Arte. Pasión. Romanticismo. Competitividad. Pureza. Esencia. Talento. Esfuerzo. Solidaridad. Genialidad. Valores. Belleza. Magia. Personalidad. Conocimiento. Fortaleza. Honor. Poesía. Innovación. Solidez. Unión. Éxito. Poderío. Energía. Humildad. Dinamismo. Valentía. Armonía. Convicción. Dignidad. Constancia. Gen ganador. Jamás existió, y probablemente exista, un equipo capaz de reunir tantos ingredientes futbolísticos en su obra y de dominar con tanta supremacía al resto. Josep Guardiola perfeccionó la esencia del ‘Cruyffismo’ y creó una máquina inigualable de jugar al fútbol. Un conjunto que lo tenía todo y que provocaba la admiración del planeta. El Camp Nou fue el teatro principal durante cuatro años de un grupo único. El ‘Fútbol Total’ alcanzó su cénit durante esa etapa. Y, aunque la obra acabó con la marcha del club de su creador, nunca morirá; siempre quedarán vivos los recuerdos de aquellas borracheras de fútbol y arte que nos regalaba el Pep Team; así como los 14 títulos que inscribió en los libros de la historia del balompié. El legado de ese FC Barcelona será eterno.

“Lo que se hace en esta vida tiene su eco en la eternidad”

Derrochar en el campo grandeza y esfuerzo como el gran Madrid de Alfredo Di Stéfano. Andar por el campo a un toque como hacían los artistas brasileños en el Mundial de 1970 de México. Intercambiar las posiciones con la armonía de los holandeses del Ajax Campeón de Europa y de la Naranja Mecánica. Combinar en el ataque como la afinada orquesta de los ‘Magiares Mágicos’ de Hungría. Defender hacia delante en bloque como el gran Milan de Arrigo Sacchi. Guardiola diseñó una fórmula mágica en "Can Barça", en la que incluyó los poderes de los mejores equipos de la historia. Con ella creó un conjunto que rozaba la perfección, técnica, y tácticamente, para arrasar con la física. Logró lo que parece inalcanzable: que un equipo jugase como un grupo de amigos, haciendo fácil lo difícil, disfrutando en el campo, provocando el goce de los aficionados al fútbol (no solo del Barça) y anteponiendo el juego al resultado.

Pep Guardiola dejó una obra en Cam Barça que difícilmente se volverá a repetir. 

“Había momentos de tal belleza en el juego del Barça, que parecía que enfrente solo había conos”

En la retina queda un Camp Nou en pie ovacionando una sucesión de pases durante un Clásico frente al Real Madrid de José Mourinho y Cristiano Ronaldo. Se enfrentaban los dos grandes, cada uno con su idea, y allá por la segunda mitad, la ópera guardiolista interpretó la Novena Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, el ‘Coral’, con la que fascinó al público y lo levantó de sus asientos. Los jugadores del Barça completaron una auténtica obra de arte, una pintura. Durante casi dos minutos se dedicaron a intercambiar sus posiciones y pasarse el balón a la velocidad de la luz. Lo acariciaban, mimaban y acunaban en su poder, con el mismo esmero que Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina, creando una conexión eterna de fútbol preciosista, de diseño y orfebrería. Aquel día, el Barcelona acentuó, y de gran manera, su hegemonía, y  refrendó y abanderó como nunca su estilo, el de la posesión. Bailó como una mariposa y picó como una avispa, para acabar goleando (5-0) a su eterno y poderoso rival.

“La pelota es la única que no se cansa. Que corra ella”

La fábrica de producción de este legendario equipo se encontraba en el medio. Con la inteligencia de Sergio Busquets, la magia de Andrés Iniesta, la maestría de Xavi Hernández y la genialidad de Lionel Messi, Pep Guardiola construyó un rombo que gobernó el viejo continente. A él añadió grandes complementos que los hacía prácticamente invencibles. La idea era dominar el balón, sacarlo jugado siempre desde atrás, reunirse y ordenarse a través de él, elaborar en el medio con sabiduría y superioridad, y atacar los espacios creados al rival. Todo lo hacían de forma conjunta, con convicción, solidaridad, esfuerzo y valentía. Y no solo para atacar;  cuando la perdían eran agresivos (no sucios ni violentos) y rápidos en su recuperación. Fueron educados para tener el esférico y amarlo, así que, les sobraba la inspiración que nace y emana de la pasión cuando lo poseían, y las ganas de recuperarlo cuando lo perdían. Y, además de jugar como los ángeles, ganaban. Eran el equipo perfecto…