Estimado Sr. Hernández:

Después de diecisiete años parece que ya no hay vuelta atrás. Desde los asientos de millones de hogares de todo el mundo nos pide dejarle marchar. Un adiós cuando mejor nos había acostumbrado y que nos obliga a volver a contentarnos con lo básico, el sencillo sabor, hasta su llegada cúspide y supremo, de la simple y ansiada victoria.

Se va, 17 años después, de forma muy diferente a como llegó. Aún recuerdo aquellos reportajes suyos de Canal+ viajando en metro a los entrenamientos del Camp Nou. Sus comparaciones con Guardiola, su ídolo, y que tanto daño le hicieron en sus inicios como "4" azulgrana. Pero por encima de todo, siempre permanecerá en mi memoria aquel gol. Ese gol que nos brindaría la primera de sus Ligas.

Yo, Xavier, yo lo recuerdo como si fuera ayer. No debía de levantar más del metro y medio del suelo pero aún me veo, con mi padre, celebrando ese remate de cabeza en Valladolid una triste tarde de invierno. Un cabezazo que, a la postre, nos permitiría llevarnos a la boca el último título importante en años, años venideros muy duros en los que usted, permítame dirigirme de esta forma, usted padeció y sufrió los males del Barcelona como ningún otro. Años en los que se criticó el juego de pase, el estilo, su estilo. Se le culpó de haber llevado al club a un estancamiento impropio del fútbol moderno. Un fútbol que nunca podría ganar sin músculo y fuerza, sólo con cabeza.

Un lustro negro que casi lo lleva a dejarse ir, a rendirse, a buscar otros lugares pero, de nuevo, y no me gustaría que me tachase de pesado, debo agradecerle por haber dado una oportunidad a mi club. Su club a fin de cuentas. Un club que por encima de todo ha sido su casa. Hogar en el que ha aprendido, ha enseñado y al que ha dirigido con maestría desde el día que se lo permitieron hasta esta misma temporada. Elegancia, clase, control. Humildad y deportividad. Més que un Club, entre otras cosas, por gente como usted que ha decidido llevar a cuestas su bandera azul y grana de Cataluña para el Mundo.

Para terminar, podría hablarle de montones de cosas. París, Roma, Londres. Los clásicos, la Roja… Conductor y referencia de momentos únicos e inolvidables que llevaron a barcelonistas y españoles a sentirse grandes. A tocar el cielo sin necesidad de hacernos viajar. Hicimos propios lugares recónditos que parecían inaccesibles. Todos con la Roja, España, el tiki -taka. Usted fue la esencia. Hilo conductor de una generación irrepetible de la que, perdona que se lo diga, es el padre, el hijo y el espíritu. Por todo esto su nombre estará en mi espalda en Berlín. En el final. El lugar dónde le tocará levantar lo que tantas veces ha visto levantar a otros, amigos y compañeros, pero que aún el destino, caprichoso o quién sabe si paciente, le ha mantenido esquivo. Esta vez le corresponde, es su momento, mi capitán. Para decir adiós en lo más alto. Al final, como en las buenas películas. Como las grandes leyendas.

"Levántala esta vez, Sam"