Granada y Valencia empataron en un encuentro espeso durante 75 minutos y una locura en el último cuarto de hora. El resultado final fue justo, errores arbitrales aparte. Los locales lucharon hasta la extenuación, con mucho corazón y poca cabeza, obteniendo finalmente el premio que merecieron.

Se presentaba la noche como un juicio improrrogable. Después de una racha tan paupérrima en Liga, ni la victoria en Copa, ni la entidad del rival iban a frenar al respetable de expresar su opinión en caso de derrota. Se la jugaba Caparrós ante su público y lo haría sacrificando a su hombre de confianza: Sissoko. El amago de huida hacia adelante con la aparición de un media punta se desvaneció con las lesiones de Rochina y Márquez, haciendo que el técnico utrerano reculara y volviera a su inquebrantable 4-4-2. El Valencia, herido tras dos derrotas consecutivas, no podía permitirse un nuevo tropiezo que le alejara del objetivo Champions.

Monumento al aburrimiento

No exageraría si les dijera que la primera mitad no merecía ni un párrafo. Un combate de pundonor y lucha pero totalmente nulo. El Granada salió bien al terreno de juego. La presión en el centro del campo permitía a los locales robar balones y generar errores en la medular valencianista, sin llegar a concretar en nada de riesgo para la meta de Alves.

Poco a poco, el Valencia fue haciéndose dominador del esférico, dándole amplitud al campo y metiendo al Granada en su campo. A pesar de ello, las ocasiones brillaban por su ausencia. Mientras que los che abogaban por ataques largos, con mucha circulación de balón, los rojiblancos proponían ataques relámpago, con balones colgados desde la banda que, ni El Arabi, ni Jhon Córdoba conseguían conectar.

La primera ocasión clara del encuentro llegó en el minuto 31. Álvaro Negredo, con un poco de suerte en el regate, consiguió plantarse solo ante Roberto aunque su disparo salió muy defectuoso. Entre tanto, el Granada seguía evidenciando su problemática para crear fútbol, limitándose a contras tan voluntariosas como infructuosas. Entre la imprecisión valencianista y la incapacidad granadina se debatieron los últimos minutos de un espectáculo grotesco para el espectador.

Se desató la tempestad

La segunda parte empezó con un una muestra de lo que fue el primer acto. Un pase fallido de Mustafi era interceptado por Fran Rico, que se precipitó en el pase a Córdoba, con la consiguiente pérdida de balón. El Valencia insistía en salir con el balón jugado y el Granada, fruto de su presión adelantada, robaba balones y con la misma rapidez los devolvía.

Success revolucionó el ataque del Granada Foulquier fue el primero que hizo gritar “uy” a la afición local con un disparo diagonal que se marchó al lateral de la red. En el 68, Caparrós decidió mover ficha metiendo a Isaac Success en el lugar de un desacertado Córdoba. El nigeriano dotó de mayor movilidad y verticalidad al ataque rojiblanco. En el fútbol horror se hallaba el encuentro cuando Negredo estrelló un balón en el palo, en un disparo cruzado. Un minuto después, el colegiado erraba al anular un gol legal al Granada señalando fuera de juego, inexistente, a El Arabi cuando este perforaba la red de Diego Alves.

En los minutos finales, cuando se animó el partido, llegó lo que parecía la estocada de muerte para el Granada. Negredo, que ya había avisado antes, no perdonó al conectar un misilazo directo a la escuadra de Roberto. El Valencia se ponía por delante y el público de Los Cármenes revivía la misma pesadilla de otras ocasiones.

Apenas dio tiempo a que se masticase la tragedia cuando Alcacer era expulsado por una agresión sobre Juan Carlos, siendo el rojiblanco el que golpeó antes al valenciano. La locura en la que se convirtió el final del partido tuvo su culmen instantes después. Piti, que cuajó un partido desastroso, colgaba un balón que quedaba muerto en el área y Success, en posición ilegal, la remachaba dentro. Por una vez era el Granada el que marcaba en los minutos finales, que rompía una sequía de tres meses sin marcar en Los Cármenes, en Liga.

Con la alegría final terminó un encuentro que, durante 75 minutos, fue una oda al hastío colectivo. En esta ocasión el Granada consiguió ver puerta y supo atacar a un equipo con un hombre menos, aunque la realidad global del encuentro fue otra. Ambos equipos merecieron un premio al esfuerzo y la combatividad pero ambos se marcharon con un punto insuficiente. Pan para hoy, veremos si hambre para mañana.