Joan Laporta llegó a la presidencia del Barça en 2003, recogiendo un equipo prácticamente roto, sin esperanza e ilusión, lejos del equipo grande que en teoría era y con una autoestima rozando el subsuelo. Hizo del conjunto culé, gracias a sus fichajes y a la confianza que él depositó en Guardiola, el mejor  Barça de la historia, ganando una cantidad de títulos estratosférica. Se marchó en 2009 debido a la moción de censura que le realizaron. Quizá se le dio un trato que no merecía. Bueno, sin el quizá. Su lugar lo ocupó Sandro Rosell, un tipo sonriente y con ganas de comerse el mundo. Abogaba por seguir haciendo grande al equipo culé y prometió y prometió, al mismo tiempo que se dedicaba a dar palos a la anterior junta directiva. Pero Guardiola, siempre fiel a Laporta y con razón, poco aguantó esa situación. Y se marchó el eje del Barça mágico. Rosell empezó a ver cómo se tambaleaba todo. El resto del nudo de la historia es conocida. Se ganó algún que otro título, nada comparado con lo anterior y el año pasado Sandro dijo adiós al Barça tras haberle metido en uno de los grandes errores de la historia del equipo culé: el caso Neymar. Además de haber llenado la camiseta de publicidad y de ignorar a UNICEF.

En resumen, Laporta elevó al cielo al Barça, le hizo grande, el mejor, y nunca olvidó el eje sobre el que giraba todo, aquello de ‘més que un club’, unos ‘valors’ que ya quedaron en el olvido. Y se fue con una patada en el trasero. Rosell se marchó después de haber manchado a más no poder el nombre del club, el mismo que tiene ahora como presidente al que fue su vicepresidente cuando se produjo todo el lío del caso Neymar y al que nadie votó para que esté ahí (Bartomeu).

Dicen que el tiempo pone a cada uno en su sitio. Rosell intentó hundir el nombre de Laporta y manchar todo lo que consiguió por la vía judicial. Ahora la justicia le ha dado la razón a Laporta, el mismo que no descarta volver a presentarse a la presidencia del Barça. Quizá el club le necesite de nuevo. Hasta 2016 no habrá elecciones. Aún queda tiempo por saber qué sucederá en la presidencia del Barça, pero el daño institucional que ha recibido se le puede considerar, sin duda alguna, irreparable.

“Porque muchas críticas vienen de hipócritas, que dicen que son del Barça, y no lo son. Y me están embaucando a algunos de ustedes... y eso es lo que no me gusta... que los embauquen... que los engañen. Eso no me gusta nada. ¡No caigan en la trampa! Que si no hacen ver que son del Barça, no los leería nadie ni los escucharía nadie... O sea que... ¡Al loro! ¡Que no estamos tan mal, hombre!”. Joan Laporta.