Como ocurriera hace dos años, el Barcelona puso punto y final a su viaje por la Champions en el Vicente Calderón. No tiene remedio. La mala imagen del equipo en el 75% de la eliminatoria no dejó lugar a la duda: el Atlético, justo semifinalista.

Salió el equipo de Luis Enrique al encuentro de vuelta a buscar lo único que no sabe hacer bien esta campaña: no encajar goles. Un fútbol ramplón, especulativo, con balón pero a nivel defensivo y dejando la portería del esloveno Oblak en un horizonte lejano que para nada dignificaba la temporada del equipo. Por su parte, los chicos del "Cholo" siempre supieron que partido jugaban. Pierna dura, cuchillo entre los dientes y esperar la suya para dar el golpe. Año tras año el Atlético repite por consigna un mismo guión que ensalza el trabajo de su entrenador. Una idea, hombro con hombro y hasta que llegue la sentencia. Con Simeone no se duda.

La "falsa" tranquilidad de Simeone

El Barcelona, por su parte, se suicidó desde el minuto uno. Un equipo hecho para ganar que salió a no perder. La falta de fuelle, el miedo a caer eliminado o el plan del Atlético. Todo influyó en un partido en que las identidades las mantuvieron los de casa y el estropicio lo fraguaron los de fuera. La primera parte del conjunto culé recordó la monotonía de los peores años de esta última década del club. Falta de ideas, miedo, y escasa convicción. Con Busquets cerrado y con ello el carril central, el equipo de Luis Enrique se dedicó a tocar en campo propio pensando que el Atlético ignoraba a lo que jugaba. "Cholo" preparó una calma, una tranquilidad falsa que adormitó a la bestia, o a lo que en pleno mes de abril quedaba de ella.

Messi invisible en el Calderón I Foto: Rodri Torrellas (VAVEL)
Messi invisible en el Calderón I Foto: Rodri Torrellas (VAVEL)

Hablando de bestias mención especial merecen las estrellas del juego azulgrana. El trabajo defensivo del Atlético permitía las salidas laterales. Alba y Alves conducían pero la estaticidad de Messi y Neymar ayudaron, más si cabe, la tarea del conjunto colchonero. Cada balón al pie a Neymar y Messi era una barra libre de servicios exclusivos a los pies de Filipe y Juanfran. Contacto, intensidad y carácter. La vuelta de tuerca de los extremos azulganas no estaba permitida y con ello el Atlético se aseguraba medio partido. Mientras Suárez y Neymar no entraban en el encuentro, Messi dejó las peores sensaciones. Lejos de la banda desde que comenzara la caída del equipo, el rosarino no recupera la posición que llevó al Barcelona a ganar todos los títulos. Explicaciones lógicas a este simple vista no se pueden encontrar. Molestias, falta de físico, decisión propia o simplemente la abdicación...Messi volvió a maniatarse en un centro del campo que lo volvieron invisible. El barcelonismo aspiraba por una mínima arrancada que devolviera la ilusión por la Champions pero esta nunca llegó. Dos faltas en la frontal al limbo y la sensación de jugar con diez, precisamente por no tener al suyo.

De Iniesta a Rizzoli

En la segunda parte y tras el tanto de Griezmann -tras el primer error en la salida del balón- el partido cambió pero sin dejar de jugarse a lo que quería Simeone. Tacos renovados en el descanso, el barcelonismo dejó de ver el suelo y comenzó a merodear la portería atlética, "oler la sangre" como diría su entrenador una hora después en rueda de prensa. Sin embargo, centros laterales y un fútbol más propio del balonmano dejó en evidencia la ausencia de chispa para decidir la eliminatoria. La poca frescura de piernas y cabeza pesaron otro año más en el campeón. Sin desborde, el fútbol desequilbrante del Barcelona recayó en un Iniesta que supo llevar la capitanía pero se encontró muy solo. De las cuatro estrellas del Barcelona sólo una supo lo que es la rotación durante la campaña, casuliadad o no, fue la única que respondió a la expectativa. 

"El penalti no señalado a Gabi desmoronó el castillo de naipes contruído durante la pasada semana"

Ya a la desesperada en unos últimos minutos donde las piernas tiran más que la cabeza, el Atlético anotó un segundo gol que sin cambiar la historia, representó lo visto en la eliminatoria poniendo el 3 a 2 en el global de ambos partidos. A partir de ahí, el penalti no señalado a Gabi desmoronó el castillo de naipes contruído durante la pasada semana y al que se aferran los enemigos del barcelonismo. No hay conspiraciones, sólo errores. Justicia poética. Rizzoli señaló fuera un penalti dentro del área que nunca se sabrá que habría supuesto para la eliminatoria y el devenir de la Copa de Europa. Ya no importa, también es fútbol. Tras el pitido y en caliente, no hubo excusa posible. Presidente y jugadores exculparon a un colectivo arbitral que desde hacía siete días había sido ninguneado. Lección de club. "Més que un Club".