El Constantin Galca más atrevido quiso estrenarse delante de su afición con una revolución en la parte ofensiva el esquema. Caicedo, Asensio y Gerard Moreno se arrejuntaban arriba mientras que un Burgui decepcionado por sus escasos minutos con la blanquiazul tendría que impresionar a su nuevo entrenador, pues a la grada ya la tiene enamorada.

El Espanyol hizo más en los primeros diez minutos que en todo el partido en Balaídos contra el Celta de Vigo. Al menos, chutó a portería, que visto en la jornada pasada ya era mucho. Sin embargo, el conjunto periquito también encajó mucho más rápido que contra el conjunto celeste. Una pérdida de Gerard Moreno tras un mal control obligó al atacante catalán a buscar el balón con ansia, tanta, que acabó en una falta. Verza sacó su látigo a pasear desde una larga distancia para batir a un Pau López que ya había titubeado en una de las primeras acciones del partido.

Al contrario que en todo el resto de Liga el Espanyol,  con los tres mosqueteros al mando, dejó a un lado los desmayos sempiternos y se rearmó como el equipo agresivo y compacto que pide Galca. Burgui, uno de los más perjudicados en la etapa de Sergio González, mantenía candente la banda izquierda con sus constantes subidas. En una conexión de mucha clase con Gerard Moreno el pacense consiguió llegar hasta las entrañas del área granota para batir a Mariño. Poco más tarde, Caicedo tuvo el segundo gol periquito.

Se inició un juego de presiones. Los de Galca y los de Rubi se tocaban, se agarraban de la camiseta, se sentían los alientos mutuamente. El Levante presionaba con las líneas muy adelantadas y Pau López estuvo en apuros en un par de ocasiones; el centro del campo espanyolista barría la posesión e iniciaban los contragolpes que se estrellaban en Mariño. El guardameta granota volvió a ser crucial para los intereses visitantes al volar para despejar un tiro de falta de Asensio a la misma distancia a la que había marcado Verza.

La segunda parte comenzó con un Víctor Sánchez sediento de Mariño. El centrocampista y pulmón del Espanyol corrió y corrió hasta acorralar en el córner a un portero granota falto de ideas y compañeros que se prestasen a ayudarle.

La intensa presión de Víctor Sánchez, una más en este juego de presiones, fue el preludio perfecto para que el presidente Caicedo se reencontrara con el gol. La banda fue el caldo de cultivo de una jugada colectiva coronada por una acción individual de calidad suprema. El delantero colombiano se topó en medio de una maraña de jugadores granotas, se dio la vuelta, robozó una croqueta y tras una serie de pasos cortos cruzó el balón al palo corto, cuando Mariño se lanzaba al lado opuesto.

Al Espanyol le habían hecho una transfusión de sangre de orígen rumano. El conjunto espanyolista dominaba al Levante como un yogui suprime el dolor. Duarte, tras una combinación al primer toque con Caicedo, pudo sentenciar el encuentro pero al almeriense se le hizo de día.

El partido siguió en la misma línea. Los granotas se hicieron con un poco más de control pero el Espanyol robaba rápido para no conseguir finalizar con puntería. Mamadou, que entró de refresco, malbarató una clara ocasión y Caicedo, solo contra el mundo, se topó una vez más con un Mariño soberbio. Al final el partido acabó bien para los espanyolistas, que lograron clasificarse para la siguiente ronda de la Copa del Rey.