El 5 de julio de 1980 dos de los más grandes tenistas de todos los tiempos nos hicieron vivir uno de los momentos más intensos, bellos y plásticos de la historia del tenis. El escenario fue Wimbledon y entre los muros del All England Club, la magia se hizo deporte sobre la sagrada hierba. Björn Borg ‘El hombre de hielo’ y John McEnroe escenificaron el sumun de la rivalidad deportiva en una final de Grand Slam. El partido fue sencillamente inolvidable, pero especialmente legendario fue el tie break del cuarto set, en el que McEnroe levantó cinco match points y tuvo siete oportunidades de ganar el set, cosa que finalmente ocurrió con un store de 18 a 16. Y aunque Borg se llevó la final al ganar el quinto set, lo vivido aquella tarde fue para muchos el mejor partido de la era moderna.

La rivalidad entre ambos es posiblemente una de las que más apasionada e intensamente se han vivido en la historia del deporte. La ambición de ambos tenistas no tenía techo, para liquidar a 'IceBorg' había que ser puro fuego. Y el virtuoso juego de saque y red de McEnroe era como un lanzallamas. Borg representaba lo apolíneo, lo absolutamente correcto, una interpretación perfecta y elegantísima del tenis, sobrado de facultades jugando desde el fondo de la pista con una racionalidad geométrica absolutamente magistral. Su revés a dos manos nunca se había visto antes y cambió la manera de jugar al tenis a partir de entonces. En cambio John era dionisíaco, intuitivo, improvisador, innovador, revolucionario artísticamente y estéticamente. Era la inspiración y la genialidad de la danza, y ni su mal carácter pudo ocultar la magia de su tenis, su volea, su servicio variadísimo en ángulos, velocidad y efectos, que le convirtió en el mayor genio de su generación.

Desde muy pequeños los dos genios fueron instruidos en escuelas que les enseñaron como debían de jugar, pero la personalidad de cada uno de ellos les permitió hacer su propia interpretación del tenis. Aunque sólo se midieron 16 veces, fue un duelo que marcó época por ser dos estilos de gran contraste y en la segunda mitad de la década de los ’70 y principios de los ’80 o se era de Bjorn o de John. En gran medida la evolución experimentada por este deporte fue resultado de la ambición y rivalidad de los dos grandes campeones. Es por ello por lo que muchos al contemplar la época que nos están haciendo vivir en la Liga española, tanto Messi, como Cristiano Ronaldo, llegamos a la conclusión de que posiblemente sea lo más similar a aquella legendaria e histórica rivalidad del tenis. El duelo Borg - McEnroe fue bautizado como el choque de “Fuego y Hielo”, un calificativo perfectamente amoldable al pulso de goles y fútbol que mantienen Leo y Cristiano desde hace años. Y aunque hablamos de otras hierbas sagradas, también ellos serán decisivos en la evolución de su deporte, puesto que Cristiano nos enseña cada domingo que el fútbol avanza hacia un nuevo modelo de jugador, un decatleta capaz de dominar la técnica como el más virtuoso de los futbolistas. En su caso Leo Messi es como John, su fútbol adaptándose a las elevadas exigencias físicas del fútbol actual, no ha perdido un ápice de la magia de la calle, es pura fantasía.

La ambición, calidad, capacidades físicas y personalidades de Leo y Cristiano, componen un mapa de heroicidad jamás contemplado en la Liga española. Tanto el argentino como el portugués se nutren uno de otro y han dado fruto a una brutal coexistencia que batirá todos los registros históricos de la Liga. Si Leo bate el record de Zarra 57 años después, Ronaldo levanta un match point firmando 15 goles en siete jornadas para batir el registro de Echevarría en 1943, vigente durante 71 años. Cristiano se mueve en cifras de Di Stéfano, y va a por Raúl, mientras Messi se corona en Barcelona, dejando pequeño a un futbolista como Kubala, al que se le quedó pequeño el estadio blaugrana de Les Corts.

Ronaldo representa lo apolíneo, es el hombre de Vitruvio de la historia del fútbol

Hoy como en aquella época, o se es de Cristiano o de Messi y como entonces cada uno defiende un modelo absolutamente antagónico de interpretar el fútbol. Cristiano es como Borg, si el sueco era profundo y tenía el tenis en la cabeza, Ronaldo tiene el fútbol y utiliza sus excepcionales facultades, para ser una manada de bisontes en estampida desde el fondo de la cancha. El portugués es la perfecta representación de lo apolíneo, expresando caracteres de la perfección corporal. Ronaldo es el hombre de Vitruvio de la historia del fútbol, el vigor físico y la profesionalidad llevada a los límites máximos para ser el futbolista perfecto. Es el orden, la medida y proporción en las cuestiones y en el proceder virtuoso de los hombres.

Messi como John McEnroe, representa lo dionisíaco su fútbol no ha perdido un ápice de la magia de la calle, es pura fantasía.

En cambio Messi aunque no tenga el mal carácter del norteamericano, como John McEnroe, representa lo dionisíaco, la liberación vitalista, intuitivo, improvisador, innovador, revolucionario artísticamente y estéticamente. Es una intangible explosión del juego corto, la técnica llevada a la danza y sus ángulos imposibles, la incontinencia pasional donde el hombre encuentra su identificación con el universo, con el caos primigenio.

Dos estilos, dos formas de concebir el fútbol que deparará buena parte del destino de este deporte y que como coetáneos gozamos del privilegio de poder disfrutar. Con ellos nos quedamos atrapados para siempre en la pasión, belleza e intensidad de aquel mítico tie break de Wimbledon del año 80, pues hielo y fuego quedaron nuevamente encarnados en las figuras de Cristiano y Leo. El portugués y el argentino asombran al mundo levantando match points cada semana, si Leo pulveriza un récord en Barcelona, Ronaldo pulverizará otro en Madrid, pues la leyenda vuela hoy día en el puente aéreo que cubre Madrid con la ciudad Condal. Es el choque de “Fuego y Hielo del fútbol”, el tie break de los dos mejores futbolistas de nuestro tiempo.