Tras siete encuentros en los que la portería barcelonista resultó ser un muro infranqueable, los primeros tantos recibidos en contra supusieron también la primera derrota azulgrana en partido oficial de la temporada. La debilidad atacante de los rivales que se habían enfrentado al Barça antes del duelo con el PSG, elevaron al cubo la efectividad de una línea defensiva culé que hincó la rodilla ante un conjunto francés, que supo aprovechar las carencias de los Alves, Mascherano, Mathieu y Alba en una noche para olvidar. A la deficiente actuación de la zaga barcelonista hay que añadir una serie de errores no forzados, que en forma de pases defectuosos resultan poco habituales en un equipo que convive con la posesión del balón durante gran parte de los encuentros. Ambos factores fueron determinantes para que un PSG sin Ibrahimovic, Lavezzi ni Thiago Silva lograra colocarse en cabeza del Grupo F, con un triunfo sufrido ante una versión desmejorada del Barça que hasta ahora habíamos visto.

Sin defensa no hay paraíso

La defensa del FC Barcelona sale realmente mal parada del tropiezo en el Parque de los Príncipes. Los números hablaban por si solos antes de visitar París, los cero goles encajados en siete partidos convertían el objetivo de perforar la portería barcelonista en poco menos que una proeza. Tras todos los halagos dedicados a los integrantes de la línea defensiva culé mientras duró la pureza de su marco, al PSG le bastó con explotar en dos jugadas concretas una de sus mejores armas. David Luiz y Verratti aprovecharon los errores de Mascherano y Ter Stegen, para demostrar que la fortaleza defensiva del Barça podría variar en función de la envergadura del rival que tiene delante. En los laterales Jordi Alba y Dani Alves se vieron superados en todo momentos por Lucas Moura y Pastore, que consiguieron con facilidad llevar el peligro al marco barcelonista ya fuera con centros al área o con desborde en el uno contra uno. El paraíso en Can Barça duró mientras la defensa rindió a su nivel esperado, la llegada de una primera piedra de toque evidenció el periodo de construcción en que se encuentra el equipo.

Contagio en el centro del campo

La noche aciaga que vivió la defensa del FC Barcelona contagió al centro del campo culé con el virus del desacierto. Rakitic, Sergio Busquets e Iniesta habían conformado una línea medular de éxito en los anteriores encuentros, legado que quedó empañado por la actuación frente a los parisinos donde no fueron capaces de dotar el juego de los azulgranas de la velocidad y la precisión de la que hacen gala normalmente. Iniesta dio continuidad a un descenso notable en su labor de creación y perdió algunos balones que demostraron la falta de finura del manchego, mientras que el croata Ivan Rakitic rompió una magnífica racha de partidos para enmarcar, con una actuación muy por debajo de los mostrado hasta entonces. La entrada de Xavi en el segundo tiempo consiguió estabilizar un equipo un tanto roto que buscaba el empate con ímpetu pero sin ideas, pero la aportación del jugador de Terrassa no logró influir en el resultado final.

Messi y Neymar, la nota positiva

Sin duda, la nota positiva de la derrota frente al PSG es la continuidad de la buena conexión entre Leo Messi y Neymar. El jugador argentino volvió a asociarse con el ex del Santos para llevar de cabeza a la defensa local, materializando entre ambos los dos tantos azulgranas que reflejó el marcador al final del encuentro. El brasileño parece haber dado un paso al frente en busca del protagonismo que no tuvo la temporada pasada, y actúa de manera exitosa hasta ahora como una alternativa atacante de la que no ha dispuesto el Barça en los últimos años. Ante el bajo momento de forma por el que atraviesa Pedro, la entrada de Sandro y Munir revolucionó un partido que a punto estuvo de empatar el joven madrileño con un fuerte disparo que se estrelló en la cepa del palo de la portería del PSG. A pesar de las intentonas, el resultado también pudo ser más amplio con los contragolpes llevados a cabo por Cavani y Lucas Moura, pero el marcador no se movió para hacer oficial la primera derrota de la era Luis Enrique, un tanto más dolorosa de lo habitual por darse en Champions League y por romper una racha de imbatibilidad en la portería digna de elogio.