Se preveía un encuentro de alto standing entre Deportivo y Athletic, y estos no defraudaron. Uno por táctica, otro por fuerza, no dejaron de enseñarse los dientes en un partido que los leones tuvieron en su mano con goles de Williams y Aduriz. Pero el pundonor gallego salió a relucir en las botas de Lucas para rescatar un punto que por momentos se contempló del todo lejano.

No iban a dejar Deportivo y Athletic que la suerte de un partido vibrante se cobrase por anécdotas y destellos irrepetibles. Se encomendaron a la táctica y el buen hacer del conjunto para sacar algo positivo. Uno para volver a ganar y otro para seguir ganando. Lo encontró más el Athletic, con una presión trabajada y efectiva, para que Beñat y Williams se pudieran mostrar. Y así lo hicieron. Con jugadores incansables como Raúl García, espectorando el campo para que el ex del Betis pudiese hacer daño con pases entre líneas y a la espalda. Por algo andaba allí Aduriz, buscando las cosquillas de Sidnei, él que gusta de su juego y se presta para un baile.

Pero no lo vió claro Víctor, encontrando las costuras de su invento al alinear a Juan Domínguez y Cani, jugadores que pueden brillar, pero no en un encuentro de gran exigencia física. Lo acusó un Deportivo desdentado, a remolque de las ideas rojiblancas, llegando tarde a donde iba el Athletic. Tarde llegó a la volea de Williams, solo en el área, fusilando la puerta de Lux para poner cara a la torrija del Dépor. Creyeron reponerse los coruñeses, embistiendo con las intenciones de Juanfran y Luis Alberto, pero el gaditano se dió de bruces con el poste derecho de Iraizoz para impedir un gol que ya se estaba cantando desde la grada. Lucas penetró por banda cambiada y, tras un taconazo envenenado de Juan Domínguez, el ex del Málaga malogró una de las mayores oportunidades del encuentro. No sería la única, pues pocos minutos después estrellaría el balón en la cruzeta, ante la impasible mirada del portero.

Se esperaba una buena charla durante el descanso, pero de haberse dado no hizo demasiado efecto en los blanquiazules que, al igual que el inicio del encuentro, sucumbían ante la exigente presión que proponían los de Valverde. Querian mantener la posesión, dominar el ritmo del encuentro, pero se vieron superados por el guión que se estaba escribiendo. Víctor pretendió enmendar el roto dando entrada a Borges y Riera, pero Aduriz se mostró para doblar la distancia en el marcador con una sutil vaselina. Se dejó el tipo disputando el esférico con Sidnei, pero el delantero rojiblanco hizo lo de casi siempre.

No se las prometían muy felices en la grada de Riazor, hoy abarrotada, que veía a su equipo ceder ante la garra del equipo bilbaíno. Las ideas se mostraban espesas, y la táctica brillaba por su ausencia. No era la tarde del Deportivo. Pero fue entonces cuando su orgullo, cristalizado en las figuras de Lucas y Mosquera, comenzó a resarcirse apoyado en la concupiscencia de Cartabia. Fue precisamente él, en una buena jugada con Juanfran desde la derecha, el que brindó el esférico a Lucas para que, desde el absoluto vacío, se marcase una volea de escándalo a la media vuelta. Posiblemente el gol de la jornada, y puede que uno de los mejores de lo que va de temporada. Es la suerte de contar con un activo de ese calibre, un jugador franquicia capaz de sacar lo mejor en los peores momentos, cuando tu equipo más te necesita.

Pretendió reponerse el Athetic, que ya había dado refresco a los William y Raúl García, pero se vió sorprendido por el ímpetu herculino. Una suerte de fiereza que les daría argumentos para asediar el la puerta rojiblanca, abonándose a la épica que la cita les exigía. La facilitaron Fede y Fajr, que se dejaron ver en los últimos minutos para no dejar sus pretensiones en saco roto, pero terminó siendo Arribas, inquilino del área rival, el que con su testa superara a Gorka y sentase así las tablas de encuentro que todavía siente taquicardias.