Una vez más el jodido destino me transporta hacia un doloroso Déjà vu que me sitúa en la vertical del Arco de Tito, arco de triunfo, situado en la Vía Sacra, justo al sudeste del Foro, en Roma. En él se rememoran las victorias de Tito y en una de las escenas representadas aparece una “victoria”, ser alado que coloca la corona de laureles a un emperador. Excelso y humilde personaje rural del Bellcaire d’Empordà, al que deseo con toda la fuerza de mi corazón que logre vencer esta vieja y jodida batalla, en concreto me haría especialmente feliz que su victoria de 100 puntos quedara en mera anécdota ante tamaña victoria. Y empleo palabras malsonantes porque como descubrieron grandes genios de la literatura como Valle-Inclán, Cervantes, Cela o Quevedo, una palabra malsonante bien empleada puede reflejar con exactitud el sentimiento y la genuinidad del momento en un texto biensonante.

No me queda otra, la noticia que me conduce ineludiblemente al respeto al ser humano y su familia, me lleva también a la reflexión y me sume en un sincero silencio. Silencio del que en esta ocasión brotan tallos de profunda rabia, pues tras no encontrar una sola palabra mejor que las palabras mudas, todos los caminos emocionales me conducen por la senda lingüística que trazó Cela hacia su Diccionario Secreto de las malas pero genuinas palabras.

Las palabras mudas tornan en palabras gruesas hacia un maldito cáncer que nos tiene jodidos a todos, pues todos hemos vivido, sentido, y sufrido, situaciones similares en nuestro entorno familiar o social.  Por ello nos jode tanto este nuevo reto de la enfermedad, porque quisimos ver con todas nuestras fuerzas en Tito el milagro de la esperanza, lección diaria de vida. Con nuestro apoyo incondicional hicimos visible una fuerza invisible, que filtró por la ventana de la solidaridad un inmenso rayo de luz que iluminó el fondo de la caja de música que llevamos por corazón. Paraje de vida en el que prendieron los colores anaranjados de un atardecer colmado de mensajes de ánimo.

En aquella ocasión el sosiego de la realidad me hizo guardar prudencia y solidaridad en un cajón vacío que hoy rebosa de palabras malsonantes, expresiones directas con las que vamos a vencer a la enfermedad. Si de aquella primera serenidad surgió la solidaridad y el armamento necesario para vencer parcialmente y decorar con una nueva victoria el Arco de Tito, en este nuevo pulso del destino, ese Diccionario Secreto de Cela nos servirá para expresar sin complejos la rabia que sentimos. Las jodidas palabras que queremos emplear para apoyar a todos y cada uno de los enfermos (nuestros enfermos) que pelean rabiosa e incansablemente para ganar batallas cada día.

Como en aquella tarde de diciembre, el Arco de Tito somos todos una vez más, el fútbol es lo de menos, de ahí estas líneas desnudas de prejuicios e impregnadas de rabia para una lucha que jamás se abandona. Es la filosofía total de la vida, los tonos naranjas de la mecánica primorosa de amaneceres tan maravillosos como jodidos. Es el rostro genuino de la realidad, el cruce de miradas entre el yin y el yang de una Tierra que no gira igual para todo el mundo, pero que en algún momento dejará de girar para todos y cada uno de nosotros. El desfile de palabras malditas que debemos aceptar sin recortes, tal cual son, enfrentándonos a ellas con el firme propósito de emplearlas con rabia, fuerza, y tesón, para erradicar el maldito cáncer de nuestras vidas.

Pero estas palabras malditas que surgen de la rabia más profunda, jamás pretendieron una rendición sino el comienzo de una nueva batalla, una veta de esperanza en lo más oscuro de la nada, pues como dijo Christopher Reeve: “Una vez que elijas la esperanza, todo es posible”. Es más, en los asideros de rabia de los caminos perdidos, algunos ven un final desesperado, mientras que otros ven una esperanza sin fin. Y esperanza sin fin es lo que necesitamos, en esta ocasión arrancando jodidas palabras a una noticia que nunca quisimos volver a escuchar, pero que se plantó bajo el dintel de nuestras emociones una vez más. Por ello, como en aquella ocasión, concluyo el mensaje positivo de un anónimo que en el nudo y desenlace de la vida, de la obra de nuestra efímera existencia, sigue pensando que el único argumento es la vida, vivir con pasión e intensidad, luchar hasta el último instante por disfrutar cada segundo de la misma.

Y con tres puntos suspensivos dejo abierto mi texto para todo aquel que quiera donar piedras y palabras de aliento para la construcción en Bellcaire d’Empordà del ‘Arco de Tito’, que es del triunfo de la solidaridad y una vida jodidamente maravillosa, pues hoy solo puedo arrancar palabras gruesas para darte Ánimo, Tito Vilanova…