Los peores augurios de la afición barcelonista se cumplieron en el Vicente Calderón. Los últimos encuentros de los azulgranas no invitaban al optimismo de cara a un partido de extrema dureza como el que se iba a disputar en el feudo rojiblanco, pero la enorme calidad de la plantilla culé, y la posibilidad de que el Barça redimiera sus pecados mostrando de nuevo su mejor versión, albergaban alguna esperanza para sus seguidores.

Apenas unos minutos de encuentro bastaron para observar que el equipo de Luis Enrique seguía inmerso en la dinámica de la espesura, alejado de la fluidez que le permitió mantenerse 39 partidos imbatido, desconocido en cuanto a velocidad y acierto en sus pases. El Atlético demostró todo lo contrario, las mismas ganas de siempre de devorar al rival desde el trabajo y la raza, la predisposición a luchar cuerpo a cuerpo con la seguridad que otorga disponer de la mejor retaguardia del momento, un decálogo de cómo saltar a un terreno de juego consciente de la importancia de todos y cada uno de los minutos.

Mismo Atlético, distinto Barça

En tan solo siete minutos los de Simeone habían probado fortuna hasta en tres ocasiones, toda una declaración de intenciones por parte rojiblanca, y una realidad que atentaba contra la seguridad defensiva del cuadro barcelonista. El Atlético dispuso el partido como cualquier otro, con el mayor grado de intensidad que otorga una eliminatoria europea, pero al fin y al cabo volcándose una vez más sobre sus mayores virtudes. El Barça no lo consiguió o no quiso intentarlo, no fue capaz de poner a prueba a Oblak mientras el resultado global le fue favorable, impedido por la fortaleza inexpugnable colchonera y por el interés desconocido en él de que pasaran los minutos sin sobresaltos.

Griezmann despertó al Barça

Con el tanto de Griezmann cambió todo. Cercano al descanso, el gol de francés despertó mínimamente al Barça como si de un cubo de agua helada se tratara, pero la media parte frenó el paso adelante programado por los de Luis Enrique. Algo debía cambiar para que en el bombo de semis no estuvieran presentes dos equipos madrileños, lo mostrado hasta ese instante ofrecía un veredicto unánime, el Atlético estaba dejando en la cuneta al Barça con total merecimiento, y la dinámica azulgrana no era precisamente la idónea para esperar un equipo completamente distinto en los segundos 45 minutos.

Ausencia de recursos y nombres

Como era lógico, el FC Barcelona volvió al césped del Vicente Calderón con una idea futbolística completamente opuesta a la ofrecida en la primera mitad. Rápidamente embotelló al Atlético en su campo, una situación en la que los rojiblancos no se sienten especialmente a disgusto, sabedores de que para perforar su defensa se necesita algo más que buenos jugadores. Pero a pesar del dominio el peligro continuaba produciéndose en el área culé, donde Saúl pudo anotar el segundo ante una zaga azulgrana que transmitió de todo menos seguridad.

Sergi Roberto y Arda Turan abrieron el campo

La entrada de Sergi Roberto y Arda Turan abrió el campo, y por primera vez en el partido el Atlético empezó a sufrir, con Mascherano y Piqué abandonados atrás, Jordi Alba y el canterano de Reus obligaron a los laterales rojiblancos a recular, ensanchando el terreno de juego y permitiendo alguna conducción por el centro tanto de Iniesta como de Arda. A pesar de que la reacción había llegado el tiempo se agotaba, y Godín, Lucas, Juanfran y Filipe resultaban una enorme muralla que el Barça intentaba derribar con un tirachinas. Gabi, Augusto, Sául y Koke abandonaron a Griezmann a su suerte, pasando a formar una primera línea con la que parar las posibles internadas por el interior.

El Barça esperó impaciente que sus nombres aparecieran, Messi y Neymar no desequilibraron individual ni colectivamente, y eso lo acusó un equipo que no supo como dañar a un rival fortalecido por su público y por el fruto del trabajo duro. El penalti no señalado por manos de Gabi en el descuento pudo cambiar el signo de la eliminatoria, pero el 2-0 final reflejó a la perfección los méritos de unos y la impotencia de otros, el pase a semis de un Atlético en su mejor versión, y la eliminación prematura de un Barça que sigue inmerso en la preocupante situación del enfermo que no sabe muy cual es su dolencia.