Cuando llegó procedente de Gijón toda la parroquia azulona se ilusionó con su incorporación. Había motivos para ello. Con su fútbol y amor por unos colores, había pasado a ser santo y seña, bandera de la escuadra rojiblanca. Creó grandes expectativas futbolísticas, y durante los primeros compases cumplió con ellas. El gallego es mucho más que cualquier jugador, es un espejo en el que mirarse para los jugadores jóvenes que vienen, es la voz que se eleva sobre el resto dentro del vestuario. Es Diego Castro, y le ha dado mucho al Getafe desde su llegada.

A buen seguro que el extremo no estará del todo contento con la última campaña y media del equipo. Ni personal, ni colectivamente. El Getafe ha pasado mucho tiempo a la sombra de su mejor nivel. Y lo mismo le ha ocurrido a Diego Castro. Por ello, para comprender su rol a día de hoy se debe tener una cosa clara: su plenitud física ya es historia. A partir de ahí, y con la planificación adecuada, aún tiene mucho que ofrecer al Getafe. Sobre todo en el colectivo. Durante mucho tiempo ha sido el jugador diferente, la pausa cuando los partidos se revolucionaban. Ahí tiene más que perder que ganar. Y él lo sabe mejor que nadie.

Diego Castro es inteligencia ante todo. El temple para hacer lo preciso en el momento adecuado. Para fabricar situaciones ventajosas para su equipo. Para sacar lo máximo de él mismo y del resto de sus compañeros. El gallego disfruta escorándose. Allí, pegado a la cal, mientras la gente se conglomera por dentro, ya sabe lo que va a hacer antes de recibir la pelota. Eleva la testa y ejecuta. Preciso. Como si jugase un partido distinto al resto. Con la pelota cosida al pie, mimándola, acariciándola en cada golpeo.

Porque ese es otro de sus grandes valores. Su golpeo a balón parado. O desde el punto de penalti. De hecho, desde los once metros es casi infalible. Además es una persona respetada entre las cuatro paredes del vestuario, una de las voces autorizadas, de las que se respetan y a las que se les pide consenso. Lleva mucho tiempo jugando a esto y pocos podrán ser más influyentes para los nuevos fichajes o los jóvenes que suban del filial. Diego Castro no es solo fútbol. Y a eso se le llama ser futbolista. Qué cosas.

Sin embargo, los años no pasan en balde. Diego Castro siempre ha sido un jugador trabajador que ayudaba a su lateral. Esto cada vez le cuesta más. Sobre todo con el paso de los encuentros. Igual que desbordar en el uno para uno por velocidad. Incluso por regate. Los dos metros que gana con su habilidad los pierde por condición física. Ahí aparecen otras virtudes. Su inteligencia. El tocar y moverse para hacerse hueco sin necesidad de encarar. El buscar por dentro para sacar al lateral de zona y crear espacios. El recibir entre líneas y profundizar con un pase sin tener que conducir. El fútbol sin físico, sin contacto, de grandeza.

Por todo ello Diego Castro es fundamental para la plantilla del Getafe. Por el fútbol y lo que no es el fútbol. Por sus cualidades y su personalidad. Porqué si encuentra continuidad le puede dar mucho al Getafe asociándose con Sammir, Michel, Pedro León y compañía. Porque si su estado físico es el idóneo y le respetan las lesiones, será el mejor fichaje del club en relación a la temporada pasada. Tiene mucho fútbol en sus botas. Y el Coliseum y el azul impoluto del Getafe es el escenario adecuado para que lo demuestre cada fin de semana.