Golpear al árbitro es desde hace décadas parte intrínseca de nuestro fútbol. Cada error de los que pitan se ha convertido en el pasatiempo favorito de cualquier aficionado. Gane, pierda o empate. Sólo hay un culpable. El delantero no falla goles. El portero no tiene errores. El defensa nunca llega tarde. En el deporte del balón, a quien se critica, es al de siempre.

Dicho esto, desde hace seis o siete años es una corriente algo diferente la que sobrevuela el ambiente del fútbol español cuando el Barcelona es el protagonista. Con la idea de equipo grande siempre favorecido, se ha llegado a unos niveles que cada decisión se discute. Molesta. Se magnifica. ¿Que hay un penalti claro señalado por el trencilla? Ya les han pitado muchos. ¿Que un jugador del otro equipo agrede a un futbolista de Luis Enrique? Siempre juegan contra diez. Conclusión: el "Guardiolismo", según Mourinho, se ha apoderado de España.

José Mourinho en un partido con el Chelsea en el Calderón I Foto: Jaime del Campo (VAVEL)
José Mourinho en un partido con el Chelsea en el Calderón I Foto: Jaime del Campo (VAVEL)

"Hasta ahora teníamos dos grupos de entrenadores, uno muy pequeñito de entrenadores que no hablan de árbitros y otro grande en el que estoy yo, que critican cuando tienen errores importantes. Ahora con las declaraciones de Pep entramos en una nueva era, es el tercer grupo que solo tiene una persona, que es él, y que critica el acierto del árbitro. Nunca lo había visto en el mundo del fútbol". Estas palabras del ex entrenador portugués del Real Madrid tras la final de Copa del Rey disputada en Valencia en el año 2011 reflejan a la perfección el día a día de la atmósfera futbolera actual. No existen los límites. No perjudicar al Barcelona, a día de hoy, es linchamiento nacional.

"Sólo la prensa española critica en Europa una acción en la que Fernando Torres dejó a los suyos con 10"

El último episodio de lo comentado anteriormente ocurrió en el pasado encuentro de ida de los cuartos de final de la UEFA Champions League entre Barcelona y Atlético de Madrid. Tras una primera media hora de partido excelsa por parte de los de Diego Pablo Simeone, él que hasta el momento se había convertido en protagonista del partido, decidió tirar su trabajo por la borda tras dos absurdas acciones. Fernando Torres, delantero contrastado con más de una década como estrella del fútbol profesional se equivocó -como el mismo admitiría horas más tarde-  y tras dos entradas sin balón encauzó el camino de los vestuarios, proporcionándole al árbitro la que a la larga sería la decisión más simple y acertada que tomaría a lo largo del encuentro.

Tras aquello, un sinfín de errores que comenzaron a los dos minutos, perdonando una amarilla a Sergio Busquets,  o en la segunda parte sin contabilizar otras dos cartulinas rojas, una para cada bando, y que acabaron por oscurecer el partido del árbitro alemán, Felix Brych, al que como se pudo ver se le quedó grande el partido. 

Expulsión mediante, el Barcelona reaccionó en la segunda parte para acabar llevándose el partido. Dos estilos ganadores pero diferentes y una acción, la de Fernando Torres, en la que el de Fuenlabrada, y no el árbitro alemán, penalizó a los de su equipo.