El fútbol es así de atractivo por inexplicable, por impredecible, porque solo de esa forma se puede calificar lo acontecido con el FC Barcelona en las últimas semanas de competición. No en vano los de Luis Enrique han pasado de ganar, ganar y volver a ganar, a perder, perder y volver a perder. De 39 partidos consecutivos sin conocer la derrota, a conseguir un solo punto de doce posibles, dilapidando la holgada ventaja conseguida en Liga y siendo apeados de la Champions.

Por tanto futbolistas y cuerpo técnico tendrán que recurrir como mínimo a un manual de autoayuda para superar y revertir la situación. Es cierto que la derrota es un otoño de tonos ocres con matices de primavera, pues en esos brotes de colores se encuentra la solución para salir, pero existen ocasiones en las que los matices son tremendamente complicados de identificar. Tremenda depresión física, anímica y de juego la del conjunto culé, que comenzó a dar sensaciones de vértigo ante el Villarreal y, acabó no KO sobre la lona verde del Camp Nou con el gol del Cristiano Ronaldo. Dijo Valdano que el fútbol es un estado de ánimo y la situación anímica actual del equipo azulgrana les sitúa en disposición (a diferencia de la temporada pasada) de perder todos los títulos. Muchos se preguntarán ¿cómo es posible si son el mismo equipo?  Y sí, son el mismo equipo, pero sin chispa, sin piernas y sin un plan B que mejore o palíe los desbarajustes tácticos y los errores que se cometen tanto en la elaboración del juego como en la presión y el trabajo defensivo. Sin piernas no existe vía posible para la solidaridad en el esfuerzo, y sin cabeza, dominados por las urgencias y la precipitación, los porcentajes de eficacia se reducen en un alto grado.

Es como si la excelencia del Barça se hubiera desvanecido, volatilizado de repente, es como si  desde que se marchó Cruyff, el Profeta del gol, el gol hubiera dejado huérfanas las huestes azulgranas. Es como si hubieran llegado las doce y un equipo de cuento se hubiera convertido en calabaza. Ahora regresan los fantasmas, las especulaciones sobre presuntos problemas musculares de Messi, se echa en falta a todos los que no están (Xavi, Pedro) y sobran la mayoría de los que salen desde el banquillo. Neymar que volaba en el aire, parece haberse quedado sobrevolando la noche brasileña y Luis Suárez parece haber cambiado su lucha por la bota de oro, por la consecución de la tarjeta amarilla cotidiana. Busquets por su parte es un elegante mastín con el tanque de gasolina vacío, por la sencilla razón de que es insustituible, y a día de hoy el Barça no le encontró repuesto.  Solo Iniesta parece Iniesta, porque es un tipo que sencillamente no sabe jugar mal, mientras que Piqué ha bajado definitivamente el Periscopio porque el Barça es un submarino que va en franca progresión hacia una inmersión que le puede llevar a la zozobra.  Hubo un tiempo en el que los laterales del Barça eran aviones que subían y bajaban, pero hoy en día si suben, no les llega el motor para bajar, por lo que a Mascherano no le llega jugando con el corazón en la punta de la bota, porque demasiado tiene con preocuparse de ser central. En la escala de interiores, Rakitic está desconcertado porque ante la ausencia de Messi, se debate entre dar equilibrio o aportar desequilibrio.

En la dinámica perdedora el principal problema es la negación, porque hasta que no se acepte la situación, jamás se identificarán los errores. Lo cierto es que el ‘Super once’ del Barça lo dejó de ser y la profundidad de banquillo se manifiesta como una tremenda oquedad en la planificación deportiva. El Barça tiene uno de los mejores onces de Europa, del mundo, pero en cuanto se constipa alguno de la columna vertebral, entra en franca parálisis. La ansiedad se ha instalado en el Barcelona y solo un futbolista es capaz de cambiar esta dinámica: Leo Messi, que siempre fue el termómetro del estado de un equipo que sin la M, se puede quedar S (sin) N (nada).

Siendo el fútbol un estado de ánimo, es también un estado físico, un estado en el que hay que soñar con todo, en el que nada se puede guardar, muy especialmente cuando se llega con el tanque en estado de reserva y las emociones desbordadas. Porque como versó Calderón de la Barca: sueña el rey que es rey, y vive con este engaño mandando, disponiendo y gobernando; y este aplauso, que recibe prestado, en el viento escribe, y en cenizas le convierte. ¿Qué es el fútbol? Un frenesí. ¿Qué es fútbol? Una ilusión, una victoria, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la Liga es sueño, y los sueños, sueños son.