"Todos hablan de fútbol y pocos lo entienden de forma correcta, entonces hacen de un triunfo o una derrota una cosa de vida o muerte", y relativizando a partir de esta frase de Jorge Luis Borges me sumo a las voces críticas que encontraron rasgos reconocibles e irreconocibles en el Barcelona que cayó con todo merecimiento en el Ámsterdam Arena. Es más quisiera emplear la frase borgiana al pie de la letra para recordar otra frase que quizás pasó desapercibida pero que a mi juicio fue un absoluto acto de sinceridad y sentido común llevado a cabo por Martino poco antes de zozobrar en una de las cunas del Fútbol Total.

A la pregunta de un periodista sobre si sentiría algo especial al encontrarse cercano de igualar o superar números de Pep Guardiola, el técnico rosarino dijo con enorme elocuencia que era una cuestión meramente anecdótica y que empezaría a sentir o experimentar a partir del momento en el que en la sala de Trofeos del Barcelona comenzarán a entrar copas nuevas como las seis que llevó el conjunto de Guardiola en 2009. Martino, que si algo ha demostrado más que nada es poseer sentido común, es muy consciente de que hasta el momento esas victorias le sitúan en el camino, pero si estas no son entendidas de la manera correcta, te pueden conducir a una de aquellas derrotas en las que la imagen y las sensaciones generadas avivan el fuego de un debate absurdo sobre el estilo para el que no hay lugar, pero para el que sí debe haber reflexión y autocrítica.

A partir de aquí son muchas las lecturas que se pueden hacer del mal partido del Barcelona, calificado como horrible por Gerard Piqué, primera voz autocrítica que quiso sustantivar la derrota. Principalmente son dos los sustantivos empleados en la mayoría de textos y voces críticas surgidas para sustantivar la derrota, el primero de ellos la actitud equivocada o ausencia de esta, utilizada por Piqué y muchos medios que se hicieron eco de sus palabras; y el segundo la intensidad, al que recurrieron varios compañeros suyos para suavizar los términos empleados por el central blaugrana. Bajo mi punto de vista un punto de partida no demasiado acertado, pues agradeciendo la sinceridad y autocrítica de Gerard, esta no deja de ser una forma de no querer ver la realidad de que el Ajax fue muy superior al Barcelona en un porcentaje mucho más alto por cuestiones futbolísticas que por una cuestión de intensidad.

Si el Barça adoleció de algo fundamentalmente en Ámsterdam fue de falta de juego, de fluidez y rapidez en la circulación del balón, no fue una cuestión de correr más, sino de correr inteligentemente y hacer correr el balón. Todo esto sumado a un planteamiento técnico superado, en el que el triángulo invertido de Martino no funcionó, nos hace llegar a la conclusión de que la derrota fue por una cuestión futbolística que pasa por la presión inteligente, la mecanización de los movimientos, las ayudas y esa trepidante circulación de la pelota a la que el Barça nos tenía acostumbrados. Todo eso que le faltó al Barça lo tuvo el Ajax de Frank de Boer y por tanto fue justo merecedor de la victoria. Relativizando la derrota, también las victorias de este Barcelona de Martino, es conveniente aportar argumentos de peso para sustantivar el momento exacto del conjunto azulgrana.

Lo primero que habría que hacer es normalizar la situación de transición, Martino no pretende cambiar el estilo sino intentar recuperar valores perdidos y minimizar esa pérdida encontrando atajos para mantener la serenidad hasta encontrar el punto de rendimiento y juego más cercano posible a los años gloriosos. Hay que hacerse a la idea de que ese nivel de juego y resultados no volverá, haciendo un símil automovilístico podríamos decir que el Barcelona de 2009, tuvo en Guardiola a Adrian Newey el mejor ingeniero, en Messi a Sebastian Vettel, y en el equipo al Red Bull, el mejor coche del circuito. Siguiendo con el símil podemos llegar a la conclusión de que Martino es ingeniero de un Ferrari, fórmula uno que aspira a ganarlo todo y tiene a Messi, el mejor piloto, pero que ese coche comienza a dejar serias muestra de graining en sus neumáticos. Por suerte, esta enfermedad de los neumáticos puede llegar a curarse con el roce con el suelo (el paso de los partidos y la recuperación de los lesionados). El problema es que durante varios giros, el coche pierde unas cuantas décimas de segundo que pueden decidir una carrera o un campeonato. Lo importante es que el coche no se salga de la trazada, del modelo, y aun haciendo uso del DRS en momentos puntuales, siga aspirando a todos los títulos en juego.

Todo es tan sencillo y tan complicado como que Busquets no tiene sustituto en este equipo, como que Cesc es a día de hoy el medio con el mejor nivel de rendimiento del equipo, como que el Barça ha perdido por un tiempo al mejor portero y el mejor jugador del mundo, como que Puyol tiene una edad y no tiene el ritmo como para jugar en banda derecha, como que Montoya no es Alves, Jordi Alba o Adriano, como que Xavi necesita de partidos con intensidad en la velocidad de la pelota y no de la carrera, y como que Iniesta muestra su mejor versión tan solo a ratos.  Quizás también puede que todo pase por lo que intenta hacer Del Bosque en la selección con Diego Costa, inyectar sangre nueva, algo que está haciendo Neymar en Barcelona, pero que posiblemente no es suficiente para volver a una versión difícilmente alcanzable, simplemente por una cuestión de tiempo, generación y hambre de victorias.

El caso es que hay que hacer un sano y serio ejercicio de relativización de las derrotas y las victorias, saber de dónde se viene, dónde se está y hacia el lugar al que se va. Algo en lo que Martino no deja lugar a la duda, pues hasta ahora el argentino casi todo lo que ha hecho es en beneficio del equipo, de la búsqueda y el reencuentro con una gran versión del Barcelona. Para ello hay que ser pacientes, esperar a que la plantilla demuestre que sigue conservando esa capacidad de sorpresa, chispa y solidaridad que puede hacerlo posible, pues la calidad del once tipo bajo ningún concepto se cuestiona.

 En definitiva regresar al estado natural del Cuando nunca ganábamos, para recuperar el Cuando nunca perdíamos y sustantivar tanto la derrota como la victoria con el objeto de ganar o perder, siendo un Barcelona absolutamente reconocible para todos aquellos que disfrutamos con su juego.