Cádiz, Recife, Brest, Mariglianella, Mar del Plata y Caracas. Así a bote pronto no se encontraría una similitud entre estas ciudades, de no ser porque actualmente A Coruña sostiene un hermanamiento con cada una de ellas. Pero de todas las mencionadas es con Cádiz con la que mantiene un idilio que se remonta hasta la concepción de ambas urbes.

Dos calcos a vista de pájaro

La historia que comparten estas capitales se extiende más allá de lo casual. Cualquiera que haya visitado tanto Cádiz como A Coruña distingue el halo de misticismo que ha dejado en ambas urbes la figura de Hércules. Su nombre está plasmado en el faro más famoso de la provincia, la Torre de Hércules, y a su vez su figura tallada en mármol preside las estancias del consistorio gaditano.

No es Hércules lo único que comparten. Tanto Cádiz como A Coruña son ciudades que vistas desde un plano cenital comparten la orientación de sus muelles hacia Levante y sus playas apuntan hacia Poniente. Desde sus inicios, estas dos ‘amigas’ caminaron en sentido paralelo. Ambas colonizadas por Roma, fueron desde el siglo XIX dos grandes bastiones del liberalismo y más tarde del republicanismo español. En lo bélico, Cádiz posee su batalla de Trafalgar, mientras que A Coruña mantiene en su haber la batalla de Elviña, ambas guerras Napoleónicas. En lo arquitectónico, las dos poseen casco antiguo, un castillo, un majestuoso faro e incluso coinciden en lo religioso, puesto que se encuentran bajo el manto de la misma patrona, la Virgen del Rosario.

La historia de un primer contacto

Sin embargo y aunque las similitudes más evidentes se abren paso, siempre queda ese resquicio, esa historia por la cual nace un verdadero vínculo y que no se materializaría hasta dos milenios después. Se dice que el primer contacto real se gestó en el año 61 a.C, en un acuerdo entre Julio César, antiguo emperador romano, y Lucio Cornelio Balbo “El Mayor”, político y gobernante gaditano. Julio César tomó como base de operaciones Cádiz cuando éste fue enviado por el Senado romano a Hispania como propretor.

No tardó mucho en pertrechar una estrecha amistad con una de las más ricas personalidades de la capital, Lucio Cornelio Balbo. Julio César, fiel a su ambición, sólo pensaba en llegar a ser cónsul, una de las máximas magistraturas romanas. Y esta era su oportunidad para llegar hasta donde ningún emperador romano lo había hecho hasta entonces, Gallaecia. Con las naves proporcionadas por Balbo y abriéndose paso por Lusitania, desembarcó en A Coruña (antigua Brigantium). Desde allí logró extender uno de los mayores entramados comerciales de la época e iniciar una carrera meteórica hasta llegar a ser emperador de Roma.

En poco tiempo, A Coruña se convirtió en uno de los referentes en materia de comercio marítimo, tal y como lo demuestra la construcción de su faro. La llegada de Julio César y la influencia romana afectó a la forma de vida de los habitantes de la comarca, desde la lengua, la religión, la cultura, etc. Un asentamiento, provocado por la amabilidad de un gaditano, que fue prolongado en el tiempo. Siglos después, otro oriundo de la provincia de Cádiz se encuentra sumergido en un idilio con la ciudad, y curiosamente su cicerone es esta vez un gallego sediento por liderar la embarcación deportivista. Luis Alberto y Lucas Pérez simbolizan un hermanamiento entre culturas, y cada domingo se afanan en prolongar los tiempos de bonanza y situar el nombre de A Coruña de nuevo en el mapa.

Conexión gaditana-coruñesa

A modo de emperador llegó Lucas Pérez este verano a la ciudad herculina. Tino Fernández se vio en la obligación de rascarse el bolsillo y traer a su propretor particular a las filas del Deportivo de La Coruña. El de Monelos no tardó en acoger bajo su hombro a Luis Alberto para abanderar el proyecto de Víctor Sánchez del Amo. Como si se tratara de devolver el favor que Balbo le hizo a Julio César entregándole sus navíos, Lucas ha encontrado el cómplice perfecto para volver a ilusionar a la afición coruñesa.

Como si estuvieran predestinados para ello, no han hecho falta más que seis partidos para que esta conexión sea palpable. En su haber, el gaditano y el coruñés ya suman seis goles, dejando de manifiesto el buen momento que viven ambos actualmente. No hace falta más que ser un poco avispado para ver cómo se buscan, cómo se asocian y cómo las mayores ocasiones de peligro siempre se fraguan en las botas de estos dos futbolistas. La estela ascendente que sigue el Deportivo de La Coruña es en parte culpa del trabajo incansable que demuestran día a día Luis Alberto y Lucas Pérez. Como Balbo y Julio César.

Siete días para reivindicarse

No le hizo falta más tiempo a Luis Alberto para hacerse un hueco en el esquema de Víctor Sánchez del Amo. Ante el Rayo Vallecano y aún convaleciente de la lesión en el tobillo que sufrió en Mestalla, el de San José del Valle saltó al césped de Vallecas sin saber lo que el futuro le iba a deparar. 90 minutos después y con un gol y una asistencia a sus espaldas, Luis Alberto supo que esta temporada podría ser la de su consolidación, a diferencia de la pasada campaña en Málaga.

Siete días más tarde, y no contento con su brillante actuación ante el Rayo Vallecano, el fútbol le volvió a otorgar protagonismo. Con un Deportivo contra las cuerdas ante un sorprendente Sporting de Gijón, el canterano sevillista logró con un derechazo el tanto de la igualada antes de la media hora de juego. A pesar de la derrota, el gaditano redondeaba siete días de ensueño y dejó claro que no está de paso por la entidad coruñesa, sino que quiere demostrar la calidad que atesora a base de goles y descaro.

Más que un beso

Octubre del pasado año, Lucas Pérez estaba preparado para saltar el césped y debutar con el equipo de su infancia, el Deportivo. En ese mismo instante, el de Monelos jamás pudo imaginar lo que significaría ese momento. El Dépor jugó, ganó y sorprendió. Pero lo más destacado es que de esa victoria una figura salió reforzada. Lucas fue el encargado de abrir el marcador en aquella tarde soleada de octubre. En aquel momento, la ilusión de un niño que soñaba con jugar en el Dépor se convertía en realidad y se fundía en un beso al escudo de su vida.

Un año después, aquel niño de Monelos, es hoy el líder de todo un vestuario y de toda una afición. Cuatro goles en seis partidos que aúpan al Deportivo de La Coruña a puestos europeos, habitualmente frecuentados por equipos de otro calibre, como Valencia, Sevilla o Athletic Club. Algo impensable a estas alturas en A Coruña. Lo que comenzó con un beso sincero puede derivar en una bonita historia de amor, de esas en las que la felicidad inunda a ambos protagonistas, Lucas Pérez y Riazor, viviendo un idilio contínuo semana tras semana, domingo tras domingo. ¡Que se besen!

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