Cada septiembre toca prepararse. Empieza un nuevo año académico o laboral y, por tanto, hay que tratar de adaptarse cuanto antes. En el fútbol tampoco se salvan, hay que encontrar el nivel de competición lo antes posible. Las pretemporadas ayudan pero no convencen, es a finales de agosto cuando los equipos deben dar el callo. En Barcelona todo empezó más rápido de lo habitual, la Supercopa de España ante el Atlético de Madrid era el punto de partida de un equipo en plena reconstrucción. Sonará exagerado pero el Barça necesitaba una reconstrucción, con la marcha de Tito Vilanova y la llegada de Tata Martino iba a costar arrancar. Lo cierto es que costó más que nunca, no tanto en cuanto a resultados pero sí en cuanto a juego. 
 
El FC Barcelona había apostado por la llegada de un extremo (Neymar) como principal refuerzo de una plantilla ya hecha. No llegaron centrales ni medios creativos. No obstante, el principal problema para Martino era la motivación y no la plantilla. Unos jugadores que lo habían ganado todo venían de ser aplastados por un Bayern de Múnich que se había convertido en el nuevo rey de este deporte en todos los aspectos. Había que reinventarse pero sin cambiar el modelo que los hizo grandes, un modelo que Pep Guardiola llevó prácticamente a la perfección y que coronó al FC Barcelona como el mejor equipo del mundo. 
 
Gerardo Martino jamás había entrenado en Europa, todo era desconocido pero especialmente quedó sorprendido con la prensa. El Barça había cambiado, ya no valía ganar de cualquier forma. Había que mantener el estilo y, además, ganar. Martino lo intentó de inicio pero los jugadores no parecían rendir como entonces y el nerviosismo empezó a apoderarse de una afición que, en general, es pesimista. La introducción del doble pivote, el cambio en los marcajes a balón parado o la verticalidad, tres grandes cambios de Martino en algunos partidos, no han conseguido convencer al aficionado culé. El técnico argentino no entendía las críticas, el equipo era líder y había pasado cómodamente a octavos de la Uefa Champions League como primero. Pero al fin llegó, cinco meses después el FC Barcelona conseguía continuidad en su juego. Messi, Iniesta y Cesc Fábregas, entre otros, volvían a asociarse como solían hacerlo y el equipo lo notó. 

Se llegó al objetivo pero todo se derrumbó en Anoeta

Fueron tres partidos en los que el equipo estuvo a un gran nivel: ida y vuelta de las semifinales de Copa del Rey ante la Real Sociedad y, entre medio, contra el Rayo Vallecano. Justo antes de visitar el Etihad Stadium. Todo estaba en orden, el equipo llegaba en el mejor momento a los partidos importantes. El encuentro en Manchester acabó 0-2, sin un juego brillante pero sí con un Barça ganador. Cinco días después el Barça visitaba Anoeta, uno de esos campos malditos en los últimos años. El partido ante el Manchester City hacía presagiar cambios en el once y así fue. Song entró en el once para jugar por detrás de Busquets, algo que de inicio pudo llegar a mosquear a los aficionados del Barça que son más favorables a un jugador creativo (Xavi, Cesc o Sergi Roberto) que un jugador de carácter defensivo como puede ser Sergio Busquets
 
(Foto: Xavi Hernández calentando ante la Real Sociedad, su rostro muestra cómo estaba jugando el equipo)
 
El partido fue desastroso, seguramente uno de los peores partidos del FC Barcelona en los últimos años. Todo el trabajo conseguido en los últimos meses parecía haberse ido al traste. Es cierto que es solo un partido y un mal día lo puede tener cualquiera pero los síntomas son graves. El Barça parecía volver a septiembre. Martino admitió el error de interpretación en rueda de prensa pero el partido va mas allá de un error, las carencias mostradas en la creación y en defensa son preocupantes. ¿Tocará volver a empezar o se tratará simplemente de otro mal día?