El FC Barcelona sentenció la eliminatoria correspondiente a los cuartos de final en la Copa del Rey. En dicha instancia, los de la Ciudad Condal superaron 3-1 al Athletic Club de Bilbao (partido de vuelta). Cabe recordar que, la escuadra de Luis Enrique Martínez había ganado en territorio vizcaíno 1-2 (partido de ida). Pero, la historia en el Camp Nou presentó suma complejidad desde arranque. El equipo que dirige Ernesto Valverde, asiduamente propone encuentros intensos y en el presente partido no fue la excepción. Se observó un Barca incómodo, con el modelo clásico del 4-3-3 frente a un equipo vasco que propugnó el 4-2-3-1. La ausencia de Sergio Busquets, pieza clave en los azulgrana se echó de menos. El de Barcelona, aquejado por un cuadro de angina debió aguardar en el banquillo. En consecuencia, su reemplazante natural -Javier Mascherano- le suplió salvando las distancias.

Primer tiempo, anulado

En la primera parte, los leones se plantaron en campo contrario y el embudo de Valverde surtió efecto. Los extremos, Iñaki Williams en la derecha -frente a Jéremy Mathieu- y Markel Susaeta -ante Daniel Alves- se encargaron de ensuciar la salida culé. Por su parte, el triángulo Javi Eraso-Mikel Rico-San José actuó para doblegar a Mascherano e Iván Rakitic -responsables de la salida-. A su vez, la ubicación de Thomas Vermaelen en la zaga junto a Gerard Piqué, contribuyó a la presión efectiva. Ambos, tuvieron que solicitar el juego directo y el FC Barcelona, se sintió en un escenario hostil.

La línea de cuatro defensas azulgranas, marcaba en línea. Los vascos, tomaron nota de esta circunstancia y mediante dos toques llegaron a puerta. Primero Herrerín con el balón en largo, que ubicó a Aritz Aduriz y el experimentado delantero centro, asistió a Iñaki Williams. De derecha a izquierda, filtró una diagonal que dejó en el camino primero a su marcador -Mathieu- y luego, Ter Stegen para estampar el 0-1. En ese momento de desconcierto local, el Athletic Club continuó su intensidad y sumergió a los azulgranas en un mar de incertidumbre. Williams causó estragos en la derecha y su equipo se encontraba idóneo para aumentar el marcador. Del otro lado, cuando Mascherano retrocedía a rebotar para el primer pase hacia atrás-era la única alternativa posible-, el FC Barcelona formaba un 3-4-1-2. Los centrales (Piqué y Vermaelen), añadidos a Mascherano como líbero eran la defensiva. Los laterales (Alves y Mathieu) hacían de volantes externos, Sergi Roberto e Iván Rakitic, el doble pivote. Delante, Leo Messi como organizador ya que el balón no llegaba. Completaban el esquema, Luis Suárez y Neymar. En esos primeros 45 minutos, el Barca la pasó mal. No acostumbrado al juego directo, dependió exclusivamente de la inspiración de Neymar-el mejor del partido-. Aprendió, a coexistir con el error rival, momento en que llegaron las ocasiones más peligrosas.

Como el FC Barcelona no estaba en su propio campo, quienes más modificaban la posición de ataque eran Messi y Suárez. Las variables también llegaban a destino, con el uruguayo retrasándose a pivotear. Un sinnúmero de jugadores ocuparon esa zona esporádicamente, Neymar, Messi y también los interiores: Rakitic y Sergi Roberto. Defensivamente, con la línea de cuatro defensas y el 4-3-3 como característica, obligaba a Neymar/Messi a iniciar una persecución hacia los laterales: Bóveda en la derecha y Balenziaga en la izquierda. De esta manera, los culés quedaban posicionados con un 4-5-1 que se transformaba en 3-4-1-2 al atacar. También, se observaba en todo lo ancho-largo del campo, triángulos por parte de los azulgranas. Pero en ese primer tiempo, los rondos no fueron fructíferos, absorbidos los principales receptores llámense laterales/centrocampistas. En el final de la primera parte, el anfitrión entendió que debía jugar con el error rival y allí, Neymar causó daño cuando se iba cara a cara ante Herrerín pero, Balenziaga le derribó.

El desgaste y la remontada

En la segunda parte, el Athletic Club sintió la intensidad que imprimió los 45 minutos de inicio. A partir de ese momento, Mascherano pudo sortear la primera línea de presión en donde tuvieron mayor participación los laterales e interiores. El juego se hizo más fluido, en donde estuvo la clave del partido. Sergi Roberto, al igual que en la ida propulsó una daga de asistencia en la izquierda, Messi desbordó en esa zona y Suárez concretó. Los intérpretes cambiaron posicionalmente, con el albiceleste de extremo izquierdo esporádico y el uruguayo a bocajarro. Así, siguió abriendo el juego. Circunstancialmente, en el momento que los laterales se reconvertían en extremos dentro de la faceta ofensiva, los interiores se cerraban para mostrarse como una opción más entrando y saliendo para no dar referencias. En su debido caso, Suárez pivoteaba permitiéndoles integrarse al sitio dejado por el centrodelantero. El 4-3-3 siguió vigente, por momentos 3-4-1-2 ó 3-4-3 con Messi de extremo derecho. Habiéndose retirado Vermaelen, Sergio Busquets ocupó la posición de Mascherano y este, se añadió a la zaga. Allí, no hubo modificaciones en el esquema y el azulgrana se abrazó al 4-3-3.

Daniel Alves, apareció tras un córner corto de extremo derecho después de un pase al vacío por parte de Rakitic. El de Juazeiro se ubicó en la posición de Leo Messi y Gerard Piqué, como un ariete clásico, ya que de ese desborde provino el 2-1. Luego, con el Athletic Club presumiblemente quemado, Neymar se ofreció como alternativa de extremo y concretó el 3-1. Luis Enrique, míster de los culés demostró la pragmaticidad de sus dirigidos para adaptarse a distintos esquemas dependiendo la necesidad del equipo y la forma de jugar de su contrincante. El 4-3-3 inicial, reconvertido en 3-4-1-2/4-2-1-3. Las múltiples opciones y la capacidad de la plantilla, le permiten ir modificando la pizarra.