Sentimientos encontrados. Así se sintieron muchos culés la noche del domingo y este lunes a la mañana, tras vencer al eterno rival en el Clásico, y os preguntaréis el por qué.

El Barcelona venció al Real Madrid por 2-1 con un gol a balón parado de Mathieu y un derechazo de Suárez al contragolpe, un estilo que hace tan solo cinco años nadie podría haber imaginado en el Barcelona romántico y del toque.

De aquellos azulgrana queda más bien poco, y este domingo se ganó a los blancos disfrazándose de ellos, dándole donde más les duele, después de una primera mitad de juzgado de guardia y una segunda parte dominadora con demasiado desacierto de cara a portería.

Un excelso Piqué pudo salvar al Barcelona de la catástrofe

Nadie discute que el Real Madrid podría haber merecido más en el primer tiempo, porque le pintaron la cara a un Barcelona mermado, encallado, desordenado e inmóvil que fue incapaz de activar a sus interiores para conectarse con los tres de arriba. Nada que decir de los laterales y el pivote superados en la defensa, solo un excelso Gerard Piqué pudo salvar al Barcelona de la catástrofe, junto al cancerbero azulgrana que hizo – por un pequeño instante-, hacer olvidar a Valdés. 

Los blancos perdonaron, y en la segunda mitad se encontraron con otro Barça que al más puro estilo Madrid, perforó a Casillas. A través de contragolpes y una alta presión insistía el Barcelona de Luis Enrique, haciendo recordar a los nostálgicos que nada queda ya de aquellos azulgranas románticos y empedernidos, que ahora nos va la marcha y que se puede ganar de otras formas.

Nada queda ya de aquellos azulgranas románticos y empedernidos

Solo la falta de acierto y alguna mala decisión de Neymar impidió que el marcador abultara más. Los aficionados azulgranas celebraron la victoria por 2-1 como si no hubiera mañana, como si la Liga estuviera ganada, pero una parte del sector mormullaba en sus cabezas que así no se vale ganar.

Sentimientos encontrados, euforia por la victoria, orgullo por machacar al eterno rival, incluso éxtasis por ganarlos a su manera, pero allí en el fondo del corazón queda la nostalgia de aquellos maravillosos años del balón que hacen recordar que ni un estilo, ni quizá el otro, una sinergia de ambos se debería fusionar.