Sabor a derrota, sabor a Segunda. Este empate cosechado por el Granada CF se ante la SD Eibar en la noche del sábado en el Nuevo Los Cármenes se define como resignación para la parroquia granadinista que ha dejado al club muy tocado y con la moral de nuevo por los suelos. A pesar de dominar de principio a fin el encuentro, los de Abel Resino no consiguieron tener ocasiones claras de gol sobre la meta de Jaime y fueron fruto de la desesperación y de la frustación de un equipo que a pesar de sumar un punto no le salen las cuentas para quedarse en Primera División.

Monólogo rojiblanco sin ocasiones

Abel Resino contaba por primera vez esta semana con toda la plantilla al completo para disputar un partido clave de cara a la permanencia. Una final que de haber conseguido los tres puntos, el Granada podía haber salido de los puestos de descenso. Sin embargo, por lo visto sobre el terreno de juego, los jugadores no demostraron que se estaban jugando el futuro en Primera. Llámale nervios, llámale miedo, llámale frustración pero los rojiblancos no salieron de la misma manera que ante el Málaga CF como hace dos semanas, y a la larga, se notó. El Eibar vino a Granada a por el empate, y lo consiguió. Desde los primeros instantes perdieron todo el tiempo del mundo para poder llevarse a su casa un punto y cortar de raiz su racha negativa de 8 derrotas seguidas. 

En la primera parte el ritmo local era tan lento que si alguien se hubiera "echado una cabezada" el Granada seguiría sin haber tenido ocasiones de gol. El partido fue un monólogo rojiblanco. Dominio de principio a fin de los de Abel Resino pero que sin embargo no vieron puerta durante los 90 minutos. En la primera parte el ritmo era lento, tan lento que más de uno se podía haber echado una cabezada ya que no habría visto un gol si el partido hubiera durado media hora más. Lass y Colunga volvieron al equipo titular pero como si no hubieran vuelto porque su aportación fue nula. Sobre todo la del extremo que cada vez que el balón llegaba a sus botas ralentizaba el juego y paraba el ataque granadinista. El Eibar, mientras se defendía despejando balones y perdiendo tiempo cada vez que podía, pero sabía a que jugaba. Todo lo contrario que los locales, que con Fran Rico y Rubén Perez en el centro del campo eran incapaces, sobre todo el gallego de generar fútbol y buscar los espacios que su equipo necesitaba para llegar al área de un Jaime que veía como su equipo estaba encerrado pero no tenia que hacer ningún tipo de parada ya que los pocos disparos del Granada se marchaban lejos de su meta.

La intensidad llegó tarde

La segunda mitad comenzó con algo más de intensidad por parte del conjunto andaluz. El público, de nuevo, con "el doce a la espalda" animaba a los rojiblancos que no tenían ningún tipo de idea de qué hacer cuando el balón pasaba por sus pies. Simplemente se dedicaban a pasarsela de unos a otros, y solo era Allan Nyom quien por la banda derecha era capaz de sacar algo positivo mediante centros que nadie era capaz de rematar. Entraron Robert Ibañez, Rochina y Javi Márquez, y solo éste último cambió algo al equipo. Un Fran Rico "agarrotado" no era capaz de dar un pase a dos metros de distancia, síntoma claro de que este equipo huele la Segunda División a kilómetros. 

Los vascos, a pesar de que llegaron a Granada también con miedos por su mala racha, sabían que en alguna contra podían hacer daño al equipo nazarí y llegaron tímidamente al área de Oier un par de veces en la segunda mitad, pero el portero intervino bien en las pocas ocasiones que tuvo que atajar. Bóveda fue el que más puso en apuros al meta rojiblanco, y por consiguiente, a toda la afición rojiblanca que se le volvió a pasar por la cabeza que iban a perder el partido en los minutos finales. La poca fortuna de cara a gol, unida a la poca fluidez en el juego hacían que el Granada fuera incapaz de vencer a su ansiedad por ver puerta y terminarían desquiciados.

Undiano Mallenco añadió tan solo tres minutos de descuento que fueron muy pocos después de todo el tiempo que se perdió en el choque En los últimos minutos, el equipo se lanzó arriba, con uno más, porque Manu del Moral se tuvo que retirar lesionado cuando su equipo había realizado los tres cambios. Pero ni por esas los andaluces eran capaces no solo de elaborar fútbol sino de tirar a puerta. Rochina y Robert tuvieron las mejores ocasiones pero sus tiros se marcharon a las nubes. Y es que si no tiras a puerta, lo normal es que no hagas goles. Y el Granada no tiene gol. Solamente 18 goles, cifras paupérrimas para un equipo que necesita goles para la salvación. Undiano Mallenco tampocó ayudó. Los visitantes se pasaron los 90 minutos perdiendo tiempo, especialmente en la segunda parte simulando lesiones, y no lo reflejó en el tiempo de descuento decretando tan solo tres minutos cuando perfectamente podía haber dejado un par de minutos más. Pero aunque hubiera dado 10 minutos de tiempo añadido el Granada no habría conseguido marcar un gol. No por mala suerte, sino porque los de Abel no tienen una idea clara de fútbol y mucho menos la actitud necesaria para afrontar partidos como éste.

La fiel afición, resignada, salió cabizbaja del estadio y enrabietada, porque los jugadores no se dignaron tampoco a agradecer el apoyo que la grada les brinda cada semana y que no merecen si se mira la tabla clasificatoria. El empate al Eibar le sabe como "oro en paño", cortan su mala racha y mantienen la misma distancia con los rojiblancos y aumentan en un punto la distancia con el descenso ya que los equipos de la zona baja no han sumado esta jornada. Al Granada, este punto le sabe a derrota, o mucho peor, le sabe a Segunda, porque no tenía margen de error y no sumar de tres en tres ante rivales directos hace condenarlos una vez más a bajar de categoría. En Marzo había que morir en el campo, y el equipo da la sensación de que ésto no lo ha cumplido.