Gaizka Mendieta fue uno de los grandes jugadores de la historia del club valencianista, el mediocampista llevó a lo más alto del fútbol mundial a un equipo que hacía mucho tiempo que no tenía una alegría. Ganador de una Copa del Rey, una Supercopa de España y dos subcampeonatos de Champions League. Toda una marca. La afición se ponía de pie y era casi un prócer che. La cinta de capitán realmente merecía ser llevada por él, porque no sólo manejaba los tiempos del balón dentro del campo de juego, sino que el vestuario era suyo. Cada uno de los jugadores le respetaban y nadie se atrevía a faltarle el respeto.

Pero un día salió de aquella zona de confort, de su reino, y falló. Se fue de su casa, de su hogar, el que le había hecho jugador, persona y capitán, que le había hecho Gaizka Mendieta, el mejor mediocampista de España, uno de los mejores de Europa. Dejó de lado el cariño que se le tenía sólo por una buena oferta. Sólo por eso.

De las manos de Claudio Ranieri llegó el mejor Mendieta

Los comienzos del nacido en Bilbao fueron en el Club Deportivo Castellón, pero sus buenos encuentros jugando de defensa lateral hicieron que se le traspasase al Valencia en un abrir y cerrar de ojos y que comenzara una nueva vida junto al pueblo che. A partir de allí fue en constante crecimiento, poco a poco se fue consolidando como mediocampista, y ya con Claudio Ranieri sentado en el banquillo, le dio la Copa del Rey al ganarle al Atlético de Madrid 3-0, con una jugada suya recordada por todos cuando con un sombrero dejó sin caderas a la defensa colchonera y definió como los que saben frente a Molina.

Foto: Valencia CF

Luego, llegaría el argentino Héctor Cúper y más logros. Una Supercopa de España y las dos derrotas en los encuentros decisivos de la Champions League ante el Real Madrid y el Bayern de Múnich, respectivamente. Pero él, de todos modos, era elegido como el mejor mediocampista de la máxima competición de clubes del contiente

Mendieta estaba en las nubes, el Valencia también, el crack aparecía en cada uno de los encuentros y el orden que le ponía a la mitad del campo de juego lo catapultaba a la selección de España, donde también sería pieza clave.

El traspaso a la Lazio por una suma millonaria le alejaría del mapa futbolístico, porque Mendieta, a toro pasado juzgado, parecía haber nacido para ser che, para jugar en Mestalla, para defender la camiseta blanca y ninguna otra. Y en la Lazio, no tuvo lugar, no fue del gusto de ninguno de los entrenadores y ya no volvió a ser el mismo. Perdió el aurea, y con ello la confianza, su sitio. 

Foto: Lazio

Se olvidó de jugar, duró poco y nada y el FC Barcelona quiso repatriarlo, y, de hecho, lo hizo. Pero Mendieta ya no era Mendieta, ya no jugaba, no combinaba, no ordenaba, no desordenaba, era un jugador sin peso dentro del Camp Nou. Y así fue como fue también descartado por el club blaugrana, y con lo último que le quedaba de sí, fichó para el Middlesbrough, pero más allá de ganar la Carling Cup, una grave lesión secó su sitio, y su carrera como jugador de fútbol llegó a su final.