Cuando se habla de derbi, todas las estadísticas quedan en un segundo plano. Nada importa si el Espanyol fuera de casa no es capaz de encontrarse, que el Barcelona se ha mostrado intratable en los últimos precedentes y que desde el doblete de De La Peña todo son resultados positivos para el Barcelona en los enfrentamientos directos en el Camp Nou.

Y con esas salió el conjunto perico, sin presión alguna, con las cosas claras y con una capacidad de trabajo espectacular. Buscó cerrar los espacios al Barcelona cerca de su portería, con un dos líneas de cuatro y los dos delanteros preparados para salir al contragolpe.

Frescura y disciplina táctica, aliados blanquiazules

Con las fuerzas al máximo, el Espanyol se sentía cómodo atrás, cerrando los pasillos interiores y frenando las acometidas de los laterales, que eran los que más peligro podían crear ya que el Espanyol prefería dejar libre las bandas para tapar con más hombres el centro.

Víctor Sánchez caía a banda izquierda, como teórico extremo, para estar pendiente a Messi y Alves junto con Fuentes, ya que Salva Sevilla es más vulnerable en el aspecto defensivo que el ex-culé. Con ese movimiento táctico, Sergio González no perdió demasiado en el centro del campo porque la simple acumulación de jugadores disimularon las carencias defensivas de Salva. 

Por dentro también, Erick y Álvaro fueron los escogidos por Sergio por su velocidad, dejando a Colotto, mucho más posicional y lento que ambos, en el banquillo.

El desorden azulgrana en la primera mitad

Pocas veces se han visto tantas situaciones de desorden en 45 minutos en el Camp Nou. Poca amplitud, circulación lenta y, sorpresa, momentos de caos en el centro del campo. Los interiores en el mismo lado, a la misma altura y sin capacidad de superar al binomio Cañas - Salva Sevilla. Los tres delanteros estaban muy estáticos y el Barcelona no encontraba las soluciones a los problemas que ponía el Espanyol.

Pero podía ser peor. El Espanyol marcaba y el Barcelona, a parte de no jugar con comodidad, empezaba a perder la calma, que era lo poco que le quedaba. Empezó a navegar por una serenata desconocida, orquestada por un equipo rival que tenía las cosas muy claras y las ejecutaba a la perfección.

Y Messi volvió a decidir

Pero el talento individual decidió, una vez más, el partido. Messi agarró una pelota que parecía imposible porque no había espacio físico pero el argentino es diferente. El resultado es sabido, 1-1 y partido distinto.

Pero no contento con lo hecho en la primera mitad, Messi volvió a ser el solista del coro azulgrana. En un momento de inspiración máxima, Messi, al ritmo de su música, tiró un caño y batió a Kiko Casilla. Pocas tácticas pueden competir a tanto talento y el equipo de Sergio sucumbió al del astro azulgrana.

A partir de ese momento, el Barcelona se reencontró, volvió a juntar sus voces al unísono y cantó la melodia que tanto gusta al Camp Nou. El campo empezó a ser ancho, los de arriba fueron profundos y Xavi cogió la batuta del centro. Se volvió a marcar de córner y Pedro siguió aumentando la confianza con otro gol. 

El 4-4-2 de Sergio se desmoronó con el desequilibrio de Messi, pero ayudaron los cambios que tuvieron tras el descanso. El gol de Pedro coge a los blanquiazules con metros a la espalda pero tampoco había una excesiva presión al poseedor. 

Los dos delanteros se hundieron demasiado por el miedo a encajar y perdieron la amenaza al contragolpe, con lo que Piqué y Mascherano pudieron subir más y crear las superioridades en la zona de creación. Después, el tres contra dos por dentro de los azulgrana, Busi - Xavi - Rakitic contra Cañas - Sevilla, hacía su faena para dejar a los tres de arriba con igualdad numérica para encarar.

Finalmente, un detalle hace pasar de una derrota a una goleada. Un gol en el minuto 45 que afinó a los culés hundiendo a los visitantes. Un derbi con multitud de detalles que ha sido el primer asalto, a la espera del de Cornellà, que volverá a ser apasionante.