Al definir el término zapador, encontramos que es aquel militar encuadrado en una unidad especializada en la que se trabaja en operaciones de excavación, demolición y fortificación. Son esencialmente trabajadores de combate que se dedican a construir puentes y diversas estructuras en tiempos de guerra. Nunca fue muy correcta la definición de un partido como una pequeña guerra simulada, algo que no quiere decir que no sea acertada, puesto que tanto la táctica como el lenguaje, guardan tremendas reminiscencias de un conflicto bélico.

Por ello ahora que tanto se habla del talento, de la magia y la velocidad de dos atacantes del Barcelona, es justo reconocer y valorar de una forma altamente positiva el desempeño de Luis Suárez en la tremenda tripleta ofensiva del conjunto azulgrana. Ese triángulo equilátero que trae de cabeza a media Europa, y en él, justo en la equidistancia del talento, se encuentra la ductilidad, la entrega, la viveza y la calidad del futbolista salteño.

Pues Luis es mucho más que un delantero centro goleador, posiblemente el asedio a la célebre playa de Omaha, no habría sido posible sin la crucial intervención de los zapadores, que abrieron el paso bajo un fuego intenso alemán.  Luis es un zapador del gol, a su certera definición y su calidad, suma un intenso trabajo de demolición de posiciones defensivas, de construcción de puentes de plata que abren a paso a sus dos geniales compañeros del triángulo equilátero. Todos estamos seguros que sin Messi no se podría producir la equidistancia de la magia, pero no nos equivocamos si afirmamos que Suárez puede ser la clave de la enorme sintonía asociativa de la delantera blaugrana.

Luis es talentoso, no tiene piedad ante el portero, pero es un fabuloso zapador, la pelea, la lucha y la planeada demolición, forman parte de su ideario futbolístico. Como todos, tiene un pasado que le gustaría olvidar, acciones en las que traspasó las fronteras del juego, pero su grandeza reside precisamente en su fortaleza mental para superar situaciones de campo, juego y vida con espíritu de zapador. En un porcentaje abrumadoramente alto, Luis interviene de forma decisiva en la jugada de gol, ya sea llevándose defensas con un movimiento, peleando con ellos para abrir hueco o dar el pase e incluso finalizando la asociación con un remate certero a gol. El triángulo equilátero tiene tres ejes de simetría, en el primero viaja la universalidad futbolística de Leo Messi, en el segundo Luis Suárez, que justo en la intersección muy cerca del centro, donde se encuentra el gol, hace un trabajo enorme de inteligencia y lucha.

Por tanto Luis Suárez es ese zapador que hace goles, que los fabrica sin balón y que los da, es la clave, la llave del éxito y la sintonía positiva de una de las mejores delanteras del mundo en el fútbol actual. Y por esa razón, ahora que el Barcelona se encuentra justo frente a la Playa de Omaha de los títulos resulta crucial la presencia e intervención del futbolista uruguayo, con alma de zapador, viveza criolla e inspiración gaudiana, porque de qué otra forma podríamos calificar el control y pase orientado de líneas gaudianas que le vimos ejecutar magistralmente en el Allianz Arena de Múnich. Solo un tipo como él puede hacer ambas cosas, porque Luis es el clásico uruguayo que vio jugar a Francescoli, oyó hablar de Schiaffino, de Andrade, de Ghigghia, de Scarone, del Divino Manco Castro, que jugó con Diego Forlán, pero como todos sabemos lleva en el alma, a un Obdulio Varela. Es uruguayo, luces y sombras del Río de la Plata, un delantero zapador que construye puentes entre Barcelona y la leyenda.