Juan Carlos Valerón Santana aterrizó en A Coruña sin ruido, como quién no quiere la cosa. Como siempre ha hecho y seguirá haciendo, con humildad e intentado pasar desapercibido por allí por dónde lo lleva el destino. Nunca quiso creerse más que nadie ni tener el protagonismo, él no era de esos. Y aunque el mundo del fútbol quizás no le ha dado el reconocimiento que merecía, su talento si que ha sido reconocido por aquellos a los que de verdad les interesa el fútbol como tal: los aficionados. Prácticamente todos los estadios de España por los que ha pasado el de Arguineguín se han rendido a sus pies, han reconocido su talento y lo han expresado poniéndose en pie y aplaudiéndole.

El fútbol fue injusto con él, dos lesiones terribles lo alejaron de los terrenos de juego, situación que ya había vivido de cerca, cuándo su hermano se tuvo que retirar por culpa de ellas. Pero el canario no se rindió, luchó y volvió a ser el que era. Lo cierto es que ha llevado su calidad por media Europa casi sin darse cuenta, y muchos aficionados actuales, tanto del Dépor como de otros equipos, le cogieron "cariño" al club coruñés por culpa del Flaco, algo que han sabido recompensarle desde la grada. 

Porque durante la época de bonanza fue uno de los pilares del Deportivo, el juego del equipo en ataque giraba en torno a su calidad. Jugaba a otra velocidad, cómo si los segundos fuesen horas en su cabeza. Tenía tiempo para pensar su jugada, decidía con acierto y no precisaba correr ni un gran esfuerzo físico para dejar a Makaay sólo ante el arquero rival. Su visión de juego privilegiada se lo permitía. 

Su buena relación con el expresidente Lendoiro unido a que se sentía en A Coruña como en su casa, hicieron que estuviese en el conjunto herculino durante nada menos que 13 temporadas. En las que disputó 328 partidos y la friolera de 21362 minutos. Es el cuarto jugador de la historia del Deportivo de La Coruña que ha vestido la camiseta blanquiazul durante más partidos. En total anotó 24 goles y tan sólo recibió 12 cartulinas amarillas. Lo que demuestra su condición de jugador que practica un juego limpio y por su puesto nuncha ha sido expulsado.

El día que el Deportivo descendía a la Liga Adelante por segunda vez en tres años, fue uno de los días más tristes para el aficionado deportivista. No porque se tratase de un descenso, que de por sí ya es duro, sino porque se retiraba un caballero del fútbol de los que ya no quedan. El deportivismo lloraba y Riazor también. 

El fútbol le debe una y si es justo, debería permitirle retirarse en la Liga BBVA. ¿Y porqué no? Quizás enfrentándose a su "hermano" Manuel Pablo, ambos jugando con camisetas distintas pero con vidas paralelas. Habrá que confiar para ver si el fútbol es justo y permite que Juan Carlos Valerón siga deleitando con su clase por lo menos una temporada más.