Aunque las matemáticas aún podrían decir lo contrario, el gol de Lafita en el minuto 92 ha escenificado el cruel epílogo de una triste temporada, certificando así el final de la etapa más exitosa de la historia del Barcelona. Las sensaciones que transmiten tanto el equipo como el cuerpo técnico no invitan a la utópica situación que daría posibilidad al milagro, mucho menos teniendo en cuenta la firmeza de sus rivales, por lo que se impone la reflexión y el balance de una pobre temporada en la que el Barcelona no cumplió las expectativas.  

El equipo de Tata Martino se vino abajo por decenas de pequeños detalles, muchos de ellos extradeportivos, que afectaron directa o indirectamente al rendimiento de la plantilla, basta citar los problemas de Leo con Hacienda, su agotamiento físico y mental, el ‘caso Neymar’, la dimisión del presidente Rosell, el ‘caso FIFA’, pero especialmente intenso fue el golpe recibido con el fatal desenlace de la enfermedad de Tito Vilanova. El epílogo de un sueño que acabó en pesadilla, un suceso demasiado injusto para trazar el final de una época bella e inolvidable en la historia azulgrana, la historia del fútbol. Parece que el destino quiso ser especialmente cruel con aquellos que fabricaron los mejores años de la historia culé, es como si la estancia en el paraíso del fútbol quisiera cobrarse un alto precio, quisiera remarcar con especial virulencia el cambio y el final de ciclo, consiguiendo que se llegue a sembrar dudas sobre el estilo y la idea de juego que les llevó a tocar el cielo.

Nada más equivocado, más alejado de la realidad, el estilo en la entidad azulgrana no se discute, la mayoría de los futbolistas que surgen de “La Masía” nacen y crecen para interpretar ese estilo de juego y este debe seguir transcurriendo por idéntica idea. No existen modelos de juego invencibles, pero sí existen futbolistas y preparadores que hacen grande, extremadamente bueno el modelo, por ello las razones del éxito no solo radicaron en el estilo, sino en un compendio de conjunciones generacionales y deportivas, de alineaciones planetarias que hicieron posible la mejor época de la historia azulgrana.

Por ello las razones del fracaso son fundamentalmente de una naturaleza deportiva, temporal y generacional. Deportiva porque una serie de acontecimientos pusieron de manifiesto la insuficiente planificación y una precaria previsión ante los posibles contratiempos que se producen  a lo largo de una temporada. En este caso la rodilla de Carles Puyol, y la lesión de Víctor Valdés evidenciaron la escasez de especialistas suficientemente contrastados en las citadas posiciones. Temporal porque el inevitable paso del tiempo, hizo y hace mella en tres de los buques insignias del Barcelona, Puyol, Xavi y Víctor Valdés. Y generacional porque evidentemente no será fácil que se repita esa alineación planetaria que una en el mejor momento de sus vidas a tipos como Iniesta, Messi, Xavi, Eto’o, Busquets, Valdés, Puyol, Piqué, Pedro, Abidal, Alves…

“Tata” Martino tuvo sin duda su cuota de responsabilidad y puede que le superara tanto los acontecimientos como el club, pero no es ni de lejos la causa fundamental del fracaso. El caso es que por un motivo u otro el Barcelona no dio la talla en los momentos decisivos de la temporada, la victoria en el Bernabéu resultó ser un espejismo, un guiño de otro tiempo hacia una historia brillante y reciente que quedó tan solo en eso, pues el conjunto azulgrana se bajó del éxito enarbolando la bandera de la irregularidad en una temporada un tanto esquizoide, sumamente desconcertante. Cuenta el escritor Juan Villoro en el libro Cuando nunca perdíamos que poco antes de disputar su primera final, Lionel Messi se quedó encerrado en un baño, que el niño que era imposible de detener en un campo de juego había sido anulado por una cerradura averiada. Faltaba poco para que comenzara aquella final y Leo aporreaba la puerta sin que nadie le escuchara. Para ese niño pegado a una pelota el trofeo de aquel campeonato era lo mejor del mundo: una bicicleta.

Relata Villoro que otros se hubieran resignado permaneciendo encerrados, otros más incluso habrían agradecido no tener que afrontar la presión de demostrar nada, pero Messi rompió el cristal y salió hacia fuera, decidido y convencido de que nadie le podía detener. Leo jugó aquella final, anotó tres goles y se llevó la bicicleta. Quizás este Barça necesite recuperar a ese Leo que lo quería ganar todo, rodearle de tipos dispuestos a romper la ventana para conseguir la bicicleta.  Posiblemente encontremos en el paralelismo temporal de este relato otra de las razones por las que el Barça ha dejado de reconocerse a sí mismo.

No cabe duda que “La Masía” es una fábrica de talentos futbolísticos que previamente son imaginados en la pizarra y un estilo que no se discute, pero se ha de evitar pasar de una alineación planetaria al más absoluto de los eclipses. Y hasta que esta no se vuelva repetir hay que hacer todo lo posible para que mientras esto sucede, la plantilla azulgrana posea la suficiente profundidad, talento y hambre de victorias como para que el socio reconozca a su equipo. El Barça jamás volverá a ser el mismo, difícilmente será mejor, pero debe volver a ser competitivo y reconocible. Por y para ello debe trabajar la directiva, la dirección deportiva, que urgentemente con la serenidad y firmeza que requiere el momento histórico, tiene que acometer la renovación. Debe tomar decisiones que se dejaron de tomar y que al dilatarse en demasía en el tiempo, hicieron pagar un alto precio a la entidad azulgrana, pues de haberlo hecho no cabe duda que el ciclo triunfal se habría prolongado al menos una o dos temporadas.

El fútbol como sabemos es una máquina trituradora de recuerdos y lo que hiciste en el pasado pierde toda su vigencia en el momento en el que dejas de hacer aquello por lo que fuiste identificable, tomado como modelo, por lo que el Barça sin salirse de ese modelo tiene que encontrar al técnico idóneo y los futbolistas adecuados. Zubi tiene ante sí el mayor reto de su trayectoria profesional: trabajar para acercarse lo más posible a la construcción de una plantilla que vuelva a convertir en grande el estilo, la filosofía.