En un duelo tan igualado era estadísticamente imposible que el partido estuviera finalmente equilibrado. Es la ley de Murphy. El Olot y el Espanyol B debían mantener sus respectivas dinámicas de imbatibilidad; pero los astros no iban a ser benevolentes y cuando parecía que aceptaban el empate fueron crueles con los periquitos.

El partido no pudo empezar de la peor manera para el Espanyol B. A las primeras de cambio el Olot se adelantó gracias a Uri Santos. Nada más ponerse el balón en juego Juanan Entrena tiró una pared a la media vuelta para que los oletenses robaran el esférico. El Olot se plantó en el área periquita y Andrés Prieto apareció como un ángel para detener dos tiros rivales. A la tercera fue la vencida y los locales lograron marcar.

El Olot se hizo con el control del balón. La intensa presión de Rufo y Dalmau no servía de nada ya que los veteranos centrales siempre conseguían sacar el balón jugado. O si no le daban la pelota a un Djak Traoré inmenso, que parecía otro diferente al que estuvo en las filas del Espanyol B.

A medida que fue avanzando el partido el Olot se fue desinflando y el Espanyol B fue cogiendo aire y comiéndoles el terreno a los rojos. Borja Martínez asumió galones junto a Marc Roca y fueron los cerebros de un Espanyol B que no acababa de tener profundidad y acierto en los metros finales. Las filigranas eternas de Entrena sirvieron para deshacerse de sus rivales pero sus centros siempre tocaban en un defensor; la carreras de Simón tuvieron poco premio a medidas que se acercaba a la portería de Wilfred y Dalmau solamente hizo que presionar.

Se hizo de noche y el Espanyol salió en la segunda parte a cazar a unos corderos rojos muy mansos. La línea defensiva del Espanyol B se ancló en el centro del campo y todos los balones que pasaban por ahí acababan en dominio periquito. Todo comenzaba a cobrar sentido. El centro del campo del Olot desapareció como los salvajes de más allá del Muro; Wilfred se mostraba dubitativo en cada disparo periquito y Robert Simón estaba haciendo mucho daño a su antiguo equipo. Borja Martínez lo intentó de lejos, Rufo tuvo dos ocasiones que malbarató y Pibe rompió varios tobillos desde la banda izquierda. La personalidad que pidió Lluís Planagumà en la previa del partido ahí estaba.

El gol espanyolista iba a llegar en la ocasión menos peligrosa de todas. El balón cayó del cielo delante de Marc Roca, que chutó desde el otro lado de los volcanes de la Garrotxa. El tiro del centrocampista catalán fue para acabar una jugada que parecía no tener fin. Sin embargo, el esférico fue bajando y bajando hasta llegar a Wilfred. La situación estaba aparentemente controlada; simplemente era saltar y coger el balón con las dos manos justo en el área pequeña. Pues no. El portero local se armó de valor para coger la pelota con una mano. Tal valentía fue castigada con un tímido resbalón del balón; una traviesas manos de mantequilla. Ya era tarde cuando el guardameta oletense reaccionó: Marc Roca ya celebraba su gol deslizándose por el césped del Olot.

La fiera se tranquilizó con el inesperado tanto de Roca. Se relajó tanto que dio unas pocas alas al Olot. Los centrocampistas aparecieron como los Otros para apuñalar a los periquitos. Una falta más allá del balcón del área blanquiazul fue exitosa para los locales después de que el balón tocara en un futbolista y confundiera a un Andrés que había adivinado la trayectoria inicial.

El Olot fue el equipo que salió vencedor del encuentro; además de mantener una jornada más su racha de imbatibilidad. En cambio, el Espanyol B  no sólo salió derrotado en el último momento, sino que volvió a perder otra vez a domicilio tras cuatro partidos empatando en desplazamientos. Al menos el filial espanyolista parecía el local en vez del visitante en algunas fases del juego.