Corría el año 1987 cuando en Rosario, una pequeña ciudad argentina, Leo Messi cambiaría la historia del fútbol mundial. Con pocos centímetros de altura y dominando con la zurda, el argentino se hizo hombre a base de mucho esfuerzo y sacrificio.

La historia es bien sabida por todos: empaquetó todas sus cosas, las pertinencias de un joven de 11 años ilusionado con comerse el mundo, para aterrizar en Barcelona donde Can Barça se convertiría en su próxima fábrica de sueños.

El reloj de arena fue avanzando, ya casi no quedaban granos por caer una vez conquistado todo título posible, hasta que el 6 de abril de 2010 todo volvió a cambiar: un nuevo capítulo de la 'era Messi'.

"Cada meta es un punto de partida"

En palabras de Marc Bartra, como si de su epífisis se tratara, todo se refleja en la figura del argentino. La temporada 2008/2009, en la que Pep Guardiola se estrenaba en el banquillo, había terminado cubierta de oro para los azulgranas. Campeonísimos de todo y desmesuradamente superiores al resto, ya nada parecía poder deslumbrar al mundo. Hasta que llegó él, el de siempre, el incansable. Llegó Messi para demostrar que en el fútbol nada es lo que parece, que pensar que el encuentro está cerrado es darte por vencido y que soñar es empezar a vivir.

El Arsenal sufrió el talento de Leo Messi

El Barcelona se medía al Arsenal de Arsène Wenger en los cuartos de final de la Champions League 2009/2010. Los de Guardiola regresaban de Londres con un mal sabor de boca, pues todo su juego y superioridad se veía empobrecido con el 2-2 final. Pero aún quedaban 90 minutos de esférica en juego que se disputarían en el feudo catalán y en ellos quedaría un recuerdo maravilloso guardado en la retina de todos los amantes de este deporte.

El encuentro no comenzaba demasiado bien: Bendtner se deshacía de Milito y, encarando a Valdés, conseguía el gol 'gunner' para encarrilar la eliminatoria. Pero si hay algo que no se le discute al Barcelona son sus ganas de superación y de marcar la diferencia, y un experto de ello es Leo Messi.

Simplemente, él

El gol inicial de los ingleses hacía enmudecer un Camp Nou repleto hasta la bandera. Esa pequeña ventaja de los de Wenger silenciaba una afición que veía posible levantar dos años consecutivos la Champions y que, además, podría realizarse en el Santiago Bernabéu, el templo maldito.

FOTO: uefa.com

Pero no tardaron en sonreír y es que Leo Messi estaba cociendo a fuego medio una noche para enmarcar: prácticamente en la siguiente jugada, el argentino agarró el balón cerca de la frontal y dibujó su habitual diagonal hacia el borde del área para soltar un potentísimo disparo ante el que nada pudo hacer Almunia, guardameta 'gunner'. El '10' ponía nuevamente las tablas en el marcador y alentaba a los culés, que podían volver a soñar despiertos.

El Arsenal no mostraba signos de reacción, como si de parada cardíaca se tratase, así que los de Guardiola tomaron el timón: gran jugada de todo el equipo que comenzó y culminó Leo Messi. Se adueñó de la esférica en la frontal del área de Almunia y asistió a Keyta, que se desmarcaba a la perfección. El de Mali quiso ponerla en bandeja para Pedro pero la defensa cortó el recorrido asistiendo así a Messi, que no dudó en anotar el segundo.

1, 2, 3 ... y 4

Leo Messi lo había vuelto a hacer: se convertía nuevamente en el héroe del Camp Nou que desde sus botas empezaba a creer que los sueños podían hacerse realidad. Pero no estaba todo dicho, faltaba mucho por llegar.

Lo que pudo haber sido y no fue: El Barcelona dice adiós a la Final de Madrid 2010

Iba acabándose el primer tiempo pero el de Rosario aún tenía algo guardado en el tintero. Corría el minuto 42 cuando Seydou Keita descolgó el balón en el centro del campo para asistir a Messi que, de vaselina y dejando en mero ridículo al guardameta español, anotaba el tercero y se apuntaba su particular hat-trick.

Ya en la represa y con una segunda parte que estuvo de más, el Arsenal intentó acercarse al muro de Valdés, que no se achicó en ningún momento. Pocos minutos antes del silbido final, Messi aprovechó un rechace de Almunia para cerrar el marcador con el cuarto tanto que le hacían salir a hombros del Camp Nou, ovacionado y aclamado por todo asistente a la fiesta futbolística.

El final es conocido por todos. En semifinales esperaba el Inter de Milán, capitaneado por José Mourinho y liderado por Eto'o. Los azulgranas lo intentaron, cerca estuvieron de conseguir plantarse en la Final de Madrid, pero no pudo ser. El sueño terminaba a las puertas del triunfo.

Nada volvió a ser igual

Las consecuencias de una noche estelar no tardaron en hacerse patentes: su magia y su talento por doquier empezaron a dar la vuelta al mundo. Sólo se escuchaban halagos, con el fútbol rendido ante él. Desde su propio vestuario, los compañeros se rendían ante él, como bien decía Xavi: "Messi es una pasada, está a otro nivel que cualquier jugador. Somos afortunados de tenerle", a lo que se sumaba Dani Alves: "Hemos vivido como niños. Leo fue la inspiración que aseguró nuestra presencia en semifinales", decía el brasileño.

Messi es mucho Messi, y eso bien lo saben en Barcelona. El astro del balón, el portento de este deporte, se cubrió de gloria una noche más. En el recuerdo quedarán esos cuatro goles, esa fita histórica en cuartos de final y esa superioridad incalculable que aporta el toque especial a un equipo que ya lo ha ganado todo y que aspira nuevamente a reinar en Europa superando, de primeras, el Arsenal en octavos de final (miércoles, 20.45h).

Cuesta medir el techo del argentino que, cuando parece haber terminado, vuelve a sorprender con algo inesperado. Algo tan distinto, algo tan suyo, que le hace ser él. Y es que Messi, es mucho Messi. Mano ganadora.