pues los herculinos continuaron dóciles de manera eunuca para ser testigos del regalo que Neymar decidió brindarle a Messi. En un dos para uno, el diez se nutrió de la generosidad del brasileño para hundir la moral del conjunto coruñés. La afición resoplaba y un banquillo de luto, al que ya le colgaban la soga al cuello, asistiía incapaz a lo que parecía ser una lenta y profunda agonía.

Sinuosos designios

Será por verse enfrentados cara a cara con sus miserias, pero los jugadores del Deportivo experimentaron un repentino achaque de orgullo y comenzaron a comportarse como un equipo que se lo jugaba todo. Y así lo demostró Lucas Pérez, hijo predilecto de la ciudad herculina, con la rabia que desprendió su zurdazo al colarse el balón cual misil en la escuadra de la puerta culé. Los de Víctor Sánchez seguían dependiendo de si mismos, y restaba escasa media hora para defender con uñas y dientes la permanencia de un equipo convaleciente de batallas similares en cursos anteriores.

La estrategia coruñesa se tradujo en acoso y derribo y, aunque las limitaciones persistieron, Medunjanin consiguió levantar del asiento a unos pocos soñadores que se vieron arrastrados por el equipo hacia la ciudad condal. En una falta lateral, sin duda más fecunda para la asistencia, el bosnio estrelló la pelota en el travesaño con el guante de su pierna izquierda para lastrar la posibilidad de convertirse en héroe insospechado. Sin nada que perder, y con la gloria delante de sus narices, el Deportivo detentó con arrojo y valentía las pretensiones de mantenerse una temporada más en la máxima categoría. Y fue Salomão el elegido para ostentar el privilegio de pasar de un solo salto al imaginario colectivo de una afición apesadumbrada por la que se le venía encima. En una jugada embarullada, previo disparo de Haris, la pierna del portugués abofeteó el esférico del revés para superar una vez más a Masip y sublevar así el designio de un conjunto que súbitamente se hizo acreedor de su estancia en los cielos durante un año más.