Víctor Valdés, melena al viento y 25 a la espalda, envía el balón a los pies del nuevo fichaje brasileño del club: Ronaldinho. El ex del PSG arranca desde campo propio, deja atrás a Martí y Casquero con una facilidad pasmosa, y a 25 metros de la portería, lanza un zapatazo apoteósico que se cuela por la escuadra tras golpear en el travesaño. Después de aquél tanto, los gritos de júbilo de los aficionados azulgranas llegaron a ser registrados por sismógrafos de Barcelona.

La historia

Aquella noche toda fue atípico, empezando por el horario. Es el último partido, y el único de la historia, disputado a las 00:05. El Barcelona habló con el Sevilla para que el primer partido de su temporada se adelantase al sábado, porque en el siguiente partido los azulgranas podrían perder a los internacionales y quedarse en cuadro para el partido contra el propio Sevilla.

Los hispalenses no accedieron a la propuesta, y como jugaban el domingo, obligaron al Barcelona a posponer su partido para el miércoles. A causa del miedo por quedarse sin jugadores y jugar con un equipo prácticamente del filial, la directiva azulgrana que empezaba a dirigir Joan Laporta, decidió posponer el partido al miércoles, pero a las 00:05.

Fue el único partido de la historia disputado a medianoche

El partido parecía poco atractivo, y la directiva culé decidió inaugurar una zona de servicio de comidas para el equipo rival. Como no podía ser de otra forma, los hispalenses recibieron un plato de su tradicional gazpacho, además de chocolate, pan y embutidos, en una medida que acabó pasando a la historia por culpa de un gol de Ronaldinho.

Eterna sonrisa

Pese a la hora del partido, el pique que llevaban las dos entidades por este partido consiguió reunir a más de 80.000 aficionados en el Camp Nou, en un partido que difícilmente podrían olvidar.

Un tanto de Reyes en el minuto 9 sirvió para que los sevillanos se adelantaran en el marcador, pero la obra de arte anteriormente descrita de Ronaldinho empató el encuentro. Un gol que selló el amor que la afición culé le profesaría al Gaúcho, como si de una religión se tratase.

Ronaldinho fue el dios de los culés | Foto: FCB
Ronaldinho fue el dios de los culés | Foto: FCB

Aquella temporada acabó con el FC Barcelona como subcampeón de Liga, por detrás del Valencia, pero aún nadie podía imaginar que Ronaldinho cambiaría la historia del club. Su sonrisa, necesaria y contagiosa, se fue abriendo paso por la hinchada culé, y la consecución de la Champions en París fue el punto máximo de la relación entre los azulgranas más profesos y el brasileño.

Por desgracia para todos los aficionados al fútbol, las fiestas acabaron venciendo al mejor Ronaldinho, y su sonrisa se fue apagando lentamente. No obstante, el Milan apostó por él, pero nunca recuperó la forma del que fue el ídolo de una generación.

Muchos comparan a Neymar con el astro brasileño, pero al lado de Messi, y con la sombra tan alargada de el Gaúcho, será difícil que nunca pueda igualar al último gran jugador brasileño. Un brazo en alto y un saludo surfero caracterizaron a Ronaldinho. Pero no solo fueron estas cosas, porque el astro brasileño siempre vivió ligado a su sonrisa, a su jogo bonito, y a ser considerado por muchos como el mejor jugador que sus ojos han visto.

El primer recuerdo de la afición culé sobre Ronaldinho va inevitablemente ligado a un plato tradicional andaluz. El gazpacho siempre planeará sobre la vida de Ronaldinho. Pero después de todos los éxitos y sonrisas que deparó el Gaúcho, muchos no recuerdan que en ‘la noche del gazpacho’ Ronaldinho deparó la primera de las alegrías a los aficionados culés con un gol que reside en los anales de la historia.