Pronto se vio que este no era un partido más. Era el partido. El que decidía quién iba a la semifinales. El Espanyol partía con la ventaja del resultado de la ida pero el Sevilla no se iba a rendir. Los hispalenses tenían claro qué tenían que hacer. Entorpecer el juego espanyolista, defender bien y marcar pronto. La mejor forma de dejar bien claro quién manda en el Sánchez Pizjuán era morder, ser agresivos en el choque para asustar a los periquitos.

En la primera jugada el Sevilla cometió la primera falta, y en una posición muy peligrosa para un lanzador experto. Arbilla cogió el balón, lo plantó y con un tiro magistral evitó la barrera para enviar el balón a la cruceta. La primera en la frente.

Imposible romper la igualdad

El primer aviso del Espanyol tuvo la réplica de los hispalenses, que se acercaron en un par de ocasiones al área de Pau. El Sevilla atacaba con todos. Los Gameiro, Bacca, Dennis y compañía iban en bandada hacia la portería periquita. A medida que llegaban, también lo hacía la sensación de peligro.

Menos mal que había un guardián de garantías en la puerta espanyolista. Pau López se adelantaba a los constantes movimientos rivales. Bacca tuvo la más clara tras un pase de Deulofeu pero, por arte de magia, se marchó fuera.

Si aparecía Deulofeu también lo hacía Lucas Vázquez. El correcaminos espanyolista subió la banda sin oposición para poner un pase certero a Sergio García, que remataba con poca fuerza a los pies de Beto. En la siguiente acción Caicedo impuso su físico para llevarse un balón muerto pero Pareja lo derribó, aunque el colegiado hizo la vista gorda.

El partido comenzó a igualarse. Al Sevilla le costaba más llegar y el Espanyol mantenía la posesión cuando los sevillistas no achuchaban. Para desgracia eso pasaba pocas veces, pues el Sevilla necesitaba marcar cuanto antes y no solamente un gol.

En una equivocación del Sevilla el balón llegó a Sergio García. El capitán blanquiazul se filtró entre las líneas enemigas esperando a que alguien le doblara. Miraba a un lado y a otro. Subieron Caicedo y Lucas Vázquez pero el catalán se sacó un as de la manga y picó el balón para pillar a Beto adelante y a contra pie. El portugués, tras unos segundos de incertidumbre, atrapó el balón.

Emery lo veía negro. Tanta determinación en las jugadas de ataque, tanta intensidad en cada zancada y tanta precisión en el último pase no le servía de nada al Sevilla. El Espanyol defendía al mismo nivel con el que atacaba el Sevilla. Imposible traspasar la red defensiva periquita.

Tras el paso por los vestuarios el partido siguió con el mismo guion: primer ataque del Espanyol y los siguientes del Sevilla. La diferencia con la primera parte era que el Sevilla todavía atacaba más. Cuanto más atacaban los hispalenses y más fallaban iba aumentando el enfado de Bacca, que perdió los papeles alguna que otra vez.

Gameiro dispuso de una gran oportunidad para abrir la lata. El atacante galo conectó un disparo desde fuera del área que se marchó fregando el palo y algún que otro plato sucio. La suerte sonrió al Espanyol. Deulofeu, a los pocos minutos, volvió a sorprender a los periquitos.

Sergio García se echó el equipo a la espalda. Recibió el balón en su campo y echó a rodar sin frenos. Arrampló con hasta cuatro defensores hasta que paró en seco para ceder a Caicedo. El ecuatoriano puso un centro muy blando y Beto atrapó para desbaratar uno de los contados ataques espanyolistas.

Otra vez como en Escocia

El Espanyol tenía el partido controlado y a falta de diez minutos para pasar a las semifinales el Sevilla no ofrecía nada que no hubiera ofrecido ya. Muchos centros y poco más, eso sí, tenía el dominio total de la posesión.

De ese dominio nació el gol de los sevillistas. La defensa blanquiazul siempre despejaba con contundencia hasta que llegó la excepción. Dudas entre atacantes y defensores. Un balón muerto y un listo que ve Pau adelantado y espacio para cargar la pierna. Diogo se sacó un latigazo que subió y bajó en segundos para colarse por la escuadra. El único mal posicionamiento de Pau lo aprovechó el Sevilla. Otra vez el Sevilla estaba a punto de dejar sin premio a un valiente Espanyol. Otra vez como en Glasgow.

Quedaba el añadido y el Espanyol estaba a un gol de irse para casa sin premio. No podía ser. Todo el trabajo hecho en 90 minutos, y el de años de tristeza copera, se podía ir por la borda. Lucas y Sergio García se fueron al córner más lejano para perder tiempo pero ni así pasaban los tres minutos de añadido. Cuando el Sevilla se volcó en ataque todo finalizó. El Espanyol había conseguido clasificarse para la semifinal casi una década después. Por los héroes de Glasgow.