Tras la lesión de Leo Messi allá por el mes de septiembre, pocos podrían vaticinar que el Barcelona llegara líder al choque ante el Real Madrid en el Santiago Bernabéu. Mes y medio después, el buen hacer de Neymar y Suárez sumado a los pinchazos del Real Madrid ante Málaga, Atlético de Madrid y Sevilla en la jornada de ayer hacen que los blancos se jueguen la vida en el próximo encuentro del día 21. Tres puntos encima, los culés visitarán el estadio blanco sin la imperiosa necesidad de ganar, algo que podría suponer un alivio debido a la delicada situación de la enfermeria culé de cara al citado encuentro. La victoria de ayer, ante el siempre peligroso Villarreal, supuso un golpe de moral a un grupo que se ha impuesto a infinidad de adversidades y que, con más goles que fútbol, ya espera con impaciencia la llegada de Leo, además de la de Arda Turan y Aleix Vidal en el mes de enero, a tiempo para jugarse los títulos.

El Villarreal quemó sus balas en los primeros cuarenta y cinco minutos

Consciente -como cualquier entrenador que visita el Camp Nou- que las posibilidades de dominar en el Camp Nou son ínfimas, Marcelino García Toral planteó el encuentro de su equipo desde la necesidad de no caer en el repliegue. Con su cambio habitual de esquema -debido, en parte, a la baja de Leo Baptistao-, el técnico del Villarreal buscó una presión alta de su equipo en tres cuartos de campo contrario buscando debilitar la salida de balón rival. Sin dos puntas, uno de los centrales del Barcelona era el encargado de sacar jugada y a través de una intensidad alta y una carrera continua, interiores y bandas castellonenses buscaban no dejar progresar al rival.

Clos Gómez, diana de las iras blaugranas

El planteamiento submarino salió bien durante los primeros cuarenta y cinco minutos. Tres cuartos de hora en los que el fuelle físico aguantó y no se acusó el viaje a Bielorrusia del pasado jueves. Soldado presionaba, Denis, Dos Santos y Samu tapaban y el Barcelona se encontraba en un atolladero que imposibilitaba encontrar ventajas. El marcador hasta el descanso era el de un cero a cero totalmente justo. El público se impacientaba y el Barcelona lo pagaba con un árbitro, que a pesar de no tener su tarde, no era el origen de los males de juego culé. La pena para los hombres de marcelino fue no haber sacado ventaja a falta de toda una segunda parte en el Camp Nou. Sin el ritmo del primer acto, la segunda parte sería muy distinta.

De Busquets a Neymar para ganar el partido

Con el inicio de los segundos cuarenta y cinco minutos todo cambió en la Ciudad Condal. Denis y Samu comenzaron a flojear en las ayudas. Su poca participación en ataque acabó por desconectarlos en la transición defensa ataque. Sin ellos, especios para un Busquets y un Andrés Iniesta que comenzaron a mover el balón, crear superioridades y desgastar más si cabe a futbolistas del submarino. Fruto de esta "quema", llegó el primer error grave del submarino amarillo en el partido. Mala entrega en la salida, balón a Busquets en el último cuarto de campo contrario y origen del primer tanto del choque. Al primer error llegó seguidamente el segundo, esta vez personificado en el recientemente internacional Mario Gaspar. Vasculación excesiva al lado derecha, Neymar completamente solo y primero del partido. A partir de ahí ni el submarino encontró su espacio y Busquets, en cambio, comenzó a dominarlos todos. Razón suficiente para entender el resultado final.

Foto: Caballero (VAVEL)

Con un Busquets modo faro en su posición preferida, el Barcelona comenzó a dominar el tempo, los tiempos y todo lo que se puede dominar en un encuentro de fútbol. Su partido, excelso como casi todos los que lleva jugados en los últimos meses, privó al Villarreal de cualquier opción real de empatar el marcador. Ni con la vuelta del 4-4-2 el submarino imprimió miedo a los culés que mediante una contra llevarían el segundo al marcador, esta vez de penalti, y cerrarían la cuenta por medio de otra acción fantaseada en la mente de Neymar. De playstation.

Un partido más sin encajar goles

Cuatro partidos sin encajar goles -dos de Liga, uno de Copa del Rey y uno de Champions League ante el Bate Borisov-, y un gol encajado en los últimos seis partidos. La sangría de principio de temporada del equipo blaugrana parece remitir, un síntoma importante de cara a la conquista de los títulos. Tras un mal inicio de temporada en términos defensivos, el equipo de Luis Enrique parece ir poco a poco cogiendo la forma si nos remitimos a los números. Ningún gol encajado en los últimos 441 minutos y la sensación de que la pájara de inicio de temporada comienza a desaparecer. Todo esto, en parte, gracias al gran trabajo de Busquets, al buen momento de Alba y al serio partido de Vermaelen o Mathieu, especialmente el de este último en el día de ayer. Por su parte, la mejoría de un nefasto Piqué a comienzos de temporada es un pilar clave al que debe agarrarse el conjunto de Luis Enrique si quiere aspirar a todo. El catalán, uno de los mejores defensas del mundo en su plenitud de forma, vuelve a vivir un caso similar al del año pasado en el que empezó la temporada en el banquillo y, poco a poco, fue ganando protagonismo y liderazgo de la defensa del equipo campeón de todo. El barcelonismo lo necesita.

Dani Alves mostrando su cara más gris

Párrafo aparte hablando de la defensa culé necesita el brasileño Dani Alves. Renovado ya por tres temporadas, el inicio de ésta ha traído de vuelta la peor versión del ex-sevillista. Lento, errático en las coberturas y poco diferencial en la participación ofensiva. La llegada de Aleix Vidal y el buen rendimiento de Sergi Roberto en dicha posición podrían suponer un toque de atención importante a uno de los pilares del equipo que, en caso de continuar así, no tendría más remedio que verse relegado al banquillo.

En conclusión, la victoria ante el Villarreal confirma el buen momento psicológico de un grupo que ha salvado los dos meses sin su mejor jugador e incluso se ha colocado líder de Liga y con pie y medio en octavos de la Champions. Ahora, a dos semanas del clásico en el Bernbaéu, la cita ante los blancos no pinta tan definitiva como podría esperar dando un aire necesario a una plantilla bajo mínimos que espera como agua de mayo la llegada de enero y, con él, el desembarco de Aleix Vidal y la pasión turca.