Los partidos a domicilio siguen resistiéndose para el Espanyol B. No hay manera de sacar un resultado positivo lejos de la Dani Jarque, donde el filial periquito se siente como un explorador en una olla hirviendo de una tribu indígena: muy agusto. En Son Malferit el Espanyol B ha seguido su camino de tinieblas pero al menos, que es lo que quiere Lluís Planagumà en este tipo de partidos, compitió contra el Atlético Baleares.

Y es que los baleáricos parecen otros. Gustavo Siviero ha traído su carácter argentino a Palma para rehacer al Atlético Baleares. La llegada del técnico sudamericano al banquillo local evitó por los pelos que el cuadro blanquiazul disputara el playout de descenso. Una liposiccuión, rinoplástia, realzamiento de busto y un lifting para que el Atlético Baleares se transformara en un equipo sólido afincado en la parte noble de la clasificación. Y así se lo hizo saber al Espanyol B en la primera parte.

Nada más comenzar el encuentro Atlético Baleares hizo realidad aquello de que el Espanyol es 'minoría'. El filial periquito no existió en los primeros compases. Álex Serrano y Roca perdían balones ante la intensa y efectiva presión local. Dalmau hacía la guerra por su cuenta y Ripoll se topaba con un gigante llamado Pliquett. Al Espanyol B no le salía nada.

Pero uno de los preceptos del filial periquito, que cada jugador espanyolista lo tiene grabado a fuego en la nalga derecha, es el de competir. En casa se gana y fuera se compite. Así siempre. Con cuatro gritos Planagumà, que estrenaba una camisa digna de cualquier isla vecina, hizo funcionar a sus futbolistas. La posesión seguía siendo del Atlético Baleares pero los contragolpes ya tenían otro color.

El Espanyol B, a base de encontrar espacios por las bandas, comenzó a creer en sus posibilidades. Pliquett tuvo que trabajar para evitar que el filial del Espanyol abriera el marcador.

Once minutos para olvidar

Cuando mejor parecía estar el Espanyol B llegaron tres jarros de agua fría. Seguidos. Sin preliminares ni nada. El primer gol baleárico lo marco Javi Casares con un gran giro de cuello. El jugador más pequeño remató solo, quizás porque no parecía ninguna amenaza a balón parado, y sorprendió a Andrés.

El siguiente tanto local, obra de Chando, llegó al cabo de dos minutos. Un balón en el área pequeña que nadie es capaz de enviar al otro lado de la isla y Chando, que estaba donde están los delanteros puros, aprovechó la indecisión periquita para poner tierra de por medio.

Cristian Galas cometió un penalti por manos muy evidentes que el colegiado señaló en compensación de otra pena máxima que no se había atrevido a pitar. Andrés es un portero que destaca por su habilidad atajando lanzamientos desde los once metros pero esta vez el guardameta alicantino no pudo hacer nada con el tiro de Fullana.

Dalmau maquilla el resultado

El partido estaba ya sentenciado en la primera parte. Aun así, con las miradas de Planagumà, que ha ido a por el partido con todo en contra, el filial no podía relajarse. Competir, competir. Así lo quiere el técnico espanyolista. Y así lo hicieron sus jugadores.

Una cabalgada de Robert Simón por la banda derecha fue el catalizador del único gol del Espanyol B. Porque con Dalmau se compite mejor. No importa que el mallorquín haga poco o nada ya que siempre marcará. Así lo indica su estadística: un gol por partido.

Hasta tres defensores logró atraer Simón en el lado derecho. El espanyolista apuró al máximo para soltar el balón cuando los tuviera encima. El balón llegó al otro lado del área donde Dalmau, solo ante Pliquett, cruzó el balón con esmero.

No pudo hacer nada más el Espanyol B. Competir, sí. No puntuar fuera de casa, tambien. El filial espanyolista sigue encaramado bien cerca de los puesto altos de la clasificación mientras que el efectivo Atlético Baleares mantiene la cuarta plaza, pero con tres puntos más.

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Sobre el autor
Héctor Farrés
periodismo. Siempre al lado del Espanyol. Muy en contra de la Liga española y sus desigualdades. Prefiero la Premier y el Aston Villa.