San Mamés hacía gala de su historia e institución con un público entregado a pesar del frío intenso y los horarios indeseados. El partido contaba con todos los alicientes que un Clásico suele tener. Tradición, mitos y expectación. Tan nueva como helada, la casa de los leones de Bilbao recibía un Barcelona al alza, sabedor del tropiezo de su rival directo, el Real Madrid de Ancelotti, ante el actual campeón de Liga, el Atlético de Madrid.

Perdido el margen para errar por la clasificación y la distancia aún remontable pero incómoda de cuatro puntos, fallar no estaba permitido a pesar de todos los alicientes que iban a complicar dicha resolución. Luis Enrique y sus pupilos, comandados por Xavi Hernández como apuesta transgresora respecto al pasado inmediato, debían ganar a los de Ernesto Valverde para depender de sí mismos de cara a la consecución de la competición.

La importancia de los detalles

Creció el Barça en la eliminatoria ante el Atlético y se hizo ver con su capacidad de reacción por partida doble ante el Villarreal en Liga. No iba a ser menos en San Mamés, señor estadio de la Liga BBVA, donde tras hacer gala de varias transiciones y hambre en la pérdida de balón con tal de recuperarla, se avanzaba con gol de Messi en el minuto 15. Haciendo gala de la importancia de los detalles, un toque con la barrera del esférico acompañado de un resbalón de Iraizoz en la línea de meta ayudaban a que de libre directo el argentino pusiera por arriba los suyos.

Necesitando cada vez menos para generar ocasiones y con un Xavi transitorio entre los dos mares propuestos por Luis Enrique en su juego, Iraizoz y los palos hacían lo posible para evitar la caída rápida y definitiva. Fue en el minuto 25 de partido cuando Suárez que, tras recibir una asistencia de Messi jugando de cara en la frontal del área, ponía el 0-2. Con metros y llegada, recordando viejos tiempos en Anfield, rompía su sequía de cara a portería en un panorama idóneo.

Insistente en el golpeo y trascendente en el desborde, Neymar JR también quería su premio. Talento en el duelo individual y caos dentro de lo organizado previamente por Xavi y Rakitic, el brasileño combinó con Messi en 3/4 de campo con la referencia de Suárez para achicar a Laporte y Etxeita.

Bendito caos

El segundo tiempo tuvo como protagonista las idas y venidas del juego que, por talento individual, acabaron decantando la balanza del todo para los azulgranas, de amarillo esta noche. Messi lanzando conducciones para dividir y atraer sumados a Suárez y Neymar atacando los espacios hacían preveer problemas para la meta de Iraizoz, y tampoco el gol de Mikel Rico aprovechando un rechace de Bravo en el área pequeña para reducir distancias fueron suficientes. Mostrando sus fortalezas, el Barça reaccionó más pronto que tarde y no dio vida a los leones.

Messi tras un robo de Busquets en campo rival y asistencia de Suárez ponía el 1-3 de cabeza y más tarde el mismo argentino regalaba un gol a Neymar con una preciosa (y clásica) asistencia previa conducción diagonal. El 1-4 vino también con el detalle de Xavi Hernández dejando pasar el balón a escasos centímetros de sus piernas, leyenda del fútbol español que más tarde al ser substituido se vio premiado por el respetable de San Mamés con una emotiva ovación.

Un pequeño error de Bravo fue condenado por Aduriz con el 2-4 ganando la espalda de Mathieu. Calmado el partido con la entrada de Rafinha y controlando el Barça las fases de no-balón, Leo Messi volvió a hacer de las suyas y tras una gran acción ayudaba a Busquets a asistir a Pedro que, recién ingresado al terreno de juego, ponía el definitivo 2-5.

Crecidos y con todo por llegar, vivos en las tres competiciones y dependiendo (ahora sí) de ellos mismos para vencerlas, los azulgranas siguen pensando que quizá aquello que no se realizaba ni en los mejores sueños se pueda cumplir en breve. Quizá la Real Sociedad hizo más bien que mal.