La belleza de este deporte se hizo patente en Tifilis. La capital georgiana y su gente nunca olvidarán la Supercopa europea celebrada en su país este verano de 2015. Sevilla y Barcelona se citaron en la región caucásica con la idea de coronar Europa. Campeones de Europa League y Champions League, respectivamente, se volvían a ver las caras en este torneo casi diez años después del desastre de Mónaco. Del fin de una era.

Rafinha por delante de Pedro

La ausencia conocida de Neymar dejaba al tridente falto de efectivos. Sin el brasileño, la opción más clara parecía la del canario Pedro Rodríguez, pero Luis Enrique no dudó en girar los mandos. El brasileño Rafinha aparecía media hora antes del choque como miembro del once inicial para sopresa de todos y dejando al internacional español sentado en el banquillo. Con pie y medio fuera, la ausencia del tinerfeño era vista como un claro mensaje de adiós de uno de los grandes artificies del mejor Barça de la historia que, según informan gran parte de los medios de comunicación, formará parte del elenco de estrellas de la Premier League la próxima temporada.

Con el pequeño de los Alcántara partiendo desde la izquierda y la ya conocida entrada de Mathieu por el lesionado Alba, el Barcelona disponía su mejor once para disputarle el trofeo al Sevilla de Unai Emery. Con una defensa en cuadro, el equipo hispalense apostó por la pareja inédita Rami -reciente fichaje y recuperado a última hora- y Krychowiak que, debido a las ausencias de Pareja, Kolo y Carrico, tuvo que retrasar su puesto al centro de la zaga. Y así, con lo puesto y bajas en ambos equipos, la fiesta no haría más que comenzar.

Messi y Banega demostraron su nivel en libres directos

Sin relajación, pero con un susto. A los pocos minutos de juego, el Sevilla no dudó en asestar el primer golpe en una final de locos y que tuvo de todo. Un tanto de Banega de libre directo no fue más que el estímulo que necesitaron Messi y el Barça para comenzar a disputar la final. Sin lugar a dudas, un oasis con respecto a lo que fue la primera hora de juego. Un Barcelona enchufado con la línea de presión muy adelantada que fue superior al Sevilla con un Leo que, a golpe de faltas, tardaría ocho minutos en darle la vuelta al resultado.

Por encima de la barrera y abriéndose al palo del portero. El mejor jugador del mundo se sacó de repertorio para desesperar a Beto. El guardameta portugués, superado en el primer tanto, cedió su palo en la segunda falta y el argentino no dudó en castigar su error. Con 2-1, el partido comenzó a ser un paseo en el que Busquets, Iniesta y, sobre todo, Rakitic comenzaron a llevar los mandos. A todos ellos se le sumó un Messi y un Dani Alves especialmente enchufados y los buenos movimientos ofensivos por banda izquierda de Rafinha y Mathieu que, de no ser por un error del asistente, habrían permitido sumar el 3-1 a Suárez cumplida la media hora de juego.

La gasolina duró una hora

Tras el segundo gol de Messi, llegó el momento charrúa. Luis Suárez, esta vez sí presente en el equipo desde el inicio de la temporada, necesitó un partido para volver a ser clave en la consecución de un título. Goleador en la última final de Champions de Berlín, el delantero, al que se le pudo ver un pelín lento, fue decisivo en los dos siguientes goles del Barcelona. Tras fallar un uno contra uno ante Beto, el delantero de la selección uruguaya se repuso para brindar en bandeja de plata el tercero de Rafinha. Detalles técnicos a simple vista escondidos en su fútbol pero que, día a día, rentabilizan si no lo han hecho ya la inversión realizada la temporada pasada por la junta directiva. Un fichaje que gana títulos.

Luis Suárez volvió a "mojar" en la final

El ariete los gana porque también sabe marcar. Un error en la salida de un Sevilla superado permitió a Busquets encontrar a Suárez de cara a portería. Definición abajo, a los pies del guardameta y el Barcelona dijo basta. 4-1a la hora de partido y la sensación de estar todo decidido. Un feeling parecido al que mostró Luis Enrique con la entrada de Sergi Roberto una vez llegados a la hora de partido y que, para más inri, venía precedido del primero de los errores que darían vida al sevillismo. Una jugada llevada por banda derecha ante la pasividad de Alves y el error al cierre de Jérémy Mathieu desembocaría en el gol de Jose Antonio Reyes. El 4-2, unido al ya mencionado cambio de Iniesta levantarían a los de Emery que serían netamente superiores de ahí al minuto 90.

La defensa, nueva pesadilla culé

Tras una campaña pasada perfecta demostrando una gran seguridad atrás, el Barcelona volvió a padecer los males defensivos de pretemporada en el primer choque oficial del año futbolístico. Tras el gol anotado por Reyes, el Sevilla creyó que había partido y sólo el propio Barça se encargó de demostrárselo.

El banquillo puso la diferencia

Unai Emery, con mucho más que ganar que perder, decidió confiar en sus nuevas estrellas del verano para desquebrajar los males blaugranas. En plena decadencia física fruto del paso de los minutos, la entrada del ucraniano Konoplyanka primero y de Inmobile después permitió al cuadro del Guadalquivir imponer una marcha más, encender la chispa que incendioó el torneo. Un penalti claro de Mathieu a Vitolo transformado por Gameiro y un error infantil de Marc Bartra aprovechado por los dos fichajes sevillistas dejaron al Barcelona literalmente en la lona. Resultado, 4-4, y diez minutos para el final con un equipo en ascenso por otro en plena caída libre.

Con Messi en la reserva y Luis Enrique lastrado por el cambio de Sergi Roberto, lo cual obligó a cambiar a Mascherano cuando más se le necesitaba, el técnico asturiano se decantó por la prórroga de igual forma que un Emery al que la valentía le dijo adiós en el momento menos oportuno.

Pedro Rodríguez, un as para el póker

Llegados a la prórroga, los aficionados catalanes echaron la vista atrás para volver a ver a Pedro. El jugador canario se encontraba ante la misma situación que lo había llevado a la gloria. Una Supercopa de Europa y una prórroga en el camino hacia el sextete seis años después de aquel partido ante el Shaktar. En plena semana clave para su marcha el destino, que muchas veces es cruel, sigue casado con el azulgrana. Pedro pondría la cuarta.

Messi, Alves e Iniesta: 75 títulos en el Barcelona

Tras 25 minutos en los que ningún equipo conseguía poner el cerco a la portería rival, la calidad técnica del Barcelona se impuso al cansancio para tocar y tocar en torno a un área repleta de jugadores hispalenses. Con Messi y Suárez a punto de pedir oxígeno, la suerte de los penaltis parecía ya en camino, pero en el fútbol ya se sabe.

Una falta lamiendo la escuadra de Messi fue el preludio del bonito final de la historia en Georgia. Otro tiro libre y de nuevo Messi. Cansados de sufrir el atropello monótono del guante argentino en cada disparo directo, hasta el propio Krohn Dehli no dudó en ejercer de guardameta. A los ojos ciegos del árbitro prosiguió un zurdazo del argentino que detuvo Beto y situó a Pedro de nuevo ante el inicio de su novela.

El prólogo de su libro que ya forma parte de las estanterías del club. La rompió arriba y agarró la copa. De nuevo un gol de oro de un chico que vale mucho más. No se sabe si como regalo de despedida o como un nuevo obsequio en su aún larga carrera con el club, pero Pedro, de nuevo él, apareció como lo hacen los grandes para dar de nuevo una copa que en unos meses quien sabe si podría valer mucho más.

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Sobre el autor
Manuel Domínguez Rodríguez
Periodista graduado en Santiago de Compostela. Ourense 1992. Si el azar no me quiso dar pies para golpear un balón por lo menos que me de manos para escribir sobre el cuero. Colaborador con Elfútbolesnuestro. Toco y me voy.