El 2 de octubre se convirtió, desde hace quince años, en una fecha marcada en rojo en el calendario de cualquier barcelonista. En la temporada 99-00, de la mano del técnico holandés Louis Van Gaal, debutaba en el estadio José Zorrilla de Valladolid un lateral derecho llamado a pasar desapercibido que, con el paso de los años, lo que hizo fue pasar a formar parte del corazón y la historia blaugrana.

En el mismo estadio en el que Xavi Hernández protagonizara un año antes el inicio de una histórica remontada en Liga, Carles Puyol daba sus primeros pasos como futbolista del primer equipo catalán. Lo hacía al inicio de la segunda parte desde el lateral derecho, sustituyendo en el minuto 55 al portugués Simão Sabrosa, y ayudando al conjunto culé a mantener la ventaja que había dado un gol de Kluivert y que, posteriormente, aumentaría con el segundo tanto de Rivaldo.

Dicho partido sería el primero de muchos en una temporada que, como su inicio como jugador barcelonista, estuvo más llena de penas que alegrías en lo colectivo. A pesar de todo, Puyol finalizó la campaña afianzado en el primer equipo con 37 partidos oficiales a sus espaldas entre todas las competiciones.

Carles Puyol, siempre positivo

Nunca fue ni el más rápido ni el más técnico. Ni siquiera contaba con una precisión privilegiada ni una visión de juego propia de la Masía. Algunas de éstas razones estuvieron cerca de alejarlo de su sueño y enviarlo a Málaga en el verano de 1999 pero, por suerte para el barcelonismo, Puyol nunca se alejaría de su casa.

Si por algo no lo hizo fue por su amor a unos colores. Sus ganas y su ambición eran insuperables. Su esfuerzo y su entraga, admirable. Puyol era único y Van Gaal lo sabía, dándole la oportunidad cuando pocos confiaban en él. Uno más a una lista con jugadores como Xavi Hernández, Víctor Valdés o Andrés Iniesta, una demostración más de la importancia del legado del holandés al mejor Barcelona de la historia.

Una carrera de leyenda

Lo que vino después de su debut es por todos conocido. Tras la tempestad llegó la calma y con ello los títulos. A los peores años de la historia azulgrana le siguó una luz, de nombre Ronaldinho, con la que Puyol comenzó a levantar los primeros de decenas de trofeos con el club: seis Ligas, seis Supercopas de España, tres Ligas de Campeones, dos Mundiales de Clubs, dos Copas del Rey y dos Supercopas de Europa en la mejor década del conjunto culé. Sus imágenes levantando los trofeos en París y Roma son imborrables, su imagen con Abidal en Wembley, inolvidable.

Títulos a los que hay que unir lo cosechado con la selección española. Una Eurocopa y un Mundial que sirvieron para coronar a la mejor selección de la historia. Un combinado único e irrepetible que encontró en Carles Puyol la combinación de entrega y sacrificio perfecta para el juego de toque de los Xavi, Iniesta, Silva y compañia.

Un ejemplo único que escribió sus primeras líneas hace hoy quine años en Valladolid y que, tras habernos dejado si su fútbol hace ya unos meses, aún todos lo seguimos añorando.