El inicio de la temporada 2003/04 resultaba francamente excitante para la afición del FC Barcelona. Tras haber dejado atrás el catastrófico mandato en el que Joan Gaspart ejerció como presidente del club, periodo de tiempo en que el equipo culé no fue capaz de sumar ni un solo título, Joan Laporta era el elegido por los socios para reflotar una nave que yacía a la deriva a la espera de que un nuevo capitán fijara el rumbo.

Al nuevo rostro en la presidencia y en el banquillo, con la incorporación de Frank Rijkaard como nuevo técnico, había que añadirle la llegada de un jugador franquicia, un hombre que devolvería la ilusión a una afición dolida y desangelada con la marcha del equipo en las últimas temporadas. La llegada de Ronaldo de Assis Moreira “Ronaldinho” a Can Barça provocó que las expectativas de la temporada alcanzaran cotas un tanto irreales, puesto que a pesar de la calidad contrastada del brasileño, el resto de la plantilla barcelonista carecía del virtuosismo necesario para plantar cara, entre otros, al Real Madrid de los “galácticos”.

Foto: FC Barcelona

Los primeros encuentros oficiales demostraron que la regularidad no sería una de las virtudes del equipo. A pesar de empezar el campeonato con una importante victoria en San Mamés por 0 a 1, los azulgranas tan solo sumaron dos triunfos en las siete primeras jornadas, cayendo en el Camp Nou ante equipos mucho más consistentes como Valencia o Deportivo de la Coruña. A principios del mes de Diciembre, una dolorosa derrota en Málaga por 5 a 1 dejó malheridos a los hombres de Frank Rijkaard ante la inminente visita del Real Madrid a Barcelona, un clásico en el que los Figo,Ronaldo, Zidane, Beckham y compañía podían dar la puntilla a un bloque culé mermado física y anímicamente. Con Ronaldinho lesionado jornadas atrás, el Barça sucumbió ante un conjunto blanco que rompió una racha de 20 años sin vencer en feudo azulgrana, superando por 1 a 2 a un conjunto barcelonista que tras esa derrota caía hasta la posición nº11 de la tabla.

Con la irregularidad por bandera se alcanzó el ecuador de la competición. A 16 puntos de un liderato que ostentaba el Valencia y a 15 del eterno rival, el Barça debía visitar un estadio complicado como el Sánchez Pizjuán de Sevilla. Los objetivos fijados a principio de temporada habían dejado paso a la cruda realidad, eliminados por el Celtic de Henrik Larsson en la Copa de la UEFA y con pie y medio fuera de los cuartos de final de la Copa del Rey, tocaba buscar desesperadamente el pasaporte para las competiciones europeas de la siguiente temporada, algo que evidenciaba que la pesadilla vivida por la afición azulgrana en los últimos años estaba lejos de quedar en el olvido.

Pero la visita a Sevilla resultó ser un punto de inflexión. Con frecuencia el fútbol resulta injusto, premiando con un mayor botín a aquel que, futbolísticamente hablando, realiza menos méritos para alzarse con el triunfo. El 25 de Enero de 2004 el FC Barcelona fue netamente inferior a su rival, quien bajo las órdenes de Joaquín Caparrós gozó de claras ocasiones para sumar los tres puntos, pero el poco acierto local de cara a puerta y la efectividad culé acabaron provocando una victoria azulgrana que a la postre, acabaría convirtiéndose en el primer triunfo de una racha inmejorable de resultados.

El Sevilla lo intentó, puso en verdaderos apuros a Víctor Valdés en repetidas ocasiones, pero ni Reyes, ni Baptista ni Darío Silva lograron poner en ventaja a los locales en ninguna de las claras ocasiones de las que dispusieron. Como reza el dicho “El que perdona lo acaba pagando”, y una vez más resultó ser una predicción acertada, puesto que entre tanta ocasión sevillista Patrick Kluivert logró rematar con certeza una difícil asistencia del badalonés Luis García, haciendo subir al marcador un resultado de 0 a 1 que se mantuvo hasta el final a pesar de las acometidas locales. Sin saber muy bien como el FC Barcelona salía victorioso de un estadio extremadamente complicado, a partir de ese momento la irregularidad flagrante que había demostrado el equipo a lo largo de la temporada, dejó paso a un carácter ganador que sentó las bases de lo que más tarde sería la edad de oro del club azulgrana.

Foto: FC Barcelona

En las 17 jornadas restantes el Barça sumó 13 victorias, 2 empates y tan solo 2 derrotas, cosechadas ambas cuando el equipo ya había conseguido asegurarse matemáticamente su presencia en la siguiente edición de la UEFA Champions League. Logró triunfos de prestigio como los cosechados en Mestalla, Riazor o el Santiago Bernabéu, gestas que se tradujeron en una meritoria segunda posición final a tan solo cinco puntos de campeón, Valencia, y por delante de un “galáctico” Real Madrid que se deshinchó a varias jornadas para el final.

A pesar del gran final de campaña realizado la temporada no pudo tildarse de exitosa, puesto que por sexto año consecutivo el equipo no había sido capaz de sumar ningún título a su palmarés. No obstante, desde el club se tomó la decisión de realizar una importante inversión económica en busca de jugadores que complementaran a la perfección las cualidades demostradas por Ronaldinho, lo cual se tradujo en la llegada a Can Barça de Deco, Samuel Eto’o y Ludovic Giuly entre otros, jugadores que junto al crack brasileño lograrían devolver al conjunto azulgrana a la élite del fútbol mundial.