Historia escrita en letras doradas. El Barça de Guardiola firmó en Londres, en el templo futbolístico por antonomasia, en Wembley, una de las mayores exhibiciones futbolísticas que se recuerdan. Los campeones de Inglaterra y España se daban cita en la gran final de la Champions.

Los azulgranas llegaban como favoritos y cumplió con su papel tras bordar un juego espléndido, que dejó lejos, muy lejos, de la victoria final a un Manchester United que pareció un títere en manos de Xavi, Iniesta y Messi, titiriteros de uno de los mejores equipos de la historia del deporte.

Dominio azulgrana

El partido comenzó de forma similar al de 2009, la última final de Champions que ambos equipos habían disfrutado y que también se saldó con triunfo azulgrana. Guardiola, con su equipo de gala y la titularidad del recién recuperado Abidal, planteó un partido con posesiones largas pero con una movilidad permanente de sus jugadores y, sobre todo, del cuero, que no estaría más de unos segundos por la misma zona.

Moviendo de un lado a otro a los de Manchester, el Barça se sentía cómodo con el cuero pero sin él, sufría. Como ya pasara en 2009, los de Ferguson salieron algo más entonados y disfrutaron de llegadas, que no ocasiones, sobre el marco de un Víctor Valdés que se mostró imperial durante toda la final estando muy atento ante los intentos del United de contragolpear.

El Barça de Wembley, el de la temporada 2010/11 es, posiblemente, el más bello que han podido disfrutar los aficionados azulgranas. Cuando el cómo importaba tanto o más que el qué, cuando Leo mezclaba por dentro con Xavi y Andrés. Piqué y Puyol aseguraban atrás lo que se jugaba del centro del campo hacia delante. Cuando el fútbol dejó de ser un deporte y comenzó a ser arte, una maravilla más para el mundo.

Cuando apenas habían pasado algo más de 25 minutos llegó el tanto de Pedro tras asistencia tan precisa como preciosa de Xavi Hernández. El egarense, el que quizás ha sido el futbolista más determinante de la historia del fútbol español, sentó cátedra en Wembley y regaló como ya hiciera con Leo en Roma, un tanto al canario, que no fallaba en las grandes citas con su gol.

Dolidos e incluso ofendidos ante la media hora de juego que había ofrecido el Barça, el equipo inglés sacó fuerzas de flaquezas y empató con un tanto de Rooney que no debió subir por fuera de juego previo pero que apenas siete minutos después de el tanto inicial de Pedro ya igualaba el electrónico. Quedaban 45 minutos y el Barça había merecido más pero se iba como empezó, con tablas.

El Barça de Messi

Si hay un jugador por encima del resto en cuanto a incidencia en los partidos decisivos se refiere, ese es Lionel Andrés Messi Cuccittini. Con apenas 23 años conseguía su tercera Champions y como líder absoluto de uno de los mejores conjuntos de la historia.

El argentino, calma entre la tempestad, éxtasis dentro de la tranquilidad, atropelló al United con una exhibición que se vio reflejada, más si cabe, en un segundo tiempo memorable en el que apareció por todos los rincones del verde de Wembley. Recortando, asistiendo, definiendo, el '10' azulgrana, omnipresente durante la final, regaló al fútbol dos momentos memorables.

El primero, en forma de gol. Estaba el Barça buscando la manera de entrar entre la muralla inglesa sin éxito hasta que el 'Messías' apareció para fusilar a van der Saar con un disparo fuerte, seco, raso, imparable para el meta holandés que se veía, como en 2009, claudicando ante el genio argentino.

La euforia se desató. Pocos tantos habían sido tan celebrados por Messi, poco dado a la excitación, menos aún pública. Sin embargo, la ocasión lo merecía. El Barça se había adelantado y desde aquel momento ya eran campeones, un título que tenía dueño desde antes de la final pero que no lo sentenciaron hasta que Villa, previa jugada memorable de Leo Messi, quien se deshizo de Nani con un simple juego de cintura, puso el cuero allí donde no llega cancerbero alguno. Era el 3-1, el Barça volvía a tocar la gloria de Wembley, la gloria del fútbol.

El final se producía y con él llegaba uno de esos momentos que dignifican el fútbol, el deporte y que enorgullecen a propios y extraños. Puyol y Xavi, lejos de querer levantar la Champions como capitanes, cedieron el brazalete a Eric Abidal, compañero que había superado un cáncer apenas dos meses antes. El Barça venció dentro y fuera del verde, como Abidal, quien levantó al cielo de Wembley una Champions especial. Cuando el fútbol se convirtió en arte, el Barça y Messi se convirtieron en historia.