Hay desenlaces que no precisan de un buen nudo, avalados por su emotividad y su carácter glorioso que per se desbaratan el valor de la trama. El relato del Barcelona del año 2009, marcado por finales de copete, contiene pasajes paradójicos que no guardan conexión alguna con la realidad de colores en la que vivía el entonces equipo de Guardiola. Nadie sabe qué diantres sucedió en Stamford Bridge en los 92 minutos previos a la carrera que, rumbo al banderín, emprendió Iniesta con el torso desnudo. Solo algún flash alumbra el recuerdo de aquella hora y media en Londres, siempre con la figura de un colegiado nórdico rodeado de muchachos color pitufo que echaban espuma por la boca. 

 El relato del Barcelona del año 2009 contiene pasajes paradójicos que no guardan conexión alguna con la realidad de colores en la que vivía el entonces equipo de Guardiola

Seguro que no recuerdan que el escuálido héroe de la tierra de las navajas no anduvo por Abu Dhabi en la 'nit del sextet'. Mejor: aquella final no fue sino una oda al tedio, sobre todo el abominable primer acto. Hacen bien en resetear. Qué feliz pululaba el Estudiantes entre balas de fogeo, proponiendo nadería. Y qué taciturno se intuía al Barcelona, torpe en la circulación, incapaz de hallar conductos hacia Messi, atrapado en la tela de araña tejida por el entrenador Sabella. Los agresivos recuperadores argentinos le hurtaron el radar al impotente Xavi, con el que apenas podían colaborar Busquets y Keita, también cautivos en el campo de minas. De largo, el jugador que aglomeró más posesión de balón fue Gerard Piqué, orientadas sus intervenciones hacia el envío a ninguna parte.

Boselli, qué traicionero

Solo Xavi fue capaz de infiltrarse sin activar los sensores, nutriéndose del recoveco que inventó Ibrahimovic con un precioso taconazo. El excedente de generosidad le jugó una mala pasada al de Terrasa, que fastidió la oportunidad intentando filtrar un pase entre el tráfico del área en una situación solo apta para delanteros de gatillo rápido. Entonces, abandonó Díaz la trinchera y le lanzó una granada al vuelo a Boselli que le explotó en la cara a Valdés, que acabó calcinado. 1-0, y Albil de portero. De nuevo merodeó el 6 del Barça por las cercanías de la finca del meta argentino, que activó el protocolo y bajó la rodilla al barro, entrelazando sus piernas con las del azulgrana. Inciso para censurar el horrible color de la zamarra de los de Pep, un híbrido entre el naranja mandarina y el fucsia flúor.

Se cerró el telón. Guardiola cogió el pote más cercano y embadurnó a su equipo, modificando de entrada el sistema. Del ortodoxo 4-3-3 inicial, con el músculo de Keita como muro de contención ante el rocoso Verón, a una suerte de 4-2-4 sin el de Malí pero con Pedro, cooperando Messi en la sala de máquinas con Sergio y Xavi. El técnico detectó el déficit de velocidad en el recorrido del balón y se encomendó a los delanteros para tumbar la resistencia sudamericana. La traición a su libreto fue un acierto pleno.

Si alguien se juega las dos piernas a que no recordaban el delicioso encuentro de Ibrahimovic, acaba trípode. El sueco fue un cubo de hielo en el caldero de Satán, abandonando el área para triunfar en el perímetro. A las primeras de cambio, minuto 47, contradijo su enorme carrocería y abrió un sendero entre el lateral y el central con el que se procuró un remate cruzado que, tras mirar fijamente el poste, traspasó la línea de fondo. Resentían los blaugrana la ausencia de Iniesta en un encuentro que precisaba de destornillador y cirugía; cuando falta tacto para agitar el árbol, son agradecidos futbolistas de fe como Pedro, acreedor desde aquella noche del 'don' que ahora acompaña su genérica denominación. Llegó el 17 ante el marco de Albil como una lagartija que husmea en la grieta de una pared, sin obtener réditos en ambas ocasiones. Tenía el canario su cita particular con la historia, y se empeñó en no torcer los renglones con anglosajona puntualidad.

Éxtasis

Minuto 89. Xavi eleva la pelota buscando el área, y se topa con un zaguero del Estudiantes que modifica la trayectoria de la pelota. Ahí interviene Piqué, reconvertido a nueve por la coyuntura, y cabecea hacia Pedro, que se eleva cual pívot de 2.17 para penetrar con un testarazo en globo la raya de gol. Solo el hijo del gasolinero había marcado en todas las competiciones, decisivo como en la Supercopa de Europa frente al Shakhtar. 

Llegó la prórroga, revelando otro suceso para la posteridad. Apertura de Xavi para Alves, quien cuelga un centro lateral que localiza Messi. El argentino se lanza como un niño a una piscina de bolas y, valiéndose del escudo que lleva cosido en el pecho, pone el 2-1. 

Nunca unas lágrimas dijeron tanto.

                                                      Fuente de la foto: FCBarcelona.CAT