Esta tarde sucedió aquello que se dice de "entrenador nuevo, victoria segura", contigencia que en este caso pareció afectar más al adversario que al equipo intervenido, el Granada, que acabó por mojarle la oreja a un Dépor irreconocible que comienza a verse atrapado en una espiral de malos resultados. Tal y como se preveía del planteamiento, los nazaríes tiraron de jugada rápida para meterle mano a los de Víctor, erráticos en todas las líneas, y así comenzar a reconducir su deriva. Y cayó Peñaranda en el área deportivista, Juanfran evidenció en demasía su exceso y El Arabi no falló desde los once metros. El Deportivo apretó y se dejó ver por momentos, pero sin frescura ni acidez en sus argumentos.

No parecería una locura si a la directiva coruñesa le comenzase a chirriar la falta de victorias en este 2016. Los de Víctor parecen haber perdido la chispa en los últimos metros, y las líneas más retrasadas han perdido la fiabilidad de los primeros compases de la temporada. Todo ello ha restado solvencia a un Deportivo que comenzaba la Liga con una marcha más que el resto, coqueteando con los puestos europeos y haciendo sudar a los grandes para sacar algo positivo de sus enfrentamientos. Pero en los últimos encuentros los coruñeses se han visto desprendidos de osadías anteriores. cuando se creían grandes y capaces de todo a tenor de la excelencia en la táctica y una actitud deslenguada. No se le ven esos aires a un Deportivo que comienza a mirar para abajo.

El Arabi hizo los honores y no dejó lugar a réplica desde los once metros

Si el problema del Dépor es la mística, el del Granada es la aritmética, pero supo aprovechar el refresco del nuevo entrenador, José González, para levantar cabeza y dejar el farolillo rojo. Decía Víctor que justo antes de echar a Sandoval del banquillo andaluz, el Granada estaba desplegando su mejor juego de la temporada, y no dejó de hacerlo esta tarde en Riazor. No en un derroche de clase ni juego vistoso, pero siempre conscientes de lo que necesitaba el equipo en todo momento. Sabían que la mejor forma de sacar algo positivo de su visita a Riazor era cerrando líneas atrás y buscar el balón largo hacia sus hombres más peligrosos. Los atacantes granadinos se las prometían muy felices, desde el comienzo del encuentro, cediendo la iniciativa a un Dépor plano y sin ideas que hizo aguas por la espalda de su defensa, en donde el galope de Success y Peñaranda encontraron un filón que no dejarían de explotar.

Precisamente de las botas de este último nacieron todas las aspiraciones de los nazaríes, poniendo en evidencia a un Luisinho blando en el corte y dejando que Juanfran hiciese el resto. El árbitro no pudo obviar el exceso del lateral, que acudió a la presión desbocado y arrollando al extremo granadino. El Arabi hizo los honores y no dejó lugar a réplica desde los once metros.

El Deportivo se encontraba por detrás en el marcador, nada novedoso en los últimos tiempos, especialmente en Riazor, en donde los partidos ya se desarrollan con plantilla, con los de Víctor exigidos en una remontada constante. Quiso el Dépor encomendarse a Lucas, recuperado de sus molestias en el sóleo, para ver si encontraba solución a los problemas del equipo. Poco necesitaba para armar un remate, y estableció alguna conexión interesante con Luis Alberto, pero el coruñés no estuvo fino en la toma de decisiones y pocas veces consiguió superar a Costa y a Babin. Lo quiso intentar Víctor deshaciendo el trivote que había salido de partida, dando refresco a Bergantiños e incorporando a Oriol. El Deportivo se abonó al fútbol de corazón, con balones al área, buscando la cabeza del catalán, pero su falta de creatividad y de ideas terminó por condenarle a su segunda derrota consecutiva.