Nunca nadie sabe cómo empezar a hablar de él. Quien se atreve siente pánico y un sudor frío recorre su nuca. Intentar explicar con palabras qué significa Juan Carlos Valerón para el mundo del futbol es como hablarle a alguien del Guernica de Picasso o intentar describir la sensación que produce la novena sinfonía de Beethoven. Todo es insuficiente. Al igual que con cualquier obra de arte, al futbolista de Arguineguín solo se le puede disfrutar. Nada de intentar explicarlo.

Los que le han visto con qué elegancia pisa el verde saben de lo que hablo. Irrumpió en una década donde el físico lo era todo, y nos mostró que al fútbol se podía jugar de otra manera. Y qué manera. Juan Carlos Valerón iba a otro ritmo. Su cuerpo parecía apetecible para los defensores pasados de revoluciones, pero lo que ellos no sabían es que Valerón ya no estaba, ya los había rebasado. Su privilegiada cabeza iba siempre un paso por delante y cuando la espadas estaban en todo lo alto, su cerebro solo tenía que dar la orden.

Numerosos delanteros se nutrieron -y siguen haciéndolo- de su clarividencia. El cuero raseaba el césped buscando al 21, y Roy Makaay prácticamente ya estaba celebrando el gol. El Olímpico de Múnich aún recuerda aquella noche, donde los defensores bávaros se pasaron la noche persiguiendo fantasmas, mientras el mediapunta canario se deslizaba por el césped. Correr es un verbo demasiado vulgar para él, ya que daba la impresión de que apenas tocaba la hierba.

Foto: VAVEL.

Porque campos como el Camp Nou, Santiago Bernabéu, Delle Alpi o Highbury han sido testigos de su magia. Algunos de ellos fueron derruidos o remodelados. Por ejemplo, Highbury Park ahora es un bloque de edificios de clase alta, pero nunca perderá su esencia. No lo hará porque la historia nunca olvida a sus héroes. Todos recordarán dónde estuvo y qué hizo el genio. Porque Juan Carlos Valerón ya era aplaudido por todas las aficiones cuando Andrés Iniesta peleaba por subir al primer equipo del Barça. Porque cuando los diarios hablaron del tacón de Dios en referencia a Guti, algunos recordamos que el talentoso canario ya había patentado aquella jugada en el Vicente Calderón. Porque él nos enseñó a amar este deporte.

Mientras el fútbol está monopolizado por astros argentinos y lusos y mareantes traspasos, Juan Carlos Varlerón Santana sigue jugando al fútbol. Sigue reinventándose. Peleando por ascender a Primera División con la U.D. Las Palmas, acoplado en un doble pivote sigue dando clases de fútbol, haciendo que una entrada te parezca barata si tienes la oportunidad de verle. El Mago cumple 40 años. Su tiempo en la élite se agota inexorablemente aunque algunos todavía recordemos sus grandes jugadas y pensemos: no te vayas nunca, Flaco.

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