El 21 de abril de 1988 nació en La Coruña un chico llamado Pedro. Este empezó a destacar desde chiquitín en dos deportes muy arraigados a su ciudad, el hockey sobre patines y el fútbol. Aunque lo tenía todo para triunfar en ambos, por suerte para el Dépor se decantó por el fútbol y se fue a la capital a empezar su carrera donde se formaría como jugador en la cantera del Real Madrid.

En Getafe y Elche se consagró como jugador de Primera División y tras el descenso del equipo ilicitano volvió a casa para jugar en su Dépor, aquel que había dejado cuando tan solo era un niño. Ha sido uno de los pilares de este ilusionante proyecto y junto a Lucas una seña de identidad, un jugador referente al ser ante todo un deportivista más.

En lo que respecta a lo futbolístico ha sido uno de los principales culpables de la gran primera vuelta que ha realizado el conjunto herculino. Se ha convertido en el dueño de la medular, distribuyendo el juego del equipo y siendo el cerebro que inicia el ataque blanquiazul. Aparte se ha destapado como un gran defensor aportando lucha y esfuerzo y robando numerosos balones por partido. Sin duda en Coruña ha crecido como futbolista.

Su buen hacer lo ha convertido en objeto de deseos de algunos clubes, entre ellos el Valencia que estaba dispuesto a pagar su claúsula, pero Mosquera lo rechazó. Esto ocasionó una tremenda ovación por parte de Riazor en el minuto 5, haciendo referencia a su dorsal, del último partido, el día que nació un ídolo.

Como explicó a través de un comunicado se quedó "por el cariño de la afición y de su ciudad". Es de agradecer que en este fútbol moderno donde los jugadores se mueven por dinero, donde les da igual jugar en China o en Qatar, que aún queden futbolistas que valoren su amor a unos colores y a una ciudad. Gracias es lo único que se puede decir a Pedro Mosquera, por ser un deportivista más y sobre todo por ser un futbolista fiel.